viernes, 18 de septiembre de 2015

Doralicia Carmona Dávila - Francisco Ignacio Madero González

Francisco Ignacio Madero González 1873-1913

Nace en la Hacienda del Rosario, municipio de Parras de la Fuente, Coahuila, el 30 de octubre de 1873. Su abuelo Evaristo Madero Elizondo amasó una de las cinco fortunas más grandes del país mediante empresas agrícolas, ganaderas, vinícolas, textiles y de transporte. A diferencia de las ricas familias Torres y Terrazas, los Madero no sólo no cooperaban, sino se oponían a las compañías norteamericanas que operaban en la región. “A finales del siglo, Francisco Madero (padre del revolucionario) había formado y encabezado una coalición de hacendados laguneros para oponerse a los intentos de la compañía anglo-norteamericana Tlahualilo por monopolizar los derechos sobre el agua en esa zona enteramente dependiente de la irrigación. Cuando los Madero cultivaron guayule, sustituto del caucho, se enfrentaron a la Continental Rubber Company. Otro conflicto se desarrolló antes de 1910 debido a que los Madero poseían el único horno de fundición del norte de México que era independiente de la American Smelting and Refining Company”. (Friedrich Katz. La guerra secreta en México).









Francisco I. Madero sería un prominente hacendado y empresario de La Laguna, cercano al grupo de “los científicos”, que “pertenecía a un poderoso clan desplazado del poder local por Bernardo Reyes y sus operadores en Coahuila, pero que tenía prósperos y diversificados negocios en todo el noreste y vínculos económicos y familiares con casi todos los grupos empresariales de importancia”. (Salmerón Pedro. Los Carrancistas).

Ingresa al colegio jesuita de San Juan en Saltillo; luego, pasa al colegio católico Saint Mary’s College en Baltimore; después va a París en donde estudia contabilidad, economía política y sistemas de comercio en el Liceo Versalles y en la Escuela de Altos Estudios Comerciales de Francia; ahí gustaba asistir a las sesiones del parlamento y comenzó a practicar el espiritismo. Finalmente ingresa a la Escuela Técnica de Agricultura de Berkeley, en San Francisco, California. Regresa a México en 1893 y se dedica a administrar las haciendas y demás posesiones de su padre; hace estudios sobre la producción vitivinícola de Coahuila; moderniza sistemas de cultivo; fomenta la educación y funda la escuela comercial de San Pedro; practica sus conocimientos de medicina homeopática y hace sesiones de espiritismo.



Propone la construcción de represas para dotar de agua a la zona en tiempo de sequías y, al publicarse la propuesta, recibe una carta de felicitación del presidente Díaz en 1900. Sin embargo, le conmueven la miseria de la gente del campo y las condiciones infrahumanas de los obreros de las fábricas. Asimismo, le indigna el régimen de desigualdad que provoca el porfirismo. Se opone a las acciones fraudulentas de las elecciones que llevan a otra reelección a Díaz; señala que es necesario un cambio hacia la democracia.



El porfiriato autoritario y centralista que le toca vivir a Madero, comienza a ser cuestionado por distintos grupos urbanos, a pesar de que en la población, casi 90% rural dominada por hacendados mexicanos y extranjeros que concentran la riqueza, sólo un 20% de los quince millones de mexicanos sabe leer y escribir. Los católicos, influidos por la encíclica Rerum Novarum de 1891 critican el anticlericalismo, la concentración de la propiedad rural, las condiciones laborales existentes, el caciquismo y la falta de democracia. En contraste, los liberales, con Camilo Arriaga y los hermanos Flores Magón al frente, atacan el clericalismo de Díaz, la falta de libertad de expresión, de separación de poderes, de autonomía municipal, de justicia en los tribunales y, desde luego, de democracia electoral; al radicalizarse, extienden su crítica a los “científicos”, a Bernardo Reyes, a la inversión extranjera y a las condiciones deplorables de obreros y campesinos. Lógicamente el gobierno reprime a los descontentos y obliga a sus dirigentes a expatriarse a Estados Unidos.



