Yo creía fervientemente en ellos. Pero mi primer quiebre de fe sobrevino
en mi primera infancia en Tepito, cuando aquel escuincle envidioso me
dijo que no existían y para comprobarlo me llevó a la agencia de
bicicletas de don Andrés, donde éste pintaba de un color diferente el
triciclo que “ellos” me traían como nuevo cada 6 de enero.
Sin embargo, durante dos o tres años más mi creencia en Melchor, Gaspar y
Baltazar se revitalizó un poquito tal vez por conveniencia –confieso- y
alguna dosis de candor: Por más que espiaba a mis padres, el milagro se
producía cíclicamente; allí, donde en la sala modestísima no había nada
en la noche, aparecían en la mañana y como por arte de magia algunos de
los regalos que a veces nos sugerían papá y mamá y que nosotros les
pedíamos en una carta cariñosísima con promesas de ser buenos niños.
He de reconocer que ya ni soy niño, ni tampoco les escribí una carta
antier. Que además ya no sería para mi sino lo que quisiera para este
país nuestro de cada día.
También tendrá que ver que el presidente de esta dolida nación que hoy
somos, se haya adelantado 36 horas al día de los Reyes Magos.
Y la verdad sea dicha, los siete regalos no son menospreciables: Quién
no va a agradecer el fin de los odiosos gasolinazos; a quién le va a
caer mal que bajen un poquito las tarifas de luz; seguro que nadie se
quejará de que ahora ya no habrá que pagar la obsoleta y abusiva larga
distancia en llamadas nacionales; por supuesto que es un bello gesto
obsequiar 10 millones de televisores digitales a hogares de escasos
recursos; difícilmente alguien cuestionará el apoyo financiero a jóvenes
emprendedores; ni qué decir de la construcción de más viviendas como
motor económico; finalmente, también parece incuestionable el trato
fiscal preferente para actividades agropecuarias en estados tan pobres
como Guerrero, Chiapas y Oaxaca.
En suma, como lo declaró el propio presidente Peña Nieto, “siete acciones en favor de la economía familiar”.
Lo asombroso, a ojos de los ocupantes de Los Pinos, es la escasa o nula
reacción en los más diversos ámbitos a un anuncio que se supone sería
motivo de jolgorio: Nadie fue a festejar al Ángel; no hubo llamadas
masivas a los noticieros de radio y televisión; ningún diario le dio las
ocho columnas y en algunos ni la primera plana; vaya, ni siquiera fue
motivo de polémica en las redes sociales que suelen ser tan reactivas y
críticas.
Las razones pueden ser muy distintas, pero todas inquietantes: que las
medidas anunciadas hayan sido insuficientes y hasta irrisorias dada la
situación del país, según los expertos; que se hayan dado en un
escenario patético marcado por el derrumbe del petróleo, el disparo del
dólar y hasta la caída de la bolsa; que fuera en la víspera de una
desangelada, chiquita y desfasada visita a Washington para una
microentrevista con un Obama que va de salida; y hasta que el emisor
apareciera muy tieso, forzado y en una extrañísima edición con brincos
de imagen sobre sí mismo.
Aunque tal vez la falta de respuesta al mensaje resida no en lo que se
dijo, sino en lo que no se dijo: ningún cambio verdaderamente sustancial
en el rumbo de un México que ahora parece a la deriva.
Como si el futuro inmediato dependiera del tiempo, la suerte o los ahora fallidos Reyes Magos.
ddn_rocha@hotmail.com
Leído en http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/creer-en-los-reyes-magos-1420614352
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