Si en algo ha sido especialmente cuidadosa la actual administración es en el respeto irrestricto de las garantías individuales de los detenidos, quienes no han sido presentados a los medios como estrellas de rock, ni humillados con la transmisión de sus interrogatorios.
Por eso es condenable la imagen de la detención del líder de grupos ilegales armados en Michoacán, José Manuel Mireles, en la que aparece con las manos esposadas a la espalda y una capucha cubriéndole la cabeza.
Parece que los autores de la detención fuesen un grupo paramilitar o una organización terrorista, en lugar de elementos uniformados que representan a fuerzas estatales y federales de una nación democrática, obligada a velar por los derechos humanos de todas las personas.
Mireles estaba fuera de la ley por cargar armas de uso exclusivo del Ejército, cuatro bolsas de mariguana y medio kilo de cocaína. Entonces, ¿qué necesidad encontró la autoridad para humillarlo de esa manera al momento de privarlo de su libertad?
Con tal escarnio, el resultado de la detención, el viernes pasado, será que nuestro sistema judicial sea incapaz de instruir un debido proceso y tenga que ser liberado alguien que viola la ley desde hace años, por hacer justicia por propia mano.
Mireles es un civil que lleva más de un año al frente de un grupo paramilitar, que se traslada en avionetas privadas y en una flotilla de siete coches, custodiado por 35 hombres con rifles de asalto de uso exclusivo del Ejército y protegidos con cascos militares.
Tiene que rendir cuentas ante la ley. Pero la autoridad violó sus garantías individuales al ponerle una capucha que le cubrió el rostro, mientras era esposado, lo cual le da ahora argumentos para alegar que le fue sembrada la droga mientras no podía observar qué ocurría a su alrededor.
¿Cuál fue el fundamento jurídico para darle a Mireles un tratamiento de esa índole? ¿Con base en qué procedimiento legal fue detenido poniéndole una capucha en la cabeza? ¿Por qué, estando ya prisionero, fue maltratado, ofendido y denigrado?
Todo eso lo tendrán que explicar las autoridades que lo capturaron, aunque en un Estado democrático como el nuestro nada de esto tiene una explicación. La propia autoridad ha desvirtuado, desde ya, todo el proceso judicial que seguirá con Mireles.
Lo notable es cómo se contradice esta detención con, por ejemplo, otras relacionadas con el narcotráfico. Es fresca todavía la imagen de El Chapo Guzmán tras ser capturado: vestido con camisa blanca y pantalón negro, esposado, con bigote y un corte de pelo bien cuidados.
Así que no lo olvidemos: esa capucha sobre la cabeza lo único que logró, el viernes pasado, es que Mireles salga libre.
Libre sin ser inocente.
ruben.cortes@razon.com.mx
Twitter: @ruben_cortes
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