En 1904, Madero inicia su participación en la política electoral de su estado como candidato a presidente municipal de San Pedro de las Colonias y es derrotado por la maquinaria porfirista. Al siguiente año, funda el Club Democrático Benito Juárez, para apoyar a Frumencio Fuentes, candidato de oposición a gobernador de Coahuila y edita el periódico “El Demócrata”, en cuyo primer número escribe Vox Populi, Vox Dei (La voz del pueblo es la voz de Dios), un artículo en el que se pronuncia por el voto libre y el respeto a los derecho ciudadanos.

Cuando se discute si la convención del Club debe hacerse en Torreón o la capital con la anuencia del gobierno federal, Madero señala: “Ir a México es ir a doblegarnos ante el déspota, es ir a besar la mano que nos oprime, es reconocer al Dictador el derecho de inmiscuirse en nuestros asuntos internos, es sancionar la costumbre de irle a suplicar que nos cambie de gobernador, cuando somos nosotros los únicos que tienen derecho a hacerlo, y, por último, es darle el golpe de gracia a la soberanía de nuestro Estado… Aceptar la ayuda interesada de Corral es ponernos en sus manos y hacer que nuestro Estado le sirva de primer escalón para encumbrarse a la Presidencia de la República; es tanto como ayudar a sostener una nueva dictadura en nuestro país; es ponernos al lado de los dictadores de la patria; en una palabra, es convertirnos en serviles instrumentos de la tiranía, en vez de ser los campeones, los mártires, si necesario fuere, de la causa santa de la libertad”.

De acciones como éstas resulta su persecución, el fraude electoral y el triunfo de Miguel Cárdenas, adicto a Díaz, que se reeligió como gobernador. Eso lo convence de que debe actuar en el ámbito nacional con la consigna de la “No Reelección” y se vincula con la corriente magonista. Aunque después diferirá de ellos, ayuda económicamente a los hermanos Flores Magón y a Juan Sarabia, quienes al año siguiente lanzan el Programa del Partido Liberal.

En 1906, Madero expone en el Primer Congreso Nacional Espírita, una síntesis de una visión metafísica de la vida y de la muerte basada en la idea de que las personas son entidades espirituales que van ascendiendo de vida en vida y de mundo en mundo en un proceso de perfeccionamiento que lleva a la conciencia absoluta, desligada de la materialidad, muy a la manera de El Libro de los Espíritus, de Alan Kardek, sumamente popular en su época.

La preferencia de Díaz por el grupo de los “científicos” ocasiona el descontento de los partidarios de Bernardo Reyes, a quien debido a su popularidad se obliga a abandonar el país, por lo que los reyistas atacan al régimen y a los “científicos”, al mismo tiempo que sostienen una posición antireeleccionista. Al quedar acéfalo, el reyismo es tierra fértil que puede ser abonada por Madero y le aporta nuevos dirigentes políticos al incipiente maderismo, como Venustiano Carranza.


En 1908, después de la entrevista Díaz-Creelman, en la que Díaz declara que el pueblo mexicano está maduro para la democracia, Madero publica el libro “La sucesión presidencial en 1910, El Partido Nacional Democrático” (la primera edición apareció como La sucesión presidencial en 1910, El Partido Antirreeleccionista porque surgió una agrupación reyista denominada Partido Democrático), dirigido a la clase media; y, aunque no trata los problemas económicos fundamentales, afirma que el pueblo debe retomar el ejercicio de sus derechos políticos y dar fin a la dictadura que promueve el enriquecimiento de unos pocos a costa del empobrecimiento de la mayoría; que Porfirio Díaz debe acceder a la formación de partidos políticos y evitar las elecciones fraudulentas; que de continuar las acciones represivas y la defraudación electoral, el pueblo tendrá que tomar medidas más drásticas para recobrar sus derechos. Dice también que la clave de la solución de los problemas nacionales está en lograr un cambio político para conformar un régimen democrático y así impedir una revolución armada o el fortalecimiento de la dictadura; propone formar el Partido Nacional Democrático para contender en las elecciones de 1910, bajo el lema “Libertad de sufragio y no reelección”. Acepta que Díaz se reelija en la Presidencia a cambio de que la vicepresidencia sea ocupada por un miembro de la oposición y se realicen elecciones libres para los demás cargos políticos. Señala la necesidad de la participación popular para el avance democrático: “Un buen gobierno solamente puede existir cuando hay buenos ciudadanos”.


