Sherwood Anderson (1876 - 1941 ) |
El tonto
Hay una historia, no puedo contarla, no tengo palabras. La historia está casi olvidada pero a veces la recuerdo. La historia trata de tres hombres en una casa en una calle. Si pudiera decir las palabras cantaría la historia.
La susurraría a los oídos de mujeres, de madres.
Correría por las calles contándola una y otra vez.
Con mi lengua, que se habría soltado, repicando contra mis dientes.
Los tres hombres están en una habitación en la casa.
Uno de ellos, joven y peripuesto.
Ríe sin parar.
Hay un segundo hombre con una larga barba blanca.
Lo consume la duda pero a veces su duda lo abandona y se queda dormido.
El tercer hombre es el que tiene ojos malvados y se pasea nervioso por la habitación frotándose las manos una contra la otra. Los tres hombres esperan. Esperan.
Arriba en la casa hay una mujer de pie con la espalda apoyada contra la pared, en la penumbra junto a una ventana.
Esos son los cimientos de mi historia y todo cuanto sabré se encuentra destilado en ellos.
Recuerdo que un cuarto hombre llegó a la casa, un silencioso hombre blanco.
Todo era tan silencioso como el mar por la noche.
Sus pies no hacían ningún ruido contra el suelo de la habitación en la que estaban los tres hombres.
El hombre de ojos malvados hervía por dentro, corría de un lado a otro como un animal enjaulado.
El viejo hombre gris se contagió de su nerviosismo, se quedó tirándose de la barba.
El cuarto hombre, el blanco, subió hasta donde estaba la mujer.
Ahí estaba ella, esperando.
Qué silencio había en la casa, qué alto sonaba el tictac de todos los relojes del vecindario.
La mujer de arriba anhelaba el amor. Esa tiene que haber sido la historia. Deseaba el amor con todo su ser. Quería enamorar, cuando el hombre blanco y silencioso compareció, ella se abalanzó hacia él.
Sus labios estaban separados.
Había una sonrisa en sus labios.
El hombre blanco no dijo nada.
En sus ojos no había ningún reproche, ninguna pregunta.
Sus ojos eran tan impersonales como estrellas.
Abajo el tipo malvado gemía y corría de un lado a otro como un perrillo perdido y hambriento.
El tipo gris intentaba seguirle por todas partes pero al poco tiempo se cansó y se echó en el suelo para dormir.
Nunca más despertó.
El peripuesto también yacía en el suelo.
Reía y jugaba con su fino bigote negro.
No tengo palabras para contar lo que sucedió en mi historia.
No puedo contar la historia.
El tipo blanco y silencioso puede que fuera la Muerte.
La mujer anhelante en espera puede que fuera la Vida.
El barbudo gris y el malvado me confunden.
Pienso y pienso, pero no logro entenderlos.
Sin embargo, la mayor parte del tiempo ni siquiera pienso en ellos.
Me obsesiona el tipo peripuesto que ríe a lo largo de toda la historia.
Si pudiera comprenderle, podría entenderlo todo.
Podría correr por el mundo contando una historia maravillosa. Dejaría de ser tonto.
¿Por qué no se me dieron las palabras?
¿Por qué soy tonto?
Tengo una historia maravillosa que contar pero no conozco el modo de contarla.
Leído en http://uninstantedecaos.blogspot.mx/2013/02/el-tonto-sherwood-anderson.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, sean civilizados.