Venustiano Carranza Garza
1859-1920
Hijo del coronel liberal Jesús Carranza Neira y de María de Jesús Garza, familia de clase media alta poseedora de grandes extensiones de terreno, nació en Cuatro Ciénegas, Coahuila, el 29 de diciembre de 1859.
Realizó sus primeros estudios en su pueblo natal, de donde pasó a Saltillo, en donde ingresó al Ateneo Fuente, para después estudiar en la Escuela Nacional Preparatoria de la ciudad de México en 1874, con la idea de cursar la carrera de medicina. Pero desde joven padeció de una enfermedad de la vista que le impidió continuar sus estudios, por lo que regresó a Coahuila para trabajar en los ranchos Las Animas y El Fuste, ambos pertenecientes a su familia.
En 1882 contrajo matrimonio con Virginia Salinas, con quien procreó dos hijas.
Se integró a la vida política en 1887, cuando fue electo presidente municipal de Cuatro Ciénegas; terminó renunciando a su cargo debido a su mala relación con el gobernador de la entidad José María Garza Galán. Meses más tarde, participó, junto con sus hermanos, en un movimiento en contra de la reelección del gobernador y a favor de la candidatura de Miguel Cárdenas, quien era respaldado por Bernardo Reyes y Evaristo Madero Elizondo, cabezas de grupos políticos rivales unidos momentáneamente. Ante el inminente fraude, su hermano Emilio se levantó en armas financiado por Madero y tomó varios poblados. Por lo que el general Díaz ordenó a Reyes negociar directamente con los rebeldes. A cambio de entregar las armas, los alzados obtuvieron la renuncia del gobernador y el interinato de José María Múzquiz; que Emilio y Cárdenas fueran diputados y que Venustiano regresara a la alcaldía, puesto al que años más tarde volvería entre 1894 y 1898.
Durante las negociaciones con el gobierno federal, Carranza trabó amistad con el general Bernardo Reyes. Un año después, llegó a ser gobernador Cárdenas, ahijado de Reyes y amigo desde la juventud de Carranza, quien así consolidó y amplió su dominio político sobre Cuatro Ciénegas. Así se incorporó al reyismo, dentro del cual se formaría como político.
Su carrera política siguió en ascenso: fue diputado en la legislatura del estado, senador suplente y senador en el Congreso de la Unión, en el cual llegó a ocupar dos veces la vicepresidencia del Senado y tuvo como compañeros de escaño a los más influyentes políticos del porfiriato, como Emilio Rabasa, Rosendo Pineda y Enrique Creel.
En 1908 llegó a ser gobernador interino de Coahuila del 25 de septiembre al 21 de noviembre por ausencia del titular Miguel Cárdenas. Quiso ser gobernador electo al año siguiente, ya que podía aglutinar a reyistas, “científicos” y antirreeleccionistas de Coahuila, incluso contaba con el apoyo del propio Francisco I. Madero. Desgraciadamente, su campaña coincidió con la derrota de la candidatura de Reyes para la Vicepresidencia de la República y la renuncia forzada de Miguel Cárdenas. Por su simpatía hacia el general Reyes, el nuevo jefe militar de Coahuila, Gerónimo Treviño lo invitó a renunciar en nombre del general Díaz, pero Carranza siguió su campaña electoral en condiciones sumamente adversas y finalmente, fue derrotado a la mala por Jesús de Valle, quien disfrutaba de toda la fuerza de Porfirio Díaz y del grupo de los “científicos”.
Este último acontecimiento lo condujo a militar en la oposición; aguardó el lanzamiento de la candidatura de Bernardo Reyes a la presidencia de la República, y al no ocurrir éste, se retiró de la política unos meses, por eso apoyó tardíamente a Francisco I. Madero, con quien no compartía, como todo reyista, su ánimo democrático. Sin embargo, cuando Madero fue aprehendido, lo visitó en la cárcel de Monterrey; durante esa entrevista Carranza se unió plenamente al maderismo.
En noviembre de 1910 se unió a la junta revolucionaria en San Antonio Texas. El 5 de febrero de 1911, Madero nombró a Carranza jefe de la revolución en Coahuila y jefe militar del noreste con la encomienda de apoderarse de Monclova. Tras la toma de Ciudad Juárez, Carranza regresó al país para participar en las negociaciones con los porfiristas. Al acordarse la paz, criticó acremente los acuerdos firmados por Madero porque, para él, significaban continuar el porfiriato aunque sin Porfirio Díaz: “Revolución que transa, revolución que se suicida”, expresó Carranza parafraseando la frase de Saint-Just: “Quien hace revoluciones a medias, cava su propia tumba”. No obstante, figuró como jefe del Departamento de Guerra en el gabinete provisional de Ciudad Juárez, nombramiento que causó el disgusto de revolucionarios como Pascual Orozco, para los que Carranza era un porfirista.
Al triunfo del maderismo, el 29 de mayo de 1911 fue designado gobernador de Coahuila otra vez, pero como provisional. Durante este periodo, Carranza trató de restaurar el orden constitucional y la paz, pero se resistió a desarmar y licenciar a las tropas rebeldes. El 17 de septiembre siguiente, tras dejar la gubernatura en manos de Reginaldo Cepeda y realizar una intensa campaña electoral a lo largo del estado, práctica política nunca antes vista en Coahuila, fue electo gobernador por votación popular para el periodo comprendido entre el 21 de noviembre de 1911 y el 15 de noviembre de 1913. Con un Congreso local de tintes carrancistas, inició su gobierno y pudo enfrentar la crisis provocada por la sublevación de Pascual Orozco.
Ya como gobernador constitucional, puso en práctica importantes reformas educativas, fiscales, laborales y políticas: incrementó el número de escuelas y creó las nocturnas para adultos, reformó los programas de estudio del Ateneo Fuente y de la Escuela Normal; sometió a revisión las exenciones y privilegios fiscales existentes, estableció nuevos impuestos a profesionistas e inversionistas financieros, y levantó una carta catastral para actualizar el pago de impuestos; expidió una ley de compensación por accidentes de trabajo, prohibió el trabajo de menores de 16 años, las tiendas de raya y el pago de salarios en cupones o crédito, apoyó la formación de sociedades mutualistas pero no las huelgas, e integró comisiones para mediar en los conflictos laborales; otorgó autonomía financiera y administrativa a los municipios para que tuvieran capacidad para cobrar el impuesto predial a las compañías mineras; intentó estimular las actividades industriales y mineras mediante exenciones fiscales y la expansión de la red ferrocarrilera; además promovió la reforma de la Constitución local, la cual no pudo ponerse en práctica por la instauración de la dictadura de Huerta.
También se ocupó de los pobres por medio de campañas contra la prostitución, el alcoholismo, el opio y los juegos de azar; trató de mejorar las condiciones de salud mediante la vacunación masiva y de proteger a los campesinos contra los abusos de las tiendas de raya pero no intento reforma agraria alguna. En materia judicial hizo lo posible por reemplazar a jueces y funcionarios venales. Así llevó a la práctica sus ideas de un gobierno constitucional con un ejecutivo fuerte, capaz de recaudar impuestos, de actuar como árbitro en las relaciones laborales, de educar y moralizar al pueblo, así como de promover la redistribución de la riqueza mediante las instituciones.