Envía un ejemplar de su libro a Díaz con una carta en la que le pide sea consecuente con lo dicho a Creelman y permita la democratización del país; de actuar así, “Usted se elevará a una altura inconcebible, a donde sólo le llegará el murmullo de admiración de sus conciudadanos”. Díaz no da contestación a la misiva. Y Madero prosigue una labor epistolar con los críticos y opositores de Díaz a fin de fundar el partido que propone.


Como Díaz no muestra intenciones de abandonar el gobierno ni de dejar la vicepresidencia en manos de la oposición, el 22 de mayo de 1909 organiza el Centro Antirreeleccionista encargado de promover clubes políticos para fundar el Partido Antirreeleccionista. También funda un periódico. Le apoyan numerosos exreyistas como Luís Cabrera y los hermanos Vázquez Gómez, además de José Vasconcelos, Federico González Garza, Roque Estrada, Filomeno Mata y Félix F. Palavicini, entre los más destacados.


A partir de junio de 1909 comienza una gira por todo el país para promover el antirreeleccionismo y logra reunir multitudes que lo aclaman, hecho inusitado en la historia política de México. "Acompañado únicamente de su mujer y de un correligionario en funciones de orador, Madero recorre amplias zonas del país. Primero la burla, después la alarma y por último la represión, serían las respuestas que la campaña de Madero había de tener en los círculos del gobierno. La figura diminuta del retador de Díaz, ya sólo fuera por su actitud, crecía enormemente." (Historia Mínima de México) Primero hace campaña en Veracruz, Progreso, Mérida, Campeche, Tampico, Monterrey y San Pedro de las Colonias. En un segundo momento visita Querétaro, Guadalajara, Colima, Mazatlán, Ciudad Juárez, entre otras poblaciones. También viaja a Torreón, Saltillo, San Luis, Guanajuato y desde luego, a la ciudad de México. El dinero necesario para financiar su campaña, lo obtiene de la venta de una parte importante de sus propiedades.



Su programa es fundamentalmente político, ignora las demandas de las clases sociales más pobres pese a que son la mayoría de la población, como lo expresa el propio Madero ante los obreros de Orizaba: “Del gobierno no depende aumentaros el salario ni disminuir las horas de trabajo, y nosotros, que encarnamos vuestras aspiraciones, no venimos a ofreceros tal cosa, porque no es eso lo que vosotros deseáis; vosotros deseáis libertad... vosotros no queréis pan, queréis únicamente libertad, porque la libertad os servirá para conquistar el pan”. Para Madero, miembro de la más dinámica y emprendedora burguesía mexicana, la brutal dictadura porfirista era el gran obstáculo para que el país avanzara hacia el capitalismo moderno de Estados Unidos, Francia o Inglaterra. Su fórmula para salvar a México era "el restablecimiento de la Constitución y la reivindicación del principio de la propiedad privada, en particular del pequeño propietario emprendedor". Para Katz, ya citado, la ideología de Madero era la de la clase terrateniente, “teñida de una buena dosis de filantropía”. Compartía con los “científicos” la creencia de que sólo la inversión extranjera provocaría la modernización del país, pero deseaba su reglamentación para evitar abusos; asimismo, que la agricultura sólo podía modernizarse sobre la base de las grandes propiedades agrarias. Se diferenciaba de ellos porque pensaba que era necesario un mayor involucramiento de la clase media en los procesos políticos mediante la democracia. Ambos consideraban que el sistema existente era el único racional y había que preservarlo, inclusive con un ejército profesional que combatiera movimientos campesinos y obreros radicales.


