Detrás del golpe periodístico más
importante del año y del éxito que representó para la periodista Carmen
Aristegui y su equipo de investigaciones especiales la revelación de la
existencia de la “Casa Blanca” de Las Lomas, perteneciente a la familia
del presidente Enrique Peña Nieto, hay una historia por demás
interesante sobre la forma en que se armó la investigación de una
noticia que le dio la vuelta al mundo y que cimbró la imagen y
credibilidad de la casa presidencial en México; y también de las
motivaciones políticas que —sin demeritar su valor periodístico—
tuvieron estas fuertes revelaciones.
Lo que se presentó sólo como un hallazgo
periodístico y se dijo que su descubrimiento partió sólo del ejemplar
de la revista “Hola”, donde Angélica Rivera se ufana de la casa que la
familia Peña-Rivera planeaba habitar al terminar su mandato, fue en
realidad un expediente político que se comenzó a confeccionar varios
años antes, por lo menos desde 2010, y en cuya investigación y armado
participó un equipo especializado de inteligencia y espionaje político
que trabajaba bajo las órdenes del entonces jefe de Gobierno del DF,
Marcelo Ebrard. En aquel 2010 Marcelo ya se veía como el candidato
fuerte de la izquierda a la Presidencia de la República y, como tal, se
perfilaba para contender con quien, desde ese año, era el rival más
fuerte según varias encuestas: Peña Nieto, entonces gobernador del
Estado de México.
Desde el C4, el centro de inteligencia y
seguridad de la ciudad de México, Marcelo creó y operó un grupo
especial formado por exagentes de Cisen, PGR y Marina —expertos en
inteligencia y espionaje político— al que encargó integrar expedientes
de personajes políticos del momento, en especial los que podían
contender por la Presidencia. Peña fue uno de los principales objetivos
de aquella búsqueda, incluidos sus familiares y amigos más cercanos.
Aprovechando las fuentes de información
de primera mano que tenían: registros públicos de la Propiedad y
Comercio, licencias de construcción o juzgados en la ciudad, por
ejemplo, el grupo integró varios expedientes con documentos e
información oficial que fueron entregados a Ebrard para que los usara
para sus fines y proyectos personales y políticos.
Cuando sus aspiraciones presidenciales
se vieron repentinamente truncadas, por el apoyo de la izquierda que
recibió López Obrador, el expediente de la casa blanca, junto con otros,
estaba casi listo; pero Marcelo decidió hacerse a un lado y dejó el
paso libre a López Obrador para la candidatura, luego de las encuestas
que daban ligera ventaja al tabasqueño.
Comenzó así la sucesión presidencial sin
Marcelo y en junio de 2012, en el clímax de las campañas, estuvo a
punto de hacerse pública la información de la “Casa Blanca”, pero el
jefe de Gobierno leyó las encuestas y supo que un golpe así haría caer a
Peña Nieto y Andrés Manuel se enfilaría solo a la Presidencia, algo que
a él poco le convenía. Decidió guardar el expediente que podría ser
útil ya en el sexenio peñanietista.
Para la segunda mitad de 2013 Ebrard
aparecía como un serio candidato a la presidencia nacional del PRD. Pero
Marcelo no contaba con que su sustituto y antiguo pupilo, Miguel Ángel
Mancera, le asestaría un golpe letal que lo sacaría de la contienda: la
suspensión del servicio en la Línea 12 del Metro y las denuncias de
corrupción en la obra cumbre del sexenio ebrardista golpearon en seco al
exjefe de Gobierno. Mancera se distanciaba así de su antiguo jefe y se
acercaba a Peña Nieto en una suerte de pacto con Los Pinos que incluyó
el “parricidio”. Con su imagen por los suelos, Marcelo determinó que era
el momento de sacar el expediente de la casa blanca que en ese momento
le serviría para un doble objetivo: vengarse de Mancera por su traición y
pegarle directo a la línea de flotación de su nuevo gran aliado Peña
Nieto. Para ello Ebrard buscó en junio de este año a la periodista que
es el referente obligado de la izquierda en medios de comunicación,
Carmen Aristegui, y le propuso un trueque: la entrega del expediente a
cambio de un escándalo político y periodístico de talla mundial.
Comenzó ahí la investigación de
Aristegui y su equipo. Vino el ejemplar de la revista “Hola” y el
trabajo periodístico que redondeó e hilvanó la historia que dio origen a
uno de los escándalos mediáticos más grandes del México reciente. Para
ello habían confluido dos propósitos: el de un político ávido de
venganza de quienes lo denostaron y el de un equipo de periodistas que
vio la oportunidad de consagrarse con una noticia que pintaba para un
tercer objetivo: tirar a un presidente. ¿Cómo se armó la emisión de esa
noticia y cómo se proyectó el alcance para cimbrar a la Presidencia y al
presidente? Mañana les contaremos.
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