"Durante los cerca de dos años que fue gobernador de ese estado, Carranza siguió en general los lineamientos políticos de Madero. Respecto de la cuestión agraria, era por lo menos igual de conservador. No intentó modificar las estructuras agrarias, ni atender las demandas de los habitantes de los pueblos que pedían que se les devolvieran las tierras expropiadas, ni remediar los problemas de aquellos campesinos sin tierras que esperaban adquirirlas como resultado de la revolución. Esa política obtuvo el apoyo aplastante de la élite del estado y, de hecho, con una sola excepción importante, correspondió a lo que había defendido durante muchos años su antiguo mentor y protector, Bernardo Reyes. Como él, y a diferencia de Madero, Carranza no tenía mucho respeto por las elecciones genuinas y las lindezas democráticas; como Reyes, Carranza creía que la modernización implicaba otorgar algunos derechos mínimos a los trabajadores, y como Reyes (probablemente en un grado mayor que Madero) era un nacionalista... su nacionalismo agradaba a la élite local, gracias a que era de alcance limitado. Nunca defendió la expropiación ni la nacionalización de las propiedades extranjeras, ni quiso poner barreras que pudieran aislar a la élite del apoyo financiero externo. Su nacionalismo se manifestaba meramente en la intención de sacar más de los extranjeros que Porfirio Díaz o más de lo que Madero se proponía sacar. Forzó a las compañías extranjeras a pagar más impuestos y salarios más altos, y con frecuencia obtuvo otras concesiones, como la construcción de escuelas para los empleados". (Katz Friedrich. Pancho Villa).
Contra lo dispuesto por Madero, que confiaba plenamente en el ejército federal y deseaba que todo cuerpo armado se integrara a éste y estuviera al mando de oficiales federales de carrera, Carranza mantuvo en armas un grupo del ejército revolucionario, que hizo crecer cuando estalló la rebelión de Pascual Orozco; además, estableció un servicio militar obligatorio en las escuelas oficiales. A la derrota de los rebeldes, Carranza pretendió que la fuerza revolucionaria organizada contra Orozco se convirtiera en permanente, de lo cual no pudo convencer a Madero, a pesar de que José María Maytorena, gobernador de Sonora, opinaba en el mismo sentido que Carranza.
Ante los diversos rumores de que se preparaba un golpe militar contra Madero, Carranza invitó a una cacería en las montañas de Coahuila a los gobernadores de Chihuahua, Aguascalientes, Sonora y San Luís Potosí. El propósito real de esta reunión fue tomar providencias en el caso de que se diera esta asonada u otras revueltas similares. Asimismo, en preparación de esta eventualidad, Carranza mantuvo comunicación directa con los comandantes que le habían sido leales.
Tras la renuncia obligada de Madero, que le permitió llegar a Victoriano Huerta a la presidencia de la República de manera “legal” pero ilegítima, Carranza desconoció al dictador e inició el movimiento constitucionalista, llamado así porque su fin era restaurar el orden constitucional interrumpido por el cuartelazo. Para Katz, ya citado, lo motivó sobre todo, el convencimiento de que la independencia y la soberanía de México estaban en peligro, dado el importante papel que tuvo el embajador norteamericano Wilson en el derrocamiento de Madero. Envió una circular a los gobernadores y jefes militares explicando la usurpación; pidió a los generales federales Mier, Trucy Aubert y Gerónimo Treviño no reconocieran a Huerta y fingió un acercamiento con el secretario de gobernación de Huerta para ganar tiempo. Protestó ante el presidente norteamericano Taft por el virtual reconocimiento de Huerta y lanzó un manifiesto al pueblo estadounidense. Finalmente, convocó a la rebelión y ofreció el mando al general Treviño y al no tener más opción, encabezó la lucha respaldado por el decreto 1421 del Congreso de Coahuila que lo autorizó a desconocer al usurpador y facultó extraordinariamente a armar fuerzas para coadyuvar a restablecer el orden legal.
Conforme a Luís Barrón (Carranza. El último reformista porfiriano): “Para Carranza, el reto no sólo era encontrar los hombres necesarios y la manera de financiar una revolución que, además, no destruyera al país; era evitar los errores que Madero había cometido: iniciar una rebelión que se había convertido en una revolución social para después traicionarla pactando con el régimen. Carranza no se había levantado en armas; el golpista era Victoriano Huerta. Por eso, esta vez, había que derrotar al ejército federal e iniciar una reforma profunda del sistema político, pero respetando el orden legal que la Constitución de 1857 representaba.”
Escribe Héctor Aguilar Camín. "Carranza erigió dentro de sí la certeza de que era el único representante legítimo que quedaba en el país, mientras fuera el único en desconocer a Huerta. Y así se comportó desde entonces: como un gobernante, no como un rebelde ni como un simple jefe militar".
Respecto a sus posiciones políticas, Pedro Salmerón (Los Carrancistas) escribe que en su etapa reyista, Carranza estaba “convencido de la urgencia de modernizar económicamente al país y de la necesidad de la dictadura que, garantizando la paz y el orden, permitiera esa modernización… los nortes del Venustiano Carranza convertido en líder nacional: eficacia y disciplina políticas basadas en el autoritarismo personalista y el acotamiento o destrucción de los cacicazgos o caudillos militares; continuación del modelo de desarrollo capitalista deteniendo la oleada popular que -desde su punto de vista- lo amenazaba; y nacionalismo político y económico que pusiera límites precisos a los intereses extranjeros en México”.
Tomó como bandera el Plan de Guadalupe que lanzó el 26 de marzo de 1913. En ese documento se desconoció a Huerta, a los Poderes Legislativo y Judicial, y demás gobiernos de los estados que reconocieran la presidencia de Huerta; se nombró a Carranza como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, quien sería el presidente interino al ocupar la ciudad de México, y desde este cargo, convocaría a nuevas elecciones. A la propuesta del general Múgica de que se incluyeran demandas sociales, Carranza señaló que eso podía provocar la división de las fuerzas revolucionarias y que las reivindicaciones sociales serían un tema pendiente a atenderse para después del triunfo. “La guerra será más breve mientras menos resistencia haya que vencer. Los terratenientes, el clero y los industriales son más fuertes y vigorosos que el gobierno usurpador; hay que acabar primero con este y atacar después los problemas que con justicia entusiasman a todos ustedes”…
El Plan de Guadalupe escribirá Carranza en 1917, fue "el grito de guerra que lo más selecto de la juventud mexicana lanzó a los cuatro vientos del país contra la iniquidad triunfante, y ese grito no era más que la expresión vibrante y sonora de la conciencia nacional, expresión que reasumía el propósito firme, la voluntad deliberada del pueblo mexicano de no consentir más que el pretorianismo volviese a apoderarse de los destinos de la Nación (...) En tal virtud, con el Plan de Guadalupe quedó perfectamente planteada la cuestión de la legalidad contra la usurpación, del derecho contra la asonada, de las instituciones libres contra la dictadura militar".