Para ese entonces, los Estados Unidos ya no estaban satisfechos con el gobierno de Díaz, que abría sus puertas a la inversión inglesa y francesa, porque aspiraban a imponer la hegemonía norteamericana en México. Consideraban que debía haber una transición de la oligarquía terrateniente a la burguesía industrial y agraria, antes de que estallara la rebelión social contra la dictadura porfirista. Madero parecía garantizar esta transición, no así los radicales anarquistas floresmagonistas, a quienes reprimían con dureza. Por eso, en su momento, los norteamericanos permitirán los preparativos revolucionarios de los maderistas en su territorio y el envío de armas a sus correligionarios en México, pese a su supuesta neutralidad. Como señala Adolfo Gilly (La revolución mexicana): “El bando de Madero contaba con otro bando de apoyo: el santuario que le ofrecía Estados Unidos”.



En abril de 1910, la Convención Nacional Independiente de los partidos Nacional Antirreeleccionista y Nacional Democrático, lo postula como candidato a la Presidencia y a Francisco Vázquez Gómez, a la vicepresidencia. Triunfa sobre los precandidatos Toribio Esquivel Obregón y Fernando Iglesias Calderón. Pero Díaz piensa que Madero es un iluso y hasta demente, no le da importancia; además, considera que su presencia resta fuerza a la oposición del reyismo.




Madero realiza una campaña brillante en cuatro giras por toda la nación con el lema "Sufragio efectivo, no reelección". Es la primera vez en la historia mexicana que un candidato presidencial realiza una campaña en toda forma con mítines en las plazas públicas, carteles, pendones y volantes, así como periódicos como El Antirreeleccionista y Nueva Era. Realiza mítines nutridos en Veracruz, Orizaba, Jalapa, Puebla, Guanajuato, Guadalajara; San Luís Potosí, Saltillo y Monterrey. Sus principales asistentes y apoyo fueron su propia familia, su padre y sus hermanos Gustavo, Emilio, Julio y Raúl. Pese a que no es buen orador, entusiasma a la gente con sus discursos y como levanta multitudes, comienza a ser hostilizado por el gobierno, pese a que declara su disposición a renunciar a su candidatura si el general Díaz garantiza "que en lo sucesivo seremos gobernados por la ley... que en los próximos comicios habrá libertad absoluta... que el voto público será respetado"...

En junio lo aprehenden en Monterrey por proteger la fuga de Roque Estrada, su secretario, acusado de “trastornar el orden público”, “conato de rebelión y ultraje a las autoridades”, y es enviado a la cárcel de San Luís Potosí. Pero Madero ya había recorrido casi todo el país, sólo le faltó visitar Baja California, Nayarit, Michoacán, Guerrero, Chiapas, Tabasco y Quintana Roo. Las elecciones concluyen el 12 de julio y en septiembre siguiente, el Partido Nacional Antirreeleccionista presenta un memorial denunciando el fraude electoral, memorial que rechaza la Cámara de Diputados. Cuando Díaz es declarado reelecto el 4 de octubre, Madero es liberado bajo caución y con la condición de que no salga de ese lugar.


Logra escapar a Estados Unidos y el 5 de octubre de 1910, termina el Plan de San Luís, en el que declara ilegales las elecciones del 10 de julio, desconoce a las autoridades establecidas, convoca a la instauración de un gobierno provisional y llama al movimiento armado para el 20 de noviembre siguiente. Desde el exilio, expide nombramientos de jefes de la rebelión en entidades y regiones, para que organicen y emprendan acciones de guerra para derrocar al gobierno porfirista.


Centrado en exigencias políticas, el Plan refleja esencialmente, los deseos y aspiraciones del ala de la burguesía mexicana hostil a Díaz y sólo recoge la demanda popular de restituir a los campesinos las tierras que les han sido despojadas por los terratenientes, pero no señala procedimientos ni plazos, de modo que queda sujeta a la interpretación.


