El segundo informe del presidente Enrique Peña Nieto no puede verse en el espacio de un año. Tiene que ser analizado como un corte de caja en la construcción de su proyecto político transexenal. La culminación de la Reforma Energética le da elementos para una retórica de victoria tras 18 meses de reconstrucción económica. Peña Nieto puede presumir el éxito de su agenda parlamentaria, pero en el segundo tercio de su gobierno, viene lo más complicado: aterrizar en acciones lo construido en la Constitución.
Esto es, la consolidación de las reformas, que es en donde se cruzan con las personas y estas personas con la definición de su futuro político inmediato. Los dos principales constructores y ejecutores de las revolución peñista, los secretarios de Hacienda y Gobernación, Luis Videgaray y Miguel Ángel Osorio Chong, tienen que terminar la obra. Casi por definición, esto les impide salir del gabinete hasta que no terminen de arrancar las reformas. Si no lo logran eficazmente, los dos precandidatos de Peña Nieto a sucederlo –aunque ninguno de los dos quiera admitir ese rol pre-designado que tienen-, se perderán en el camino y pondrán en riesgo el proyecto transexenal.
Este proyecto debe ser el objetivo escondido de Peña Nieto, porque es lo único que explica cómo un político que siempre se ha manejado en la coyuntura político-electoral, optó por una serie de reformas que no le van a generar ningún rédito durante su sexenio. Parece un contrasentido de su vida pública, donde cada movimiento que hizo fue para marchar hacia su proyecto por la Presidencia. ¿Haber llegado a este punto para sacrificarse sin estrategia de por medio? Eso no es de Peña Nieto. Después de la Presidencia no le queda más objetivo que la Historia y el reconocimiento público que lo ha maltratado, incluso cruel y salvajemente, en estos dos años. Pero esta última etapa tiene que construirse para que el séptimo año de gobierno –el peor que sufren los presidentes mexicanos-, sea de gozo.
Peña Nieto no tiene opciones. Para que eso suceda, necesita que uno de sus dos delfines, o uno en ciernes –habrá que poner atención en el gabinete ampliado a otros dos itamitas que tienen el ojo del Presidente-, se consolide durante el segundo tercio de su gobierno. Quienes consideren que Videgaray es el más vulnerable a caer por el mediocre comportamiento de la economía, tendrán que incluir en su análisis que el bienestar está directamente asociado a la política. Si la economía se mantiene estancada por razones de la política del gobierno –o porque los considerandos de las reformas resultaron equivocados-, el impacto negativo pega directo en los temas de responsabilidad de Osorio Chong: la seguridad y la gobernabilidad.
Por diseño institucional en el peñismo, su suerte está unida en el éxito y en la derrota. De ahí la importancia que consoliden las reformas y que dos jugadores tomen un papel altamente relevante: Virgilio Andrade, viejo amigo de Videgaray, que es el jefe de la Comisión Federal de Mejora Regulatoria, donde se cocinarán los ingredientes de las reformas, y el senador Raúl Cervantes, viejo amigo de los abogados cercanos al Presidente, y probable ministro de la Suprema Corte, donde se espera terminen de decidirse las reformas más importantes del peñismo. En la parte legislativa se encuentra el otro componente de la ecuación. Peña Nieto no puede perder la mayoría en el Congreso, que va a elecciones en 2015, y mantener bajo el control de Videgaray las comisiones de Hacienda –donde se procesa la política macro económica-, y de Presupuesto –donde radica el control político y las herramientas del manejo electoral-.
Aquellos en el grupo compacto del Presidente que van a ir al Congreso el próximo año, formarán parte indivisible de la construcción del proyecto transexenal de Peña Nieto, que no puede permitirse un liderazgo débil en esa cámara. En ese nivel podrán verse los movimientos importantes que vendrán en otoño e invierno, con el traslado de dirigentes del PRI al Congreso, junto con algunos miembros del gabinete que ya están preparando su salto a San Lázaro, como estación intermedia para luchar por gubernaturas.
En este andamiaje tiene que integrarse al análisis de qué es lo que tiene en mente Peña Nieto para el coordinador de los diputados del PRI, Manlio Fabio Beltrones, que no es de su equipo pero que es un político cuya capacidad y oficio no puede dejarla suelta. Hay resistencias para que vaya a dirigir el PRI, y Gobernación no quedará vacante. La pregunta sin respuesta es si Beltrones aceptaría algo menos que eso, o saltaría al mercado político como agente libre.
El armado no es sencillo porque las variables no son estables. Para que Videgaray y Osorio Chong puedan consolidar las reformas necesitan los márgenes de operación que les deben dar el Congreso y los resultados en las nueve gubernaturas que estarán en juego el próximo año, donde hoy, de acuerdo con expertos, sólo Campeche y Colima se ven seguras para el PRI. Una vez más, todo está concatenado para que en este segundo tercio de gobierno se defina y aclare si habrá peñismo después de Peña Nieto, o será un Presidente con legado limitado. Empieza así el momento donde el Presidente juega el futuro de su proyecto transexenal.
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