Conforme al plan, Carranza asumió el mando del Ejército Constitucionalista y emprendió con la milicia estatal una campaña convencional contra el ejército federal; fue derrotado en Anhelo, Saltillo y Monclova. Entonces decidió abandonar Coahuila y buscar refugio en Sonora, donde dominaban los revolucionarios. Enseguida, buscó que los principales grupos revolucionarios lo reconocieran como el jefe del constitucionalismo; para tener contacto personal con sus jefes viajó a Monclova y desde ahí emprendió un largo viaje hacia Nogales cruzando el desierto y la Sierra Madre, cuidando, como Juárez medio siglo antes, no salir del territorio nacional. A su paso se entrevistó con Tomás Urbina, Pánfilo Natera, Aguirre Benavides, José Isabel Robles, los hermanos Arrieta, Pastor Rouaix, Manuel Chao, Maclovio Herrera, Alejandro Vega, Álvaro Obregón, Ramón Iturbe, Felipe Riveros y José María Maytorena entre otros, e invitó a Francisco Villa y a Felipe Ángeles a integrarse, pero Villa no aceptó subordinarse a Obregón, por lo que Don Venustiano nombró a Villa general del Ejército Constitucionalista al mando de la División del Norte. Por su parte, Obregón no aceptó a Ángeles como Secretario de Guerra y Marina y éste se unió a Villa. Finalmente quedó constituido el gobierno constitucionalista en Hermosillo con ocho secretarías, entonces Carranza tuvo que ir más allá del Plan de Guadalupe para ganar apoyo popular y manifestar explícitamente su propósito de establecer la justicia y la igualdad, de remover todo y de crear una nueva Constitución.
Así, a duras penas, Carranza pudo organizar el movimiento constitucionalista con un carácter plural, en el que si bien el carrancismo era la parte directiva, muchos constitucionalistas tenían diferencias ideológicas y políticas notables con Carranza y con los miembros de su grupo, especialmente con Pablo González, el único general netamente carrancista.
Pese a lo anterior, Carranza logró aglutinar las fuerzas revolucionarias contra Huerta a lo largo del territorio nacional: en el norte los generales Álvaro Obregón (Ejército del Noroeste), Pablo González (Ejército del Noreste) y Francisco Villa (División del Norte); y en el sur, Emiliano Zapata (Ejército Libertador del Sur y Centro), aunque el suriano, -como otros jefes revolucionarios lo hacían con frecuencia,- actuaba de manera independiente, pues el plan carrancista se circunscribía al ámbito político e ignoraba las demandas campesinas. De cualquier manera, el plan de Guadalupe se ganó el apoyo de grupos campesinos y clases medias del norte que estaban contra la dictadura y que temían el radicalismo de las masas campesinas en armas.
En sus primeros combates, Carranza demostró que carecía de cualidades militares, por lo que tuvo que fragmentar su ejército y delegar en los generales revolucionarios las decisiones tácticas y hasta estratégicas en las operaciones de guerra. Tampoco le era fácil hacer cumplir sus órdenes estricta y oportunamente en todos los frentes, y cuando algún jefe revolucionario recibía un ascenso por acuerdo de su corporación, inmediatamente Carranza le enviaba su despacho oficial para que ese ascenso fuera por disposición del Primer Jefe y no de sus soldados. De manera similar, para algunos jefes revolucionarios, como Pablo González, era difícil mantener subordinados a los cuerpos revolucionarios bajo su mando, tanto como disciplinar a sus tropas.
A diferencia del ejército huertista, los soldados carrancistas no eran de leva, sino voluntarios que recibían una paga conforme a su jerarquía. Lo más importante: como sus jefes carecían de formación militar, empleaban libre y creativamente las estrategias y tácticas que se les ocurrían, en contraste, los mandos federales, justamente por su carácter profesional, pocas veces iban más allá de lo que habían aprendido, y repetían prácticas inadecuadas u obsoletas que los conducían a la muerte y a la derrota. Esto explica en parte, por qué un ejército de improvisados podía derrotar a militares profesionales.
El 4 de agosto de 1913, a su llegada a Durango, Carranza fue asumido como Primer Jefe por el gobernador de ese estado, Pastor Rouaix. El siguiente día 18, gracias al diputado Adolfo de la Huerta, Carranza fue reconocido por el Congreso del estado de Sonora como único representante de la federación, lo que le dio acceso legal a los recursos federales derivados de impuestos, derechos, productos, concesiones y servicios, además de los recursos de Sonora.
Para financiar a su movimiento, Carranza resolvió que era justo distribuir los gastos de la revolución entre los habitantes de los territorios que iban ocupando mediante la emisión de billetes de circulación forzosa, apoyados en la creación de una deuda interna; así no se corrían riesgos ni contraían compromisos con particulares nacionales o extranjeros. Un primer decreto de 26 de abril de 1913 autorizó la deuda y emisión por la cantidad de $ 5,000,000, al que seguirán otros según las necesidades de la guerra. Los generales Salvador Alvarado, Pablo González, Villa, Obregón y Diéguez, entre otros, fueron autorizados a hacer lo mismo. Se estima que estas emisiones diversas, irregulares, sin respaldo metálico y de rápida devaluación, llegaron a representar entre cuatro y diez mil millones de pesos. Para tratar de poner fin al caos resultante, por decreto de 14 de diciembre de 1916, Carranza incautará todo el sistema bancario, cuya operación pasará al gobierno provisional, y ya como presidente constitucional, intentará crear un banco único de emisión. (Bátiz Vázquez José Antonio. El sustento económico de las revoluciones en México). Además, en 1918 suspenderá todo pago de la deuda gubernamental y en noviembre del mismo año restablecerá legalmente el patrón oro.
En contraste con los zapatistas y villistas que trataban de alterar las estructuras económicas de las regiones que dominaban, los carrancistas no subvertían la economía regional ni interrumpían su funcionamiento, sólo imponían sus billetes "bilimbiques" y sacaban provecho para el financiamiento y abasto de sus tropas mediante el control de las dependencias gubernamentales recaudadoras. Con la Primera Guerra Mundial aumentaron los precios de muchos productos de exportación, lo que trajo auge temporal en la producción de petróleo en Veracruz y Tamaulipas, de henequén en Yucatán, de algodón en La Laguna, de café en Chiapas, de cobre en Baja California, de granos en Sonora y Sinaloa. "En gran medida, la capacidad de las tropas carrancistas de aprovechar los ingresos que estos sectores generaban fue lo que les dio el triunfo.” (Gómez Galvarriato Aurora. Modernización económica y cambio institucional: del porfiriato a la segunda guerra mundial).
También los carrancistas hacían “requisas” de ganado y de otros bienes propiedad de los que consideraban enemigos, obtenían préstamos forzosos de los más ricos; y negociaban préstamos con las instituciones bancarias de las localidades ocupadas. Los frecuentes abusos y saqueos de algunos generales carrancistas, particularmente de Pablo González, hicieron que la palabra “carrancear” fuera sinónimo de robar.
Para Martín Luis Guzmán (El Águila y la Serpiente): "es muy significativo que el instinto popular, tan propenso -a la inversa de lo que se cree- a equivocarse, tan dispuesto siempre a inventar heroísmos y grandezas en hombres de barro y a suponer infamias y crímenes que no existen, haya acertado de plano desde el origen. De Carranza, la voz del pueblo hizo carrancear, y acarrancear y robar los convirtió en sinónimos. En el carrancismo, a no dudarlo, obraba el imperativo profundo del robo, pero del robo universal y trascendente, del robo que era, por una parte, medio rápido e impune de apropiarse las cosas, y por la otra, deporte favorito, travesura risueña, juego, y, además, arma para herir en lo más hondo a los enemigos, o a quienes se suponía enemigos, y a sus parientes y amigos próximos". La opinión más favorable era: "el viejo no roba, pero deja robar".