La rebelión inicia en Puebla con el asesinato de Aquiles Serdán el 18 de noviembre. Madero se ha dirigido a la clase media urbana con demandas políticas, pero su llamado es mejor acogido por los sectores populares y rurales encabezados por Villa, Orozco y Zapata, que tienen reclamos sociales, predominantemente agrarios.

Madero cree que buena parte del ejército federal se le unirá, y al permanecer el ejército fiel por completo a Díaz, se auxilia de oficiales retirados y en activo como Francisco Beltrán, Manuel García Vigil, Arturo Lazo de la Vega y Manuel Escudero para entrenar en el arte de la guerra a los rancheros, mineros, empleados, vaqueros, que se enrolan al movimiento revolucionario. "En su momento, estos militares ayudaron a establecer ciertas reglas para conformar algo parecido a un ejército con reclutas civiles, con jerarquías, cuerpos de combatientes y disciplina". (Portilla Santiago. El ejército antireeleccionista 1910-1911).

El 20 de noviembre sólo se registran 13 levantamientos en Chihuahua, Durango, San Luis Potosí y Veracruz, pero la revolución cunde paulatinamente a todo el país. Las guerrillas que atacan a caballo poblados pequeños y medianos sin presentar frente a las tropas federales, operan en abril de 1911, ya en 18 estados de la República. Ante la incapacidad del ejército federal para exterminar a los alzados, Díaz anuncia algunas reformas para atender las demandas de los revolucionarios, pues el ejército se ha vuelto obsoleto al no ser modernizado por el temor del dictador al liderazgo del general Bernardo Reyes, su principal actividad ha sido reprimir indígenas indefensos y ha sido minado por la corrupción interna. El 10 de mayo de 1911, Ciudad Juárez cae en manos de los rebeldes. Madero preside un gabinete provisional con Francisco Vázquez Gómez, Gustavo Madero, Venustiano Carranza, José María Pino Suárez y otros.


Díaz y su grupo, en una retirada estratégica para preservar el establishment, acceden a la firma de los Tratados de Ciudad Juárez el 21 de mayo siguiente, por los cuales Díaz renuncia a la presidencia, se licencia a las tropas rebeldes y se conserva intacto el ejército federal que no ha sido derrotado; el poder es entregado a Francisco León de la Barra como presidente provisional, quien una vez en la presidencia, se encargará de dividir a los revolucionarios y de preparar la contrarrevolución mediante el descrédito de Madero, cuyas acciones pacificadoras con los zapatistas son desmentidas por las operaciones del ejército federal en Morelos. A pesar del triunfo de la revolución, el régimen porfirista está indemne, es más, se reprime a los revolucionarios que supuestamente habían triunfado. Pese a todo, Madero llega a la capital el 7 de junio de 1911 y es recibido por una multitud que lo aclama de alrededor de cien mil personas, nunca antes reunida para recibir a un personaje.



Madero cree que a partir de la democracia se solucionarán los problemas nacionales: “Al conquistar nuestras libertades hemos conquistado una nueva arma...esa arma es el voto”. Entonces organiza el Partido Constitucional Progresista, disuelve el Antirreeleccionista, y con la fórmula Madero-Pino Suárez, inicia su campaña presidencial mucho menos intensa que la anterior; triunfa con aplastante mayoría de votos el 15 de octubre de 1911 (19,997 votos en elección de segundo grado indirecta -equivalentes a casi dos millones si la votación hubiera sido directa-, contra 87 a favor de León de la Barra y 16 de Emilio Vázquez Gómez) y toma el poder el 6 de noviembre siguiente.

Forma su gabinete con muy pocos maderistas con la pretensión de llevar una política conciliatoria. Se siente “más orgulloso por las victorias obtenidas en el campo de la democracia que por las alcanzadas en los campos de batalla”.

El siguiente día 7 de noviembre, se reforma la Constitución para prohibir la reelección de presidente, vicepresidente y gobernadores de los estados. El día 30 del mismo mes, en tanto se expide la ley del servicio militar obligatorio, decreta la desaparición de la leva mediante el reemplazo anual de las bajas del ejército por civiles reclutados mediante sorteo, correspondiente al uno por millar de la población masculina censada de cada entidad federativa. Y el 19 de diciembre del mismo año, se publica una nueva Ley Electoral para establecer el voto directo en las elecciones federales.



