miércoles, 26 de agosto de 2015

Raymundo Riva Palacio - El príncipe de Los Pinos

Confiaba el presidente hace pocas semanas a sus cercanos que no sentía que Aurelio Nuño estuviera listo para salir a la calle y sin su manto protector jugar en la política con sus propios recursos. Aún así, Enrique Peña Nieto sí consideró que su asesor de cabecera, dueño de su oído y a quien más caso le hace –por ejemplo, el no intervenir por semanas en el crimen de los normalistas de Ayotzinapa, meter a los familiares de los jóvenes desaparecidos y a dos jefes del EPR a Los Pinos, hacer que la Primera Dama se defendiera en YouTube por las imputaciones de la casa blanca, apoyar la reforma fiscal del PRD y no acortar la visita de Estado a Francia tras la fuga de Joaquín El Chapo Guzmán-, podía ser quien presidiera el PRI. Confianza plena para quien fue uno de los negociadores en las negociaciones del Pacto por México, y la persona con la que el dirigente priista saliente, César Camacho, acordaba en la Presidencia.

Peña Nieto le había tejido el traje durante una reunión con el PRI el 26 de julio. El nuevo líder, le dijo a las cúpulas del PRI, deberá ser alguien que dialogue con los segmentos de la población más informados e independientes –identificados entre los 18 y 35 años-, con capacidad de ser interlocutor con los universitarios y saber del manejo de redes sociales. En Los Pinos lo veían como la única persona que “proyecta una imagen joven, (la) del nuevo PRI”. El que Nuño no cumpliera con el requisito de militancia partidista exigido en los estatutos, era irrelevante. Si el rey priista lo quería, dirigente sería. El 4 de agosto lo destapó Camacho. “Es del PRI, tiene militancia, y se pondera y se presume”, dijo. Horas después, se daba el cambio de decisión. El presidente le dijo a Beltrones que él sería líder del PRI y al día siguiente, a través de los voceros oficiosos, se socializó el dedazo.








¿Qué hizo cambiar de opinión al presidente? No se puede alegar que fue la fuga de El Chapo Guzmán, pues aún después de ella estaba Nuño en su cabeza. ¿Los crecientes niveles de desaprobación de su gestión fueron la razón? Siguen en picada, con todos sus atributos a la baja y una pérdida de confianza acentuada entre las élites del país. En cualquier caso, sacrificó a Nuño para tomar aire con Beltrones. El jefe de la Oficina de la Presidencia quiso recortar sus pérdidas. A través de columnas políticas amigas, envió el mensaje que él siempre quiso a Beltrones –lo que es falso-, y que tanto había ganado el sonorense como él. Nuño reflejó debilidad y preocupación por la contundente derrota de sus aspiraciones.

Pero el presidente ya había dado señales que estaba dispuesto a utilizar fuera de Los Pinos a Nuño, cuya meteórica carrera lo llevó en escasos tres años a ser de asesor secundario a uno de los hombres más poderosos del gobierno. En lo que va del sexenio, Nuño se ha convertido en el príncipe en Los Pinos, entendido no como en el tratado de ciencia política de Maquiavelo El príncipe, sino como parte de la aristocracia priista gobernante donde, si fuera una monarquía formal, sería el heredero del poder. No es el caso, pero es el contexto.

El presidente Peña Nieto está listo para hacer el primer ajuste programado de su equipo de gobierno, pero todas las señales son que sus dos pilares, los secretarios de Gobernación y Hacienda, permanecerán en sus puestos. Por diseño, las dos figuras serían sus candidatos naturales a sucederlo en 2018, pero las condiciones de la economía mexicana, la reforma fiscal, las externalidades financieras y el maltrato del secretario Luis Videgaray a las fuerzas productivas del país, lo colocan en una situación donde remontar la suma de factores negativos se antoja, en este momento, sumamente difícil. En también el caso del secretario Miguel Ángel Osorio Chong, donde la fuga de El Chapo Guzmán evidenció la debacle de la política de seguridad, que él asumió como su responsabilidad, y le infligió una herida que no se ve cómo curarla. Sin sus dos precandidatos con plena salud política, Peña Nieto tiene que abrir su abanico de posibilidades para la sucesión presidencial, porque está en riesgo de quedar mutilado.

Del trío que componen la presidencia tripartida con la que gobierna, el único que está en condiciones de darle una bocanada de oxígeno es Nuño. Pero no desde la jefatura de la Oficina de la Presidencia, sino en el gabinete. Peña Nieto está casi obligado, en términos estratégicos, a moverlo hacia esa posición y desde ahí construir una candidatura alterna, si no logra rescatar a ninguno de sus dos secretarios. Posiciones para él existen. No Educación Pública, uno puede suponer, porque ningún aspirante a la Presidencia podrá llevar a puerto firme la Reforma Educativa. No a Gobernación, salvo que el presidente terminara de liquidar a Osorio Chong. ¿Alguna otra más con la exposición necesaria?

La Secretaría de Desarrollo Social, generosa, noble y constructora de dos candidaturas presidenciales, es una posibilidad. Cuando menos es lo que mandó decir Nuño a través de una columna política que refleja siempre su pensamiento, Rozones, que lo publicó hace unos días. Suena bien como alternativa para el presidente. Ya se verá si las conjeturas se vuelven realidad y si el presidente, otra vez, lo escuchó.



rrivapalacio@ejecentral.com.mx

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