"EL ÁGUILA CARRANCIANA
ES UN ANIMAL MUY CRUEL,
PUES TRAGA ORO MUY UFANA
Y CAGA PURO PAPEL.
EL PUEBLO QUIERE SABER
CON QUÉ DINERO SE PAGA,
SI DEL QUE EL ÁGUILA COME
O DEL QUE EL ÁGUILA CAGA"
(Anónimo popular 1916)
Simultáneamente a la lucha armada contra Huerta, Carranza tuvo que dar grandes batallas políticas en el frente internacional en vísperas del inicio de la Primera Guerra Mundial. Resistió las presiones de las diversas potencias extranjeras que tenían intereses en el país, particularmente Estados Unidos e Inglaterra y se esforzó por hacer prevalecer el interés nacional con gran decoro.
En noviembre de 1913, ante el intento de Huerta por reelegirse mediante una elecciones fraudulentas, el presidente norteamericano Wilson, indignado por el engaño, propuso a Carranza que las tropas estadounidenses ocuparan las principales ciudades del norte de México, así como algunos puertos mexicanos, en tanto los constitucionalistas avanzaban hacia el sur para tomar la capital de la República y derrocar al usurpador. Obviamente, Carranza rechazó la intervencionista propuesta.
En abril de 1914, cuando los marines norteamericanos se apoderaron de Veracruz para impedir el suministro bélico por los ingleses a Huerta, Carranza rechazó la intervención extranjera aunque le favorecía, pero también se negó a unir fuerzas con Huerta, prefirió iniciar pláticas con los invasores para el retiro de sus tropas una vez obtenido el triunfo constitucionalista. Su hábil manejo de las relaciones exteriores con los Estados Unidos le permitirá suavizar la política estadounidense hacia la revolución mexicana en curso e ir consiguiendo el apoyo del presidente Woodrow Wilson, además de la desocupación del puerto por las tropas invasoras.
Ese mismo año, tras la toma de Zacatecas, en la que quedó destruido casi todo el ejército federal, Carranza destituyó a Villa por haber atacado personalmente al frente de la División del Norte, en lugar de ayudar con sus efectivos a Pánfilo Natera para que, conforme a sus órdenes, éste se hiciera de ese baluarte federal. En el fondo, a Carranza le disgustaba la autonomía de Villa y sus medidas revolucionarias, como la expropiación de la riqueza de la oligarquía de Chihuahua, y como no lo podía someter, trataba de debilitarlo. Ante el rechazo de los generales a esta destitución, el Primer Jefe echó marcha atrás, pero emprendió la batalla política por quién recibiría la rendición de Huerta y tomaría la capital de la República. Al efecto, dio instrucciones al general Pablo González de que avanzara a San Luís Potosí, lo mismo que a su hermano, Jesús Carranza; y apremió a Obregón para que tomara Guadalajara y la ciudad de México. Por otra parte, inmovilizó a las fuerzas de Villa al cortarle los embarques de carbón y de pertrechos. Además, promovió a Obregón y a Pablo González a generales de División y dejó a Villa como general Brigadier.
Sin embargo, ante el riesgo de que Villa marchara a la capital y se apoderara de ella, los generales carrancistas promovieron una conferencia en Torreón para salvar las diferencias entre Villa y Carranza; representantes de las Divisiones del Norte y del Noroeste suscribieron el Pacto de Torreón, en el que se reconoció la autoridad de Carranza y se acordó que al triunfo, una convención integrada por representantes de los jefes del ejército constitucionalista determinaría la fecha de elecciones y el programa de gobierno que pondrían en marcha los funcionarios electos. Villa obtuvo su ascenso a Divisionario.
La victoria lograda en Zacatecas significó la derrota definitiva de Huerta, quien renunció tras año y medio de cruenta guerra civil. Firmados los tratados de Teleoyucan de rendición incondicional y disolución del ejército federal el 13 de agosto de 1914 por el general Obregón, el Primer Jefe entró triunfante a la ciudad de México el día 20 siguiente, una semana después.
Entretanto, los carrancistas encabezados por Pablo González, sin pasar por la capital de la República, se apresuraron a hacer cumplir los Tratados de Teoloyucan, y conforme a estos, en Tlaxcala y Puebla, desarmaron a los miles de federales rendidos, los licenciaron y se apropiaron del enorme botín de guerra resultante de la disolución del ejército derrotado.
La guerra mundial en Europa comenzó a repercutir en México: Gran Bretaña, Alemania y Japón, aumentaron su influencia para tratar de aprovechar la revolución en marcha, en beneficio de sus planes estratégicos y de los intereses de sus empresas. Al igual que los Estados Unidos, en alguna medida emplearon la amenaza de intervención, presiones diplomáticas y económicas, la desestabilización, la propaganda, la promoción de enfrentamientos entre los grupos revolucionarios y el apoyo a políticos conservadores que les garantizaran ventajas. Wilson pretendía un México en paz que le permitiera participar en la contienda mundial con las espaldas cubiertas. El Kaiser intentaba desencadenar una nueva guerra México-norteamericana que impidiera a los Estados Unidos hacer la guerra en Europa. Carranza trataba de evitar una nueva invasión estadounidense para proteger las zonas petroleras del posible sabotaje alemán o de las huelgas de trabajadores que paralizarían el suministro de combustible estratégico. Buena parte de la prensa norteamericana fomentaba el intervencionismo, fuera para dividir al país apoderándose de los estados mexicanos del norte o para convertir a México en una especie de protectorado.
"En esta situación compleja y sumamente peligrosa para México, la tenacidad de Carranza, su disposición a llegar hasta el borde de la guerra y su sutil aprovechamiento de las contradicciones dentro de las grandes potencias y entre ellas, obtuvieron resultados considerables. Se opuso al envío de tropas norteamericanas a México en 1913 y a la ocupación de Veracruz en 1914, aunque ambas medidas tenían por objeto apresurar su victoria". (Katz, ya citado). Ahora, Carranza también tenía que dirigir su lucha en el frente internacional.
Dada la heterogeneidad de los revolucionarios en cuanto a su origen social, intereses y demandas, al triunfo contra Huerta, los zapatistas insistieron a Carranza que se cumplieran “los tres grandes principios que consignaba el Plan de Ayala: expropiación de tierras por causa de utilidad pública, confiscación de bienes a los enemigos del pueblo y restitución de sus terrenos a los individuos y comunidades despojados”; mientras que los villistas le exigieron el cumplimiento del Plan de Guadalupe en cuanto al reestablecimiento inmediato del orden constitucional por medio de un presidente provisional que convocara a elecciones, la implantación de reformas agrarias y desde luego, en primer lugar, su renuncia bajo la acusación de intentar perpetuarse en el poder.
Ante el riesgo de un rompimiento entre los grupos revolucionarios, algunos generales convocaron a una Convención para tratar de llegar a un entendimiento pacífico. Carranza cedió a la presión para convocar a una convención que fijara la fecha de las elecciones, pero como no había resuelto sus diferencias con Villa y Zapata, y Villa se negó a participar en la Convención, Carranza mandó a Chihuahua a Obregón a negociar con Villa, para convencerlo de que asistiera; Villa se resistió y ordenó fusilarlo; intercedió el general Chao y Obregón se salvó.