Como presidente, Madero emite dos decretos importantes: el primero dispone el regreso de indios yaquis deportados hacia Yucatán: el segundo cancela los privilegios dados por décadas a las haciendas que convertían a sus trabajadores en verdaderos esclavos, como fue el caso particular de Valle Nacional. Respecto a la educación, formula un programa que incluye el establecimiento de escuelas rurales, comedores escolares, albergues para estudiantes, escuelas nocturnas para trabajadores y educación especial para indígenas. Además, permite la libre asociación colectiva de obreros en sindicatos, por lo que se funda la Casa del Obrero Mundial y se crea el Departamento del Trabajo. Asimismo, comienza a esbozar una reforma agraria basada en el ejido. En el ámbito internacional, inicia una política independiente que lo enfrenta con el embajador de Estados Unidos, Henry Lane Wilson.



En lo político, Madero permite el establecimiento del Partido Católico, que representa la llamada "derecha mexicana" y las elecciones libres, respeta la libertad de prensa, deja autónomos a los poderes legislativo y judicial, al mismo tiempo que respeta a las autoridades estatales y municipales. Por otra parte, reprime las huelgas y en 1912, ataca al movimiento independiente de los trabajadores organizado en la Casa del Obrero Mundial y exilia a sus dirigentes; en cambio estimula a la Gran Liga Obrera vinculada al Estado.

Pero su actuar no satisface las expectativas políticas que había despertado en el gobierno norteamericano y además, provoca el disgusto de las empresas estadounidenses, porque el 3 de junio del mismo año, decreta un impuesto de veinte centavos por cada tonelada producida de petróleo crudo, y el siguiente 11 de julio dispone el registro de las compañías petroleras, lo cual motiva que en el Senado de Estados Unidos se integre un Subcomité encargado de investigar la situación de los norteamericanos en México, los daños sufridos en sus poblaciones fronterizas por la revolución y las violaciones a las leyes de neutralidad.

Para Katz, ya citado, Madero disgusta al gobierno de Estados Unidos, más que por lo que hace, por lo que deja de hacer: compensar sin investigación legal las reclamaciones por pérdidas de vidas y propiedades, ceder a las presiones norteamericanas, no permitir que la Standard Oil Company se apodere de la industria petrolera y que los ferrocarriles "mexicanos", realmente propiedad estadounidense, desplacen al ferrocarril británico del istmo. Tampoco es de su agrado su negativa a exterminar la rebelión zapatista, su impulso a la inmigración europea, su proyecto de instaurar un servicio militar obligatorio, su legalización de los sindicatos y su respeto a la libertad de prensa que da paso a fuertes expresiones antiestadounidenses.

Tampoco Madero puede terminar con la rebelión campesina que le permitió derrocar a Díaz.


“De un modo casi vertiginoso, Madero se fue quedando solo, pues muchos de los maderistas no veían en él sino a un idealista utópico o bien a un hombrecillo débil, que no comía carne, que no bebía alcohol y que vivía obsesionado por el sufrimiento de los más humildes. Para todos ellos, estas no eran virtudes para un jefe de Estado”. (Grandes personajes de México)


En suma, las medidas de Madero dejan insatisfechos a los distintos grupos políticos, clases sociales, diplomáticos e inversionistas extranjeros. Los radicales juzgan sus acciones insuficientes y los exporfiristas, peligrosas para sus intereses.

En lo económico, Madero logra mantener la cotización del dólar a la equivalencia fijada por la ley gracias a la intervención de la Comisión de Cambios y Moneda. De 1911 a 1913 la inflación disminuye y los salarios reales aumentan, aunque el gasto militar provoca un déficit fiscal creciente. Sin embargo, el gobierno obtiene diez millones de dólares de empréstitos extranjeros a una tasa de 4.5% anual. Y las empresas inician una etapa de recuperación, salvo los bancos que se dicen afectados negativamente por las constantes rebeliones.


