domingo, 14 de septiembre de 2014

Raymundo Riva Palacio - Larrea, el empresario invisible

Muy pocas personas fuera de las élites políticas y empresariales lo conocen, pero el nombre de Germán Larrea despierta en muchos sectores sociales sentimientos de rencor y venganza. Larrea, que es un empresario invisible ante su intransigente decisión de esconderse de la opinión pública, galvaniza frustraciones que suelen combinarse con campañas de prensa que sus enemigos le orquestan. El nombre de Larrea ha sido acompañado durante una década por tragedias mineras y conflictos con sindicatos, que se volvieron a energizar en las últimas semanas con el desastre ambiental que provocó su mina en Cananea, que derramó tóxicos en dos ríos de Sonora que afectaron a 23 mil personas.



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Su empresa, Grupo México, quiso evadir responsabilidad directa del desastre al señalar que el derrame fue causado por las lluvias, pero la Secretaría del Medio Ambiente lo desmintió: no había llovido. Buscó el apoyo del gobernador de Sonora, Guillermo Padrés, quien se lo dio en un principio, pero reculó cuando las evidencias mostraban que las medidas de seguridad habían fallado. Un mes después del desastre del que se quiso zafar, fue obligado por el gobierno a crear un fideicomiso para reparar los daños que causó. Esta nueva tragedia volvió a colocar a Larrea en el centro de la polémica nacional.
Larrea sería un empresario que, por su decisión de mantenerse alejado del escrutinio público, pasaría bastante desapercibido. Pero una enrarecida polémica  durante casi 15 años con su archienemigo, el líder de los mineros, Napoleón Gómez Urrutia, ha convertido a su sombra en un objeto constante de críticas. Ese choque, de muchas maneras, los ha definido. Pero en el caso de Larrea, lo ha convertido en un enemigo público nacional.
Gómez Urrutia financió por años desde su autoexilio en Canadá protestas permanentes en la ciudad de México con pancartas que exigían la cárcel para el empresario, al tiempo de alimentar columnas y noticias contra el empresario en periódicos donde no dejaban de fustigarlo. Las campañas, que tenían como sustento humano y político otra tragedia minera del Grupo México, la de Pasta de Conchos, en Sabinas, Coahuila, que causó la muerte de alrededor de 65 mineros en 2006, no tuvo un eco mayor por las relaciones de Larrea con los barones de los medios de comunicación.
Miembro del Consejo de Administración de Televisa desde hace casi una década, fue socio de su amigo Francisco González, presidente del Grupo Milenio, quien le vendió una cadena de cines, a las que sumó su participación en Cinemex, donde difunde anuncios de su empresa de ferrocarriles –que controla el 80% del tráfico en rieles de México-, sobre su obra social, con lo que busca contrarrestar la mala fama de un monopolio ferroviario que cabildea agresivamente para que las leyes lo sigan favoreciendo. Como prominente integrante del Consejo de Personas de Negocios, que fundó su padre Jorge con el legendario empresario italiano Bruno Pagliai –su casa en Lomas Altas, en la ciudad de México, era una réplica de la que aparece en la película “Lo que el Viento se Llevó”-, tiene fuertes relaciones con otros empresarios de medios, con lo que todo lo negativo que produce su persona en la opinión pública, queda acotado.
La mala fama de que goza está en las percepciones fue ayudada a construir de manera muy eficaz por Gómez Urrutia, cuyo enfrentamiento viene de principios de este siglo, luego de que Grupo México, fundado por su padre, se quedó con las minas privatizadas por el gobierno de Carlos Salinas, cuando el ex Presidente comenzó a crear su nueva clase empresarial. Entre las que pasaron a propiedad de la familia Larrea fue Cananea, la mina de cobre más grande de México, en 1989. Gómez Urrutia heredó de su padre la conducción del sindicato minero en 2002, pero desde un año antes llevó a tribunales a Larrea para exigir el pago de una indemnización por 55 millones de dólares para los mineros.
Larrea, para ese entonces al frente del Grupo México –su padre murió en 1999- aceptó pagar la indemnización, pero no se superó el problema. Gómez Urrutia, de acuerdo con personas cercanas al Grupo, le exigía, además, el 5% de las acciones de Cananea. Larrea nunca cedió y, de manera coincidente, se inició un proceso judicial en contra del líder minero por haber desviado los 55 millones de dólares de la indemnización para los mineros, a cuentas familiares y de sus cercanos. Ese pleito judicial definió la imagen pública de los dos, que terminó en confrontación abierta y división de los campos de batalla, que se agudizó cuando se dio la tragedia en Pasta de Conchos.
Aunque perseguido por el gobierno federal, había una coincidencia entre los alegatos de la autoridad y de Gómez Urrutia en contra de Larrea y Grupo México.  Los mineros en Pasta de Conchos habían hecho 14 huelgas para exigir mejores salarios y para revisar las medidas de seguridad y de salud, cuya deficiencia siembre fue la constante de las críticas. Nunca hubo procedimientos de revisión sobre la mina, y como consecuencia de esa tragedia no se reforzaron los protocolos de seguridad. En el reciente desastre ecológico en Cananea, las últimas revisiones a la mina, de acuerdo con funcionarios federales, fueron hace casi 10 meses. “Larrea tiene fama de no invertir suficientes recursos en ese campo”, comentó un funcionario federal.
 
Todo se mantiene en el terreno de las percepciones. En el campo de las objetividades está el hecho que Cananea, que fue la joya de la corona en las privatizaciones salinistas, tuvo un vuelco. De estar en quiebra la reactivaron los Larrea y sirvió como la vanguardia empresarial del Grupo México, que ha venido extendiendo su portafolio de inversiones. Además de minas, ferrocarriles, medios –recientemente se reveló que es uno de los siete postores para una cadena de televisión abierta-, tiene una división de construcción e infraestructura, en donde participa abiertamente en el sector petrolero, y posee el 30% del Grupo Aeroportuario del Pacífico, que opera aeropuertos.
Larrea es el segundo hombre más rico de México, y el 79 del mundo en la lista de Forbes. “Tiene un valor neto de tres mil 500 millones de dólares, y la familia Larrea es propietaria aproximadamente del 47% de las acciones del Grupo México, incluyendo acciones individuales y de grupo”, reportó a finales de 2009 el portal Sentido Común, fundado por Eduardo García. Hoy, la familia Larrea tiene el 51% de las acciones de Grupo México, y sigue creciendo, pese a todo, contra todo lo que se dice de él, y por encima de sus grandes tropiezos como en Pasta de Conchos y Cananea. Su poder no está en las calles, sino en las principales oficinas de negocios de este país, donde lo importante no son las percepciones ni la forma como hace negocios, sino los negocios en sí mismo y las empresas que juntos, muchos de ellos construyen.
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Leído en http://www.ejecentral.com.mx/portarretrato-larrea-el-empresario-invisible/


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