México es el país más corrupto de la Organización para la Cooperación
y el Desarrollo Económicos (OCDE). Su sector público es el que se
percibe como el menos honesto de todos. En el último estudio de esta
organización, publicado la semana pasada, aparece una gráfica de pena
ajena. La fuente es Transparencia Internacional y reporta el Índice de
Percepción de la Corrupción, que clasifica a los países con base en el
grado de corrupción con el que se percibe a su sector público. De las 46
naciones que aparecen en la gráfica, México está en el lugar número 43.
Sólo Rusia, Paraguay y Venezuela se perciben como más corruptos. Los
otros 33 estados pertenecientes a la OCDE están mejor que nosotros.
También otros países que no son de la OCDE pero se encuentran en nuestra
región Latinoamericana: Brasil, Colombia, Argentina y Bolivia.
La corrupción en México es un horror. Está enquistada en la relación
del gobierno con la ciudadanía.
La OCDE reporta: “La debilidad del
sistema también alienta a los actores del sector privado a ofrecer
sobornos considerables, como se ha argumentado en los casos de los
grupos empresariales Wal-Mart y Citigroup, que han tomado anticipos
sustanciales contra ingresos futuros a la espera de posibles sanciones,
que serán evaluadas de conformidad con la Foreign Corrupt Practices Act
de Estados Unidos, derivado de las actividades de sus empresas en
México”. Hasta los más grandes conglomerados multinacionales le entran a
la corrupción en este país. Ni qué decir de los más chicos o de los
ciudadanos de a pie.
No es gratuito, entonces, que la prensa esté llena de casos de
presunta corrupción. No hay día en que no aparezca una historia de
enriquecimiento inexplicable, empresas ganadoras de licitaciones muy
raras, moches para repartir dinero público y sobornos de todo tipo. ¿Y
qué pasa? Nada. Si acaso, de repente, un escandalillo que dura pocos
días.
Dice el último reporte de la OCDE sobre México: “Si bien la magnitud
de la corrupción obedece en parte a la ineficiencia del sistema jurídico
que procesa pocos delitos, ésta también es resultado de otras
debilidades institucionales, tales como una laxa aplicación de la ley,
la carencia de restricciones al poder gubernamental y opacidad
institucional”.
La corrupción siempre ha estado presente en la historia mexicana.
Durante el virreinato, la corona española vendía los puestos públicos;
los que los compraban tenían que vender sus servicios para recuperar su
inversión y tener una rentabilidad para vivir. El caos y las guerras en
el siglo XIX no ayudaron en nada para establecer instituciones
gubernamentales transparentes y honestas. El siglo XX estuvo dominado
por un régimen autoritario donde la corrupción fue el aceite para el
funcionamiento del sistema. La alternancia a la democracia en el siglo
XXI provocó la multiplicación de la corrupción: al descentralizar el
poder a estados con instituciones débiles, los políticos locales vieron
una oportunidad de oro para enriquecerse rápidamente de manera ilícita.
Dice la OCDE que “para promover un gobierno transparente, se ha
propuesto la creación de una autoridad anticorrupción, que sería
responsable de prevenir, investigar e imponer sanciones administrativas
por delitos de cohecho. El proyecto de ley en el que se establece dicha
autoridad ha sido modificado y aún debe ser sujeto de aprobación por
parte del Congreso”. Efectivamente: la reforma está atorada. Es lógico:
los políticos no tienen incentivos para aprobarla. Lo vimos a finales
del año pasado. Cuando se estaba discutiendo la iniciativa en la Cámara
de Diputados, el PRI, de manera mañosa, cambió los dictámenes para
quitarle dientes al sistema anticorrupción, acusó al PAN de no querer
aprobar esta legislación y el periodo ordinario se terminó.
Una verdadera reforma anticorrupción afectaría los intereses de los
que se han beneficiado de la corrupción, muchos de los cuales están
metidos en los poderes Legislativo y Ejecutivo. Es un hecho que los
políticos no tienen incentivos para combatir a la corrupción. Sólo la
presión social los obligará a hacerlo. Pero me temo que la sociedad
mexicana está muy acostumbrada y acomodada a la corrupción. Se
escandaliza poco cuando cachan a alguien con las manos en la masa. Y
mientras la corrupción les siga valiendo un pepino a los mexicanos, pues
seguirá carcomiendo nuestra convivencia social.
Twitter: @leozuckermann
Leído en http://www.excelsior.com.mx/opinion/leo-zuckermann/2015/01/13/1002353?mc_cid=9ac43035e7&mc_eid=0b388d2c27
Los derechos de autor son propiedad de los columnistas y sus periódicos; las columnas de los foristas son responsabilidad de ellos mismo; los comentarios, mentadas de madre y albures en Disqus son, también, responsabilidad de los foristas. Este lugar no tiene fines de lucro Aquí no se censura ni se modera. CUANDO SE PUBLIQUEN DATOS PERSONALES, POR SEGURIDAD, LOS POSTS SERÁN BORRADOS. Contacto: lafaunademilenio@gmail.com
RECOMENDACIONES Y COLUMNAS DE OPINIÓN
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, sean civilizados.