Madero teme las consecuencias de una revolución popular y a la vez, trata de transformar el régimen autoritario. La amplia coalición popular que lo llevó al poder se fragmenta. Los exporfiristas se esfuerzan por exhibir la debilidad del gobierno. Muy pronto, Madero enfrenta rebeliones: la zapatista con el Plan de Ayala, la de Bernardo Reyes, la de Emilio Vázquez Gómez con los planes de Tacubaya y Santa Rosa, la de Félix Díaz en Veracruz y la de Pascual Orozco con el Plan de la Empacadora.


El 16 de septiembre de 1912 toman posesión diputados y senadores elegidos libremente, lo que permite a la facción del “grupo renovador”, en realidad exporfirista, de la XXVI legislatura, realizar una crítica permanente para tratar de demostrar que el gobierno no tiene solidez ni estabilidad.


En diciembre siguiente, según Katz, ya citado, en Washington, el presidente Taft, el presidente electo Wilson y el secretario Knox acuerdan derrocar a Madero mediante “amenazas de intervención, promesas de puestos y honores (lo cual aquí es sinónimo de ingresos por cohecho) y soborno directo en efectivo”. Por eso, aunque Taft niega formalmente permiso a Henry Lane Wilson para amenazar a Madero con la intervención norteamericana, éste no cesa de hacerlo y de hecho el gobierno estadounidense apoya sus acciones.


Además, el gobierno maderista tiene que combatir a los rebeldes en medio de gran agitación política generada por la oposición legislativa y el asedio de una prensa “que muerde la mano que le quitó el bozal” y que contribuye a que la propia población civil culpe del desorden y de la desgracia nacional al presidente Madero y no a la conspiración porfirista que planea un golpe de estado.


Para entonces, la mayoría de los políticos del “antiguo régimen”, del cuerpo diplomático, de los empresarios, de los intelectuales y periodistas, y hasta miembros de su propio gabinete, piensan que la solución es la renuncia de Madero.


El 9 de febrero de 1913, Manuel Mondragón libera a Bernardo Reyes y a Félix Díaz y atacan Palacio Nacional. Todos aconsejan a Madero traer a México a las mejores tropas irregulares que le son leales, para dar fin a la asonada militar. Pero, obcecado en mantener el orden legal, no ve más opción que nombrar a Victoriano Huerta como el jefe responsable de combatir a los amotinados. Los cadetes del Colegio Militar escoltan al presidente Madero del Castillo de Chapultepec a Palacio Nacional. Muerto Reyes, los golpistas derrotados se refugian en La Ciudadela, prácticamente condenados a la derrota.



En este contexto, los políticos norteamericanos del Partido Republicano, con poco tiempo para actuar pues tienen que entregar el poder a los demócratas, propician que el embajador Wilson, con la anuencia de los también embajadores de España, Inglaterra y Alemania, así como de varios políticos antimaderistas, proteja a los golpistas y negocie un arreglo entre Díaz, Rodolfo Reyes (hijo del general) y Huerta, a quien Madero había confiado la lucha contra los rebeldes. Tras diez días de combates fingidos por Huerta contra los sublevados, “la decena trágica”, firman el pacto de la Ciudadela o de la Embajada (norteamericana) y el comandante que protege Palacio Nacional aprehende el día 18 a Madero y a Pino Suárez. Según el diputado González Garza, Madero comenta: “Como político he cometido dos graves errores que son los que han causado mi caída: haber querido contentar a todos y no haber sabido confiar en mis verdaderos amigos”. Más tarde dirá a su madre: “No sé que venda me puso el Señor en los ojos, que no me dejó ver lo que Gustavo me decía”…


Así, cuando iba en camino de lograr la estabilidad de su gobierno, Madero es vencido por la conjura del gobierno norteamericano, por la traición del ejército federal, por el actuar desgastante de los poderosos grupos exporfiristas de políticos, hacendados y empresarios, por la desintegración del frente antirreeleccionista, por la desilusión de las clases medias, por la prensa mercenaria y desde luego, por su propia buena fe e inexperiencia, que le impide integrar un cuerpo político homogéneo y eficaz.