La Convención se inició el 1º de octubre de 1914, en la ciudad de México y ahí Carranza condenó a la "minoría indisciplinada" (Villa) y renunció a la presidencia y a la jefatura del ejército, pero la Convención no lo aceptó. Finalmente, Villa accedió a asistir a un terreno neutral, en Aguascalientes. La Convención se trasladó allá, pero Zapata sólo envió una representación y Carranza declinó asistir, no obstante, aceptó renunciar siempre que hicieran lo mismo Villa y Zapata, y se estableciera “un Gobierno preconstitucional apoyado por el Ejército Constitucionalista, que se encargue de realizar las reformas sociales y políticas que necesita el país antes de que se restablezca un Gobierno plenamente constitucional”.
Alvaro Obregon, Presidente provisional Eulalio Gutierrez, Panfilo Natera, Ramon F. Iturbe, Guillermo Garcia Aragon, y Eduardo Hay
La Convención decidió que Eulalio Gutiérrez fuera el presidente interino y que Villa y Carranza renunciaran. Villa aceptó, pero Carranza insistió en que se respetaran sus condiciones ya expuestas, a saber: “PRIMERO. El C. Venustiano Carranza entregará el Poder Ejecutivo de la Nación y la Jefatura del Ejército Constitucionalista, al presidente que la Junta de gobernadores y generales designe en definitiva para gobernar la República durante todo el período preconstitucional que sea necesario para llevar a cabo las reformas políticas y sociales que exige la Revolución. SEGUNDO. Dicha entrega se efectuará tan luego como el nuevo presidente tenga definidas sus funciones y haya recibido efectivamente el mando de la División del Norte y las oficinas públicas federales y locales de la región dominada ahora por dicha División.
Lógicamente, la Convención ratificó sus decisiones y apoyó al presidente Eulalio Gutiérrez. Carranza, que había logrado el retiro de las tropas norteamericanas desde el 23 de noviembre, se trasladó a Veracruz para establecer su gobierno. Gran conocedor de la historia patria, emuló a Juárez: “Vengo a esta tierra hospitalaria, que sirvió de baluarte a Juárez y en donde hizo los cimientos de la Reforma, a buscar abrigo para formular los principios que sirvan de fundamento a las nuevas instituciones, que harán grande, poderosa y feliz a la Nación mexicana.” En el puerto pudo planear la ofensiva contra los convencionistas y recibir suministros bélicos. Ahí contaba con el apoyo del general Cándido Aguilar, su yerno, jefe del Ejército de Oriente que dominaba la región petrolera y el corredor industrial Puebla-Orizaba. Por su parte, Villa y Zapata avanzaron hacia la capital de la República y firmaron el Pacto de Xochimilco que reconoció el Plan de Ayala.
Militarmente, Carranza se encontraba en posición de debilidad frente a Villa; políticamente era más fuerte frente a sus enemigos que se mostraban incapaces de articular un programa nacional desde la capital de la República, más allá del Plan de Ayala dirigido a los campesinos sureños. A sugerencia de Obregón, quien por su origen social podía sentir mejor las causas populares, el 12 de diciembre de 1914, Carranza inició su ofensiva política mediante el decretó Adiciones al Plan de Guadalupe, entre las que se encuentran las siguientes: subsiste el Plan de Guadalupe “hasta el triunfo completo de la Revolución y, por consiguiente, el C. Venustiano Carranza continuará en su carácter de Primer Jefe de la Revolución Constitucionalista y como Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación, hasta que vencido el enemigo quede restablecida la paz… (Carranza) expedirá y pondrá en vigor, durante la lucha, todas las leyes, disposiciones y medidas encaminadas a dar satisfacción a las necesidades económicas, sociales y políticas del país, efectuando las reformas que la opinión exige como indispensables para restablecer el régimen que garantice la igualdad de los mexicanos entre sí… para poder continuar la lucha y para poder llevar a cabo la obra de reformas a que se refiere el artículo anterior el Jefe de la Revolución, queda expresamente autorizado para convocar y organizar el Ejército Constitucionalista y dirigir las operaciones de la campaña”...
Con base en estas Adiciones, el 25 de diciembre de 1914, “considerando que durante largos años de tiranía sufrida por la República se ha pretendido sistemáticamente centralizar el Gobierno, desvirtuando la Institución Municipal”… Carranza decreta que “los estados adoptarán para su régimen interior la forma de gobierno republicano, representativo, popular, teniendo como base de su división territorial y de su organización política, el Municipio libre, administrado por ayuntamientos de elección popular directa y sin que haya autoridades intermedias entre éstos y el Gobierno del Estado”.
En enero de 1915, Carranza promulgó diversas normas y medidas para legitimarse: la Ley Agraria del 6 de enero de 1915, la legalización del divorcio, la sujeción de la explotación petrolera al control del Estado, el establecimiento de la independencia del Poder Judicial, además de decretar la jornada máxima de trabajo de ocho horas y el salario mínimo. “Las nuevas ideas sociales tendrán que imponerse en nuestras masas, y no sólo es repartir tierras, no es el sufragio efectivo, no es abrir más escuelas…es algo más grande y más sagrado: es establecer la justicia, es buscar la igualdad, es la desaparición de los poderosos para establecer el equilibrio en la conciencia nacional”.
Así, a partir de entonces, los constitucionalistas se presentaron como los verdaderos “revolucionarios” que luchaban por el cambio hacia adelante, y etiquetaron como “reaccionarios” a los convencionistas, que pugnaban por el cambio hacia atrás.
Estas medidas permitieron a Carranza quitar demandas a los convencionistas y agregar nuevos apoyos como el de los obreros organizados, por medio de un pacto suscrito con la Casa del Obrero Mundial el 17 de febrero de 1915, en el que a cambio de la promesa de “mejorar, por medio de leyes apropiadas, la condición de los trabajadores, expidiendo durante la lucha todas las leyes que sean necesarias para cumplir aquella resolución…Los Obreros de la Casa del Obrero Mundial... hacen constar la resolución que han tomado de colaborar, de una manera efectiva y práctica, por el triunfo de la Revolución tomando las armas ya para guarnecer las poblaciones que están en poder del Gobierno constitucionalista, ya para combatir a la reacción”.
Así, con nuevos contingentes como los “batallones rojos”, el general Álvaro Obregón logró derrotar a Villa en el campo de batalla del Bajío, por lo que la causa constitucionalista resultó triunfante con las armas, y los carrancistas, comandados por Pablo González, recuperaron la capital de la República en agosto de 1915. Esta victoria sobre el ejército de la Convención, la recuperación de la ciudad de México por los constitucionalistas y el inminente rompimiento de los Estados Unidos con Alemania, cuyos agentes promovían una nueva guerra México-norteamericana para impedir u obstaculizar la participación de los estadounidenses en la guerra que tenía lugar en Europa, le ganaron a Carranza el reconocimiento oficial del gobierno norteamericano el 19 de octubre siguiente, así como el embargo de armas para los convencionistas, lo que provocó la ira de Villa, en plena derrota y huída, quien respondió con el asaltó a la población de Columbus en enero de 1916, hecho que forzó a Carranza a aceptar el ingreso a territorio nacional de una “expedición punitiva” norteamericana que nunca lograría capturar al centauro del norte. Carranza resistió la invasión diplomáticamente y con las armas, y sus fuerzas detuvieron el avance de los estadounidenses en El Carrizal.
