Nos roban hasta los “cachivaches”. Desmantelada PEMEX, en oferta –a precios ridículos- la nueva línea eléctrica privada, desprendida de la desnacionalizada Comisión Federal de Electricidad, el señor Peña, cuya legitimidad está en los suelos ante la evidencia de que nueve de cada diez mexicanos le repelen –hay varios sondeos de opinión, con variables mínimas, que lo sostienen-, ofrece que no debe seguirse “marcando”, con la tragedia, a Iguala y que esta ciudad guerrerense, a donde llegó más blindado que un tanque de alto poder, debe asegurar su porvenir construyendo una nueva historia.
Esto es, el clásico “borrón y cuenta nueva”, como si no importaran los desaparecidos –no solo los 42 normalistas más el militar activo que hace el número 43, sino los cientos de esclavizados en las minas y cuyos cadáveres son sepultados de manera clandestina-, ni las siniestras actuaciones de las empresas multimillonarias, maridadas con los capos de los nuevos y prepotentes cárteles, que se proveen de inmigrantes centroamericanos y de jóvenes en desgracia convertidos en esclavo en la misma línea en donde deambulan los tarahumaras desde Chihuahua hasta Baja California Sur donde son explotados inmisericordemente por gentuza tal como los Fox y ahora los Salinas.
Muy progresistas, sin duda.
En este contexto, el gran simulador, Ernesto Zedillo, produjo un solemne discurso en un instituto de Ginebra para puntualizar, entre otras cosas, que existen tres problemas que “impiden” (sic) el desarrollo de México y mencionó tres veces: “El imperio de la ley”. La sola lectura lo traiciona porque si la ley es cuanto obstaculiza el desarrollo –aunque es obvio que pretendió explicar lo contrario-, estaría colocándose a favor del estado fallido.
Preocupa, eso sí, que la disparatada sentencia fuese efecto de un lapsus provocado por las múltiples conversaciones con sus socios comerciales, los empresarios multinacionales que lo han contratado o los diplomáticos con quienes tiene trato frecuente por su cargo en la ONU como “comisionado contra el hambre en el mundo”; encargo que no pudo ser más ofensivo para los mexicanos, millones, depauperados durante su gestión presidencial.
Recuérdese que el señor zedillo, además y contra las opiniones de cuantos exaltan la capacidad tenebrosa de los Salinas, es el mexicano con más relaciones en Washington y, por ende, el más influyente en los círculos del verdadero poder con inclusión, naturalmente, de la cerrada élite a la que se acoge el “pato” Donald Trump Barry para injuriar a los migrantes y desafiar, groseramente, a los mexicanos con un frenesí que, a sus setenta y nueve años de edad, pareciera una compensación a sus extraviadas apetencias carnales. ¡Al diablo con él!
Por supuesto, los referentes son atroces. El señor Peña insiste en que no quiere un referente sobre la violencia en Iguala, Cocula, Ayotzinapa y toda la región de Guerrero si bien el nuevo gobernador, Héctor Astudillo Flores, con cortesía dudosa, reviró al mandatario federal arguyendo que la herida infringida a su entidad “no sanará”; esto es como no lo ha hecho la memoria del genocidio de Tlatleloco ni el del Jueves de Corpus ni los de Aguas Blancas y Chenalhó, esta en Chiapas.
Quedan, no hay modo de borrarla con el detergente podrido de la impunidad. Un poco, Astudillo optó por lavarse las manos antes de que la sangre las manche mientras dure la presencia de las fuerzas federales habilitadas solo para matar, sin diálogo posible, sea a los narcos o a quienes simplemente defienden lo suyo ante el vacío de poder dominante.
Y es que no es sencillo vomitar versiones oficiales, infectadas por las conveniencias pasajeras, cuando, día con día, se reproducen las mayores enfermedades sociales: La esclavitud escondida, el tráfico de seres humanos, de drogas y de armas también, negocio este último de quien presume tener la mayor mansión en Acapulco, el cómplice de todos los cómplices, Jaime Camil Garza, cuyas puertas labradas valen más que varios años de salarios de sus empleados mejor retribuidos. La desigualdad deforma todas las cosas bajo el peso de la nueva aristocracia mexicana.
