“Hay un límite más allá del cual la tolerancia deja de ser una virtud”.
Edmund Burke
El 21 de agosto fue inaugurada la Macroplaza en Oaxaca. El propio Gabino Cué cortó el listón inaugural. El gobernador declaró que la inversión de 400 millones de pesos en la plaza comercial “demuestra la confianza y seguridad que Oaxaca ofrece a las y los inversionistas”.
Tres días después, cuando la plaza se preparaba para tener su primer domingo de ventas, los maestros de la sección 22 la bloquearon durante más de cinco horas. La autoridad no se atrevió a mover un dedo para defender a esa plaza apenas presentada como símbolo de la confianza de los inversionistas en el estado.
Esta vez el gobernador Cué ya no se vanaglorió, como lo hizo unos días antes con la toma de gasolineras, de que a través de una negociación con el sindicato “que dialoga” había logrado la liberación de la plaza. Cada vez es más claro que Cué no gobierna Oaxaca y que no se atreve a enfrentarse a la sección 22.
En un momento en que el país entero ha volcado su atención al problema del bullying, al acoso escolar, la sección 22 se ha convertido en el bully del estado. Lo peor es que el gobernador está haciendo exactamente lo contrario de lo que tendría que hacer para detener los abusos del acosador.
Los maestros de la sección se comportan, efectivamente, como bullies. El 19 de agosto destruyeron las oficinas de la sección 59 del SNTE. El 15 de agosto bloquearon y saquearon gasolineras. El 31 de julio destrozaron las oficinas del PRI así como de un senador y un diputado federal. El 29 de julio bloquearon los accesos al aeropuerto de Oaxaca. El 12 de julio impidieron la aplicación del examen de oposición para nuevas plazas docentes. El 4 de julio bloquearon comercios y obligaron a las tiendas y plazas a desalojar a sus clientes. El 18 de junio acosaron a Claudio X. González Guajardo, presidente de la organización Mexicanos Primero, que había acudido a Oaxaca a participar en una ceremonia del programa Bécalos. El 6 de junio bloquearon comercios e impidieron los cobros en la autopista Oaxaca-Puebla. En el ciclo escolar 2013-2014 faltaron a clases durante cuatro meses. Desde hace meses mantienen tomado el centro de Oaxaca, lo que ha causado severos daños a los comerciantes y hoteles.
La sección 22 pide que se le reconozca la propiedad privada de todas las escuelas públicas de Oaxaca y por eso insiste en expulsar a la sección 59 que le hace competencia. Rechaza la aplicación de la reforma educativa. Apoya una iniciativa educativa estatal que violaría esa reforma y la Constitución de la República. Pide que se otorguen plazas magisteriales de manera automática, sin concursos de oposición, a los egresados de las escuelas normales que controla. Exige que se mantenga el derecho de los maestros de faltar a clases para acudir a manifestaciones y bloqueos. Se niega a la aplicación de un censo que revelaría cuántos maestros realmente dan clases y cuántos sólo se presentan a cobrar.
La primera regla de los manuales para enfrentar a los bullies es que se les debe poner un alto. No se trata de torturarlos o matarlos, pero sí de fijarles límites. El derecho a protestar termina, en efecto, donde empiezan los derechos de terceros.
El gobierno de Oaxaca se niega, sin embargo, a poner esos límites. Al cubrir íntegros los salarios y prestaciones, incluidos bonos de productividad y asistencia, a pesar de que los maestros no se presentaron a trabajar durante cuatro meses el año pasado, mandó el mensaje de que los bullies pueden hacer lo que se les antoje. Las víctimas incluyen a los alumnos de las escuelas públicas y a todos los que quieren tener una actividad económica o comercial. El bullying en Oaxaca sí funciona.
Error de presupuesto
Aclaración a mi columna de ayer. La frase “Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error” es de César Garizurieta, El Tlacuache, un político “de izquierda” que fue miembro del PRI, legislador y funcionario y que al parecer se quitó la vida cuando se quedó sin un cargo público que disfrutar.
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