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“Eliminar los subsidios estatales a la energía es uno de los actos más políticamente riesgosos que pueda haber”.
Jim Krane
Pura cobardía política. El Senado se echó para atrás en su intento por enmendar el artículo 139 de la Ley de la Industria Eléctrica para eliminar el subsidio a los consumidores medios de energía eléctrica. El subsidio quedaría solamente para los más pobres.
Sin embargo, los senadores panistas que originalmente impulsaron la medida se volvieron defensores del subsidio tras una intensa campaña en su contra en redes sociales.
Los legisladores dicen hoy que no son ellos sino el Ejecutivo el que debe tomar la decisión. No quieren cargar con el costo político de una decisión indispensable. Prefieren que el gobierno de Enrique Peña Nieto lo haga.
La verdad es que los subsidios son siempre perjudiciales, pero en el caso de los combustibles el daño es todavía mayor. ¿De qué sirve hacer encendidos discursos en defensa del ambiente si se promueve el dispendio de energía?
El subsidio no resuelve sino oculta la ineficiencia del monopolio eléctrico. Le hace sentir al consumidor que está recibiendo un favor del gobierno, el cual se le cobra con creces como contribuyente. La Comisión Federal de Electricidad tuvo pérdidas por 37,552 millones de pesos en 2013, lo cual en buena medida fue producto de los subsidios.
Tenemos un irracional sistema de tarifas de electricidad. Un hogar puede pagar cuatro o cinco veces más que otro con el mismo consumo. La razón es un esquema que sube estratosféricamente el cobro cuando se rebasa un mínimo de consumo y después tarda mucho en bajar a niveles realistas. Con mucha frecuencia, por otra parte, el consumo no se mide sino que se calcula sobre la base de registros anteriores. El resultado es condenar a algunos a pagar tarifas muy superiores a sus consumos reales mientras otros con el mismo uso reciben un subsidio.
El sistema es injusto, pero tiene un problema adicional: manda mensajes equivocados al consumidor. Un sistema de precios previsibles ayudaría a una disminución racional del consumo. El que tenemos no permite que el consumidor descubra una relación entre su consumo y su pago.
Los activistas que doblegaron a los senadores y los hicieron mantener el subsidio han profundizado el problema del mercado de la electricidad en México. Debieron demandar mejores tarifas, pero no por subsidios sino por una mayor eficiencia en la generación, transmisión y distribución del fluido eléctrico.
La apertura del sistema de electricidad es un paso en la dirección correcta. Cualquier empresa debería poder competir para generar, transmitir y distribuir electricidad. Esta competencia nos permitiría tener mejores tarifas de electricidad sin cargarle un subsidio al contribuyente.
México tiene precios muy altos de electricidad. Necesitamos reducirlos pero a todos no a unos cuantos. Los altos cobros a la industria, por ejemplo, la hacen menos competitiva y hacen que se pierdan empleos en la cadena de producción. Hay que tener más productores, que puedan vender al público en general; hay que utilizar mejores combustibles para las termoeléctricas, como gas natural en vez de combustóleo; hay que construir más presas, pero ahí está La Parota detenida por razones políticas; hay que eliminar robos y actuar contra quienes no pagan sus cuentas, como los que deben más de 8 mil millones de pesos en Tabasco; y hay que modernizar las redes de transmisión y distribución.
Lo peor que podemos hacer es pretender ocultar los problemas con subsidios. Los senadores que impulsaron la modificación del artículo 139 de la Ley de la Industria Eléctrica y luego se echaron para atrás han demostrado una vez más que la cobardía política le cuesta muy caro a nuestro país.
Siempre no
La PGR mandó un verdadero ejército de agentes armados para detener a Mamá Rosa en La Gran Familia de Zamora, Michoacán, como si fuera la más poderosa jefa del crimen organizado. Ahora, sin embargo, ha decidido dejarla en libertad sin cargos. ¿Quién entiende?
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