Escribiría Martín Luis Guzmán (Muertes Históricas): "Madero medía siempre, a impulsos de su carácter, la rectitud de los actos que ejecutaba, no la conveniencia de hacerlos o dejarlos de hacer. Por eso, siendo grande, incontrastable inspirador y encauzador de sentimientos y movimientos populares contra la injusticia, no supo ser nunca el estadista que convirtiera su visión nacional en una estructura política capaz de realizarse, La política, arte de gobernar y dirigir a los hombres salvándolos de sí mismos, exige un grado de perversidad que en Madero no existía ni podía existir. Madero sólo creía en la eficacia del bien".


El día 19, Madero y Pino Suárez firman sus renuncias a cambio de que se les permita ir al extranjero, en donde piensan reorganizar la revolución y volver otra vez al poder. El arzobispo de México celebra una misa de acción de gracias por la caída del gobierno maderista. Y Huerta ordena el asesinato de los derrocados: los esbirros huertistas les dan muerte la noche del 22 al 23 de febrero de 1913, en el trayecto a la penitenciaria de Lecumberri.


Al entierro acuden pocas personas y el silencio de la prensa es casi sepulcral. Los diputados, temerosos de ser detenidos, después de aceptar la propuesta de Querido Moheno de enlutar por tres días el frontis de la Cámara con la inscripción “Por las Víctimas”, envían una comisión a felicitar al usurpador Huerta.

Para Katz, ya citado, Madero no fue un ingenuo ni un soñador, actuó conforme a su propia estrategia. Siempre supo que Díaz sólo podía ser derrocado por la fuerza armada, pero estimó que la movilización política era el prerrequisito para una revolución y para poder actuar libremente tuvo que parecer inofensivo a la dictadura. Realizada su campaña electoral y agotados todos los recursos legales, pudo ya convocar a la revolución. Aceptó conservar el ejército federal porque no deseaba una transformación social y creyó que el ejército podía dar estabilidad al cambio, no así las huestes revolucionarias; por eso para controlarlo, lo mismo respetó los grados militares, que trató de equilibrar su poder de fuego con revolucionarios incorporados a los rurales y con un servicio militar obligatorio que no tuvo tiempo de implantar. Al darse la asonada militar, calculó el riesgo de que otros grupos militares se unieran a los golpistas, lo cual trató de evitar con el nombramiento de Huerta, que tenía la lealtad de todo el ejército, como lo demostró cuando se apoderó del gobierno y Ángeles fue el único general federal que hasta varios meses después se unió a los constitucionalistas. Su temor a una revuelta campesina lo hizo mantener intacto al ejército y el riesgo de perder el apoyo militar, nombrar a Huerta y no destituirlo. Su última apuesta fue a la lealtad de Huerta y perdió.


A pesar de todo, como señala Javier Garcíadiego (Gobernantes Mexicanos): “con Madero se dio una transformación casi total del aparato gubernamental, quedando conformado, precisamente, con quienes antes habían sido marginados del mismo, muchos de los cuales se opusieron al porfiriato entre 1910 y 1911. Incluso cuando la libertad electoral y la inexperiencia de los nuevos políticos permitieron la supervivencia de algunos porfiristas, éstos dejaron de ser los mayores beneficiarios del poder y pasaron a formar parte de la oposición institucional. Es indiscutible que con Madero se constituyó una nueva clase política a partir de los marginados del aparato político porfiriano. Los nuevos políticos representaban a otra generación y, sobre todo, tenían orígenes sociales muy distintos a los de sus predecesores". Esta nueva clase política será la que prosiga la revolución iniciada por Madero.



Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.

Efeméride. Nacimiento 30 de octubre de 1873. Muerte 22 de febrero de 1913.



Leído en http://memoriapoliticademexico.org/Biografias/MFI73.html



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