A diferencia de Villa y de Zapata, Carranza siempre asumió la representación nacional e incluso se negó a abandonar territorio mexicano y tuvo que realizar penosas cabalgatas para no pisar suelo norteamericano. Asimismo, rechazó toda injerencia internacional para resolver el conflicto interno entre las facciones revolucionarias. Esto fue fundamental para que Estados Unidos se decidiera a favor de Carranza, único que garantizaba un gobierno capaz de encauzar la rebelión campesina dentro de un régimen liberal capitalista.
También desde Veracruz, Carranza libró la lucha por la nacionalización de las riquezas naturales del país, que explotaban libremente las empresas extranjeras mineras y petroleras. Trató de igualarlas ante la ley con las empresas mexicanas, establecer impuestos justos y regular las concesiones de explotación, con el propósito de mantener la soberanía y el interés nacionales sobre los intereses particulares de los extranjeros.
En enero de 1916, Carranza trasladó su gobierno a Querétaro, donde ubicó la capital: “Al haberme fijado en Querétaro es porque en esta ciudad histórica, en donde casi se iniciara la Independencia, fue más tarde donde viniera a albergarse el gobierno de la República para llevar a efecto los Tratados, que si nos quitaban una parte del territorio, salvarían cuando menos la dignidad de la Nación; y fue también donde cuatro lustros después se desarrollarían los últimos acontecimientos de un efímero imperio al decidirse la suerte de la República triunfante después de una larga lucha. Aquí señores, se expedirán probablemente las últimas leyes, se darán los últimos decretos y tal vez hasta la última Constitución que México necesita para que pueda encauzarse, para que pueda mantener su independencia.”
En el mes de abril siguiente, entró nuevamente a la capital de la República. Entonces, la política de acercamiento con los sindicatos comenzó a convertirse en una política de represión, cuyo brazo ejecutor más relevante fue el general Pablo González. Los ferrocarrileros fueron militarizados, los “batallones rojos” disueltos, lo mismo que la Casa del Obrero Mundial y toda huelga o agitación obrera, como la de los electricistas, fue combatida con la ley marcial de 1º de agosto que implantaba la pena de muerte para los huelguistas. Por otro lado, reanudó la guerra de exterminio contra los zapatistas. Al mismo tiempo, reincorporó a la administración pública a los funcionarios y empleados porfiristas y huertistas, principalmente a los de Hacienda, para regularizar las actividades de su gobierno.
El 15 de agosto siguiente, Carranza expidió un decreto que dispuso que los extranjeros que adquieran la propiedad de "terrenos baldíos o nacionales, fundos mineros, aguas de jurisdicción federal o permisos para la exploración o explotación de las riquezas naturales, como productos forestales, petróleo, pesquerías, etc., se consideran mexicanos renunciando a sus derechos de extranjeros, y al de acudir en demanda de protección o queja a sus respectivos gobiernos". Además, estableció que "las sociedades extranjeras son incapaces para adquirir derechos sobre cualesquiera de los bienes a que se contrae esta circular, entretanto no se nacionalicen y se sometan a las leyes mexicanas, haciendo la declaración que antecede". Así hizo frente al intervencionismo norteamericano y adelantó parte del contenido del Artículo 27 de la futura Constitución.
El 16 de octubre de 1916, Carranza creó por decreto el Departamento de Establecimientos Fabriles y Aprovisionamientos Militares: "Hay que crear nuestras propias armas y municiones si no queremos que nuestros asuntos interiores los decidan los que nos las proporcionen". Rechazaba que los gobiernos estuvieran sujetos al embargo o desembargo de armas decidido por las potencias extranjeras.
Paralelamente, Carranza promovió por medio del general Pablo González la creación del Partido Liberal Constitucionalista, que, integrado por los sectores militar y político, sería presidido por el general Eduardo Hay y como secretarios Herminio Pérez Abreu y Alfonso Herrera. El propósito era dar legalidad y legitimidad al triunfo de Carranza en las elecciones por venir para convertirlo de Primer Jefe a presidente constitucional y civil del país.
Carranza con representantes de la Casa del Obrero Mundial
Ese mismo año de 1916, Carranza convocó a un congreso constituyente en la ciudad de Querétaro, para que en dos meses decidiera las reformas a la Constitución y discutiera artículo por artículo el proyecto que el propio Carranza enviaría a dicho congreso.
Don Venustiano envió un proyecto de reformas a la Constitución de 1857, en el que se ratificaron y ampliaron muchas de las ya emprendidas o esbozadas el año anterior. Además, en su discurso de inauguración al congreso sentó las bases del presidencialismo mexicano: “¿qué es lo que se pretende con la tesis del Gobierno parlamentario? Se quiere, nada menos, que quitar al presidente sus facultades gubernamentales para que las ejerza el Congreso, mediante una comisión de su seno, denominada. En otros términos, se trata de que el presidente personal desaparezca, quedando de él una figura decorativa… ¿En dónde estaría entonces la fuerza del Gobierno? En el Parlamento. Y como éste, en su calidad de deliberante, es de ordinario inepto para la administración, el Gobierno caminaría siempre a tientas, temeroso a cada instante de ser censurado”… Asimismo abogó por la desaparición de la Vicepresidencia.
Los diputados del Congreso Constituyente protestan cumplir la nueva Constitución el 31 de enero de 1917. Ésta se promulga el 5 de febrero del mismo año.
A pesar de que de antemano se excluyó a porfiristas, huertistas y convencionistas, entre los diputados se manifestaron diversas corrientes ideológicas que suscitaron acalorados debates. Frente a la posición conservadora de Carranza surgió una tendencia progresista respaldada por Obregón. El proyecto de Carranza fue modificado sustancialmente por los diputados, especialmente para satisfacer demandas sociales, de modo que en lugar de reformas constitucionales, una nueva Constitución fue promulgada el 5 de febrero de 1917. El resultado fue un estado interventor en la economía, en la educación y en la religión; un régimen presidencialista fuerte; la coexistencia de la propiedad privada, social y comunal, así como de la empresa pública y privada; y la protección de las clases campesinas y obreras. Su carácter nacionalista reflejó el propósito de acabar el neocolonialismo y rechazar intervenciones extranjeras, como las norteamericanas que se habían repetido recientemente.
Un día después de la promulgación, Carranza convocó a elecciones generales para el segundo domingo de marzo siguiente. Las elecciones se realizaron en todo el país con excepción de Morelos en manos de los zapatistas. Postulado por el Partido Liberal Constitucionalista y sin hacer campaña, ganó con 797,305 votos las elecciones presidenciales para el periodo 1917-1920, asumiendo el cargo el 1º de mayo siguiente. Los otros candidatos fueron los generales Pablo González con 11,615 votos y Álvaro Obregón que sólo obtuvo 4008 votos.
