martes, 21 de abril de 2015

Denise Maerker - ¡Qué injustos somos con los políticos!

¡Optaron por el servicio público y así les pagamos! ¡Trabajan sin descanso, ven poco a sus familias, ganan menos de lo que les podrían pagar empresas privadas y nosotros nos la pasamos: que si el helicóptero, que si el amigo constructor, que si la casa, que si la hija! Es la indignación que suelen transpirar las declaraciones de todos los políticos y funcionarios cuando reaccionan frente a las acusaciones que les hacen sus opositores o que se derivan de investigaciones periodísticas que los señalan por malos manejos, conflictos de interés o abuso de bienes públicos.








Lo volví a comprobar el jueves pasado cuando entrevisté a Claudia Pavlovich, candidata del PRI a la gubernatura de Sonora. Le señalé que pedirle un avión a un empresario de la construcción para irse a Las Vegas cuando dos meses antes había cabildeado exitosamente a favor de los constructores de Sonora frente a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes sonaba a un vulgar intercambio de favores. Su respuesta: "En efecto viajé a Las Vegas, no tiene absolutamente nada de malo. (...) Y no tengo nada de qué arrepentirme porque el dinero que yo me gasté ahí es de mi sueldo y del sueldo de mi esposo. (...) Necesitaba relajarme porque habían sido meses de mucho trabajo y yo estoy acostumbrada a trabajar, pero también estoy acostumbrada a pasar tiempo con mis hijas y con mi esposo". Recordé la conferencia de prensa en 2008 del entonces secretario de Gobernación Juan Camilo Mouriño, luego de que Andrés Manuel López Obrador lo acusara de haber incurrido en tráfico de influencias a favor de los negocios de su familia en 2003 y 2004 cuando fue asesor y luego subsecretario de Electricidad de la secretaría de Energía. Juan Camilo Mouriño respondió haciéndole de entrada un reconocimiento a su padre por el tesón con el que construyó sus empresas y luego, al narrar su propia trayectoria, explicó que fue en 2003 cuando decidió dedicarse al servicio público, aclarando que: "El precio que pagué no fue menor. Le he arrebatado tiempo a mi familia, renuncié a las acciones de las cerca de 80 empresas de uno de los grupos empresariales más importantes del sureste mexicano y también dejé muchas de las comodidades que tienen los que viven en el interior del país. (...) Resulta mezquino que se me acuse de beneficiarme económicamente de la política, cuando fue justamente la política la que me motivó a renunciar a un patrimonio legítimo, producto del esfuerzo personal y familiar". Misma indignación que todos escuchamos en la voz de Angélica Rivera cuando salió a dar la explicación de por qué vivía en una casa que está a nombre de una empresa constructora que ha obtenido contratos en los gobiernos que ha encabezado su esposo. "Yo he trabajado toda una vida y que gracias, gracias a eso soy una mujer independiente que he sido capaz de construir un patrimonio con honestidad con todo mi trabajo. (...) Yo no quiero que esto siga siendo un pretexto para ofender y difamar a mi familia". Pero incluso cuando aceptan que cometieron un error, como lo hizo recientemente David Korenfeld al aceptar que usó el helicóptero oficial de la Conagua para un asunto familiar, lo minimizan de algún modo. "Lo que estoy asumiendo es haber usado 8 minutos de una aeronave oficial para transportarme al aeropuerto de la ciudad de México y por eso estoy siendo... ese es el error que cometí" le dijo Korenfeld a Joaquín López Dóriga en entrevista.

Quiero pensar que es una estrategia de comunicación bastante fallida y no la confesión de que definitivamente no entienden. Que no es la duración del vuelo sino el gesto que revela que no se hace la diferencia entre lo que es propio y lo que es de la institución. Que los favores atrapan, y no al individuo, sino a quien debe tomar decisiones pensando en el interés general. En fin. Escuchándolos parecería que nos hacen un favor.

¡Ah pero cómo se pelean por hacerlo!


Leído en http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1107436.que-injustos-somos-con-los-politicos.html


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