Como si todos los males hubiesen llegado, para asentarse, en Guerrero. Pero no es así: La conflictiva se extiende por el litoral del Pacífico, llega al norte, recorre la frontera con la nación más poderosa del orbe y baja por la rivera del Golfo hasta llegar al Suchiate en donde los guatemaltecos y centroamericanos cruzan hacia México y son brutalmente sobajados. ¿Tiene nuestro gobierno autoridad moral para reclamar un trato digno para nuestros coterráneos en el norte? Siempre me ha avergonzado esta interrogante.
Pero, para el señor peña todo es muy sencillo: Basta con abatir los referentes por decreto y las marcas de violencia que solo infaman a un país cuyo mayor logro es mejorar en su estatus turístico -¿cómo puede ser si estamos situados entre las naciones más peligrosas del planeta en los noticiarios del primer mundo?- y ofertar cuanto esté a mano...
Naturalmente a precios de regalo porque los seseantes banqueros hispanos, los alzados estadounidenses y demás fauna intolerante, alegan que nos hacen un favor invirtiendo sus sagrados capitales en donde el gobierno ha perdido y pierde sus mayores batallas contra los “cárteles” sin lograr disminuir, en un solo gramo, las “exportaciones” de droga hacia el mayor mercado de consumo del mundo: La Unión Americana.
Desde luego todo podría convertirse en un referente tal y como comenté hace días: La represión del veracruzano Javier Duarte de Ochoa; el descastamiento del tamaulipeco Egidio Torre Cantú –quien pasó sobre la sangre de su hermano para ser gobernador-; la infamia de los Borge en Quintana Roo como reyes de los ecocidios y los peculados; la alianza de MALOVA en Sinaloa con los intocables verdaderos jefes de la “Confederación de Sinaloa” encabezada por Ismael “EL Mayo” Zambada, quien se encaramó a la cabeza de la organización traicionando a “El Chapo” Guzmán; el cinismo avieso de los ladrones Moreira en Coahuila; la tremenda amoralidad del tabasqueño Núñez Jiménez; el atroz recrudecimiento de la violencia en Morelos prohijada por la incapacidad del también perredista Graco Ramírez; la insultante campaña pre-presidencial de Mancera en el Distrito Federal; los latrocinios sin límites de los caciques-gobernadores de Colima e Hidalgo; y, en fin, las increíbles desviaciones –de toda índole- de casi la totalidad de los mandatarios estatales.
No serán referentes los fraudes comiciales en Tuxtla y en Colima. Para mediados del año habrá otros igual o peores abanicados por la falaz coordinación del INE en donde solo se conocerán las sesgadas actuaciones de los consejos e institutos electorales estatales, la mayor parte de ella bien controladas por los respectivos mandatarios con dominio territorial, político y periodístico en sus feudos infectados.
El caso de Veracruz, infamada con la presencia de Duarte de Ochoa, es el más doloroso: Se encamina un Yunes hacia la gubernatura, lo que definiría Luis Spota en su tetralogía novelística: “El remedio resultará peor que la enfermedad”.
Queda una lejana esperanza para los veracruzanos: El independiente Juan Bueno Torio, ex panista y diputado federal, miembro de una próspera familia de industriales en diferentes ramas como el agro, el comercio, las finanzas y los servicios.
Es multimillonario y cuenta con capital bastante para la aventura. Es posiblemente un cacique por cuanto controla... Pero al lado de Miguel Ángel Yunes Linares –ahora abanderado del PAN-, la peor yerba es sanadora. Pueden apostarlo.
En fin, señor peña, aunque le duela, los referentes de su gobierno será terribles, espeluznantes diríamos. Y los ex mandatarios priístas, como el actual depositario del Ejecutivo, siguen jugando garabatos con una Casa Blanca que los entretiene mientras consuma su silenciosa invasión... Sobre el estado mexicano fallido.
E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com
Leído en
http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/el-senor-tlacuache-1457335986
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