Carranza llegó así a la cúspide del poder: “Los constitucionalistas lograron alcanzar sus objetivos nacionales. Destruir el poder político (pero no el económico) de los antiguos 'científicos'. Disolvieron el ejército federal y lo sustituyeron con el que había surgido de la revolución, aunque en gran medida pronto dejó de ser un ejército revolucionario. Mantuvieron el sistema de libre empresa y derrotaron a sus rivales convencionistas cuyos jefes preconizaban profundas e inmediatas reformas agrarias. Tuvieron mucho menos éxito en el logro de algunos de sus objetivos internacionales. La influencia económica de los Estados Unidos creció en vez de disminuir en el transcurso de la revolución. Las corporaciones norteamericanas, especialmente las compañías petroleras, alcanzaron una preeminencia de la que nunca antes habían gozado en México, a pesar de las disposiciones de la Constitución de 1917”. (Katz, ya citado).
En plena conflagración mundial, durante su gestión Carranza intentó, sin controlar amplias zonas del país, poner en vigor la nueva Constitución frente a poderosos e indisciplinados jefes militares; diversos grupos armados revolucionarios como los encabezados por Zapata en Morelos, los Cedillo en San Luís Potosí y José Isabel Chávez en Michoacán; rebeldes contrarrevolucionarios, como Manuel Peláez, aliado a las empresas petroleras, Félix Díaz en Veracruz y Puebla, y los “Mapaches” en Chiapas; y poderosos hacendados, empresarios extranjeros y clérigos, dentro de una realidad de autoritarismo y desorden, alejada de la democracia y de las instituciones.
En lo externo, mantuvo la neutralidad de México frente a la primera guerra mundial pese al disgusto de las potencias en conflicto. Su acercamiento a la Alemania del káiser en 1917, fue motivada por la búsqueda de aliados para contener las presiones norteamericanas. No cedió a la tentación del telegrama Zimmerman, en el que Alemania ofrecía recuperar los territorios perdidos en 1848, si se luchaba contra los Estados Unidos. De modo semejante, el Kaiser también intentó destruir el Imperio Británico, mediante la rebelión de la población islamita que habitaba sus colonias mediante la yihad o guerra santa contra los ingleses; la estrategia fracasó y Gran Bretaña pudo incorporar miles de tropas musulmanas a su lucha en el frente europeo.
Carranza ratificó el principio de no intervención extranjera en los asuntos internos mexicanos; no obstante, el gobierno norteamericano -aun neutral,- envió por primera vez a México a sus agentes federales, en esta ocasión inicial, para investigar las posiciones y planes que el primer jefe tenía respecto al conflicto europeo.
De igual modo, Carranza rechazó la Doctrina Monroe, “puesto que establece, sin la voluntad de todos los pueblos de América, un criterio y una situación que no se les ha consultado y por lo mismo, esa Doctrina ataca la soberanía e independencia de México y constituirá sobre todas las naciones de América una tutela forzosa”. Sostuvo lo que llamó “Doctrina Carranza”, expresada en su informe presidencial de septiembre de 1918: "En resumen, la igualdad, el mutuo respeto a las instituciones y a las leyes y la firme y constante voluntad de no intervenir jamás, bajo ningún pretexto, en los asuntos interiores de otros países, han sido los principios fundamentales de la política internacional que el Ejecutivo de mi cargo ha seguido, procurando al mismo tiempo obtener para México un tratamiento igual al que otorga, esto es, que se considere en calidad de Nación Soberana, como al igual de los demás pueblos; que sean respetadas sus leyes y sus instituciones y que no se intervenga en ninguna forma en sus negocios interiores."
Para Lorenzo Meyer (Nuestra tragedia persistente): "Entre 1913 y 1918, Carranza reafirmó los principios básicos de la política exterior defensiva. Un país en revolución, sin Estado, proclamó la igualdad jurídica de los Estados, la no intervención de un país en los asuntos internos de otro, la solución pacífica de los conflictos y su compromiso antiimperialista. Carranza sostuvo su posición negociando, posponiendo, usando de la ambigüedad, cediendo sin conceder y, en un caso, el de El Carrizal, usando la fuerza frente a un enemigo infinitamente superior."
Además, en ejercicio de la soberanía nacional y conforme a la nueva Constitución, decretó un impuesto a la exportación del petróleo, lo que para algunos, al enfrentarse a intereses extranjeros muy poderosos, precipitó su caída y hasta su muerte, cuando con su triunfo en la Primera Guerra Mundial, los Estados Unidos ya no tuvieron que preocuparse en México por la actividad alemana, por los boicots posibles, o por las huelgas en la región petrolera que instigaba la Industrial Workers of the World.
Obviamente, en la postguerra, las nuevas condiciones de negociación del gobierno mexicano con los norteamericanos, se volvieron desfavorables a Carranza. Así, como señala Álvaro Matute, en 1919 volvió a aparecer “el fantasma de la intervención”.
Carranza, señala Katz, ya citado: "Tres veces llevó a su país al borde de la guerra con los Estados Unidos. En el verano de 1916 ordenó a sus tropas resistir por la fuerza cualquier nuevo avance de la expedición de Pershing en México. En el otoño de 1916: desoyendo los consejos de sus generales más importantes, incluido Obregón, se negó a ratificar un acuerdo con los Estados Unidos que habría logrado el retiro de la expedición punitiva pero que habría restringido de manera evidente la independencia de su país. Su último acto de audacia fue el de permitir que los servicios secretos alemanes operaran en y desde México en el verano de 1917. Esto pudo haber redundado fácilmente en duras represalias norteamericanas".
Pero Carranza logró "mantener la independencia política de México en un periodo en que estuvo en mayor peligro que nunca desde la guerra con los Estados Unidos en 1846-48 y la intervención francesa…"
En 1919, Carranza hizo pública su negativa a que México ingresara a la Liga de las Naciones porque “las bases que la sustentan no establecen una perfecta igualdad para las naciones y razas, y el gobierno mexicano ha proclamado como principios fundamentales de su política Internacional que todos los Estados del Globo deben tener los mismos derechos y… obligaciones, así como que ningún individuo dentro del Estado puede invocar situación o protección privilegiada a título de extranjería o cualquier otro”. De todos modos, por mantenerse neutral no fue invitado a la Conferencia de Paz de París.
En lo interno, Carranza inició la institucionalización y la reconstrucción material y económica del país; repartió a regañadientes sólo 200,000 hectáreas, pero con gusto devolvió haciendas expropiadas a los latifundistas, entre ellos, a la familia Terrazas de Chihuahua. Propició la organización de los obreros mediante la fundación de la Confederación Regional Obrera Mexicana, CROM, el 1º de mayo de 1918. Defendió los recursos energéticos ante la presión de las compañías extranjeras. Expidió una nueva ley electoral. Creó la marina mercante el 1º de junio de 1917. Fundó la Escuela Militar de Aviación y convirtió la Academia de Estado Mayor en el Colegio Militar. Estableció que cada 1º de septiembre los presidentes informaran al congreso del estado de la administración pública.
Por otra parte, como presidente, Carranza ya no estuvo dispuesto a hacer concesiones a los sectores populares, como cuando fue el Primer Jefe de la Revolución, "creyó que por ya no tener un enemigo al frente que desafiara su dominio nacional podía reducir las concesiones sociales antes otorgadas, sin darse cuenta de que era imposible consolidar un Estado posrevolucionario sin el apoyo de grandes bases sociales". (Garcíadiego Javier. Venustiano Carranza, el único Don de la Revolución).
Intentó, sin éxito, reformar los artículos constitucionales 27, 123 y 130 para hacerlos menos lesivos a los poderosos intereses afectados, ya que los legisladores frecuentemente no aprobaban sus iniciativas (de 156 que presentó durante su gobierno constitucional, sólo fueron aprobadas 55; rechazadas 9 y sin resolver 92).
Carranza ejerció la autoridad de manera firme y hasta dura: buscó pacificar el país por todos los medios aun los más crueles como los empleados por Pablo González; continuó la lucha contra caudillos y caciques locales, como Saturnino Cedillo, Manuel Peláez y Félix Díaz; eliminó a sus opositores como Zapata, quien fue asesinado mediante la traición, y Felipe Ángeles, quien fue fusilado tras un juicio sumario.
Asimismo, con base en una ley de Juárez de 25 de enero de 1862, promulgada en tiempos de invasión extranjera, fue extremadamente duro con los obreros, a cuyos dirigentes apresaba y hasta amenazaba con el fusilamiento, a pesar de su contribución con los “batallones rojos” a la derrota de Villa.
La pugna por la sucesión presidencial se inició en 1919, pero a solicitud de un manifiesto de Carranza fechado el 15 de enero de ese año, se aceptó una tregua que terminó el 1° de junio siguiente, cuando Obregón se autopostuló mediante otro manifiesto. Así, la lucha se reanudó con tres candidatos: Ignacio Bonillas, único civil y poco conocido, (a quien apodaron “Flor de Té” porque como decía la letra de esa canción en boga, nadie sabía de dónde había venido y a dónde iba); apoyado por el Partido Nacional Democrático (carrancista) y que prácticamente no hizo campaña; el general Pablo González nominado por la Liga Democrática; y el grupo militar sonorense encabezado por Álvaro Obregón, que había sido derrotado en las elecciones de 1917, y que de finales de octubre a enero de 1920, realizó una exitosa gira por varias ciudades en contra de la imposición de Bonillas, y que finalmente organizó el Centro Director Obregonista. Carranza convocó a los gobernadores a vigilar el cumplimiento estricto de las leyes electorales, pero apoyó abiertamente al único candidato civil, a la vez que hostilizó a Obregón al grado de que éste tuvo que huir para salvarse de un tribunal que de antemano lo condenaría.
Bonillas y simpatizantes
El intento de imposición generó un conflicto con los sonorenses, quienes, alegando intromisión del ejecutivo federal en los asuntos de Sonora –estado gobernado por Adolfo de la Huerta-, se levantaron en armas el 23 de abril de 1920 llevando como bandera el Plan de Agua Prieta. En menos de un mes, la mayoría de los jefes militares desconocieron a Carranza y hasta el grupo militar más importante con el que pudo haber contado don Venustiano, el de Pablo González, se sublevó también. Los zapatistas se les unieron porque seguían combatiendo a Carranza, quien había felicitado y premiado a los asesinos de su caudillo. Además, la CROM estalló varias huelgas y ante la represión declaró la guerra al gobierno. Prácticamente todo el territorio del país estaba en manos de los rebeldes. Los problemas arrastrados a lo largo del periodo presidencial hicieron crisis: los revolucionarios no derrotados se unieron a Obregón, lo mismo que los diputados y los gobernadores; las clases populares y propietarias no lo apoyaron porque no les satisficieron sus medidas; los Estados Unidos estaban disgustados por su política exterior; y su intención civilista fracasaba ante el poder de los militares que habían hecho la Revolución. El gobierno de Don Venustiano terminaba aislado y debilitado al máximo.
Carranza lanzó un manifiesto a la nación el 5 de mayo siguiente, en el que lamentó la lucha política prematura y que existieran dos candidatos militares; condenó la propaganda subversiva obregonista a base de ataques a su gobierno y la ambigüedad de Pablo González al hacer campaña sin dejar el mando militar; denunció que en la sublevación Obregón estaba subordinado a De la Huerta; concluyó que el cuartelazo no debe ser medio ya para alcanzar el poder, que el conflicto tenía “caracteres exclusivamente militares” y que sólo entregaría el poder conforme a la ley.
Dos días después Carranza salió de la capital para emprender la huída por ferrocarril hacia Veracruz con un inmenso convoy, en donde esperaba instalar su gobierno y desde ahí combatir y derrotar a Obregón. La marcha fue lenta por el continuo acoso de los rebeldes y después de varios días, tuvo que abandonar los trenes porque las vías habían sido voladas.
Ya con pocos fieles acompañándolo, siguió a caballo, pero fue alcanzado en Tlaxcalantongo, Puebla, por fuerzas del general Rodolfo Herrero, las que asesinaron al Varón de Cuatro Ciénegas la madrugada del 21 de mayo de 1920, quien hasta el 30 de noviembre siguiente debió terminar el periodo presidencial para el que fue electo. También se cuenta que Carranza al verse herido y perdido, echó mano a su pistola y se suicidó de un tiro en el pecho.
Carranza fue sepultado tres días después en el Panteón de Dolores de la ciudad de México, "en una tumba de tercera clase, donde se entierra a la gente pobre", conforme a los deseos expresados a sus hijas Virginia y Julia. Murió sin haber sido un hombre acaudalado, de acuerdo con su testamento sus propiedades tenían un valor de sólo $52, 910 pesos. Un gran número de personas de todas las clases sociales concurrió a su entierro.
Una década después de su muerte, Luís Cabrera, quien acompañó a Carranza hasta sus últimos momentos, escribió al hacer un balance de la Revolución Mexicana:
“Madero no alcanzó a ver los problemas sociales y económicos por estar contemplando los problemas democráticos. Era un soñador.
Carranza fijó su atención en las reformas sociales y económicas de México y de su pueblo. Era un hombre práctico.
Madero, el vidente, murió por no haber visto hacia abajo, por no fijar su atención en los hombres y en la tierra.
Carranza, el prudente, murió por no haber visto hacia arriba.”
El 5 de febrero de 1942, los restos de Carranza fueron exhumados con todos los honores y depositados en el Monumento a la Revolución.
Destaca Luís Barrón (Carranza) que Venustiano Carranza, a diferencia de los demás jefes revolucionarios que eran jóvenes, creció y maduró en el porfiriano, y al incorporarse al movimiento maderista ya era un político local reconocido, pero sin haber sido un porfirista incondicional como lo fueron los políticos más importantes de su tiempo, pero también, como ellos, sin haber buscado alguna vez la transformación revolucionaria política y social del país. Por eso, Luís Cabrera lo vio como el puente entre el pasado y el futuro que, como vicepresidente al lado de Madero, podía iniciar la transformación pacífica de México. Justamente estas capacidades que identificó en él Cabrera, le permitieron usar la política porfiriana en la que se había formado para dominar la revolución tras el asesinato de Madero. Por eso “Venustiano Carranza fue, sin lugar a dudas, la figura pública más importante en México durante esa violenta década de 1910-1920; el único de los protagonistas principales de la Revolución mexicana que vivió y sostuvo su influencia política durante toda la década, y el único líder que logró articular un movimiento militar con un proyecto político nacional.”
Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.
Efeméride. Nacimiento 29 de diciembre de 1859. Muerte 21 de mayo de 1920.
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