jueves, 21 de julio de 2016

Jorge Zepeda Patterson - Cumpleaños sin Marilyn

El presidente cumplió cincuenta años y nada parecido a Marilyn Monroe estuvo allí para festejarlo. Tampoco es que hubiese muchos motivos para celebrar justo un día después de que el propio Enrique Peña Nieto ofreciera una disculpa a los mexicanos por la criticada compra por parte de su mujer de la llamada Casa Blanca.

Hace poco menos de un año afirmé en este espacio que el Gobierno de Peña Nieto no había hecho las cosas bien, pero gozaba de la increíble fortuna de que la oposición había hecho las cosas peor. Pese a la caída de popularidad del presidente, que ya había comenzado, no había una fuerza política capaz de capitalizar los errores de su administración. En ese momento Andrés Manuel López Obrador partía a la izquierda por la mitad al escindirse del PRD, y el PAN aún padecía los efectos de la lucha fratricida entre calderonistas y el resto por el control del partido. En las elecciones intermedias para renovar el Congreso, en el verano de 2015, el Gobierno se impuso a la oposición sin mayor contratiempo pese al desencanto que las encuestas mostraban respecto al desempeño de Peña Nieto. Al parecer, muchos mexicanos consideraban que el PRI era el menos malo de los partidos contendientes.









Ya no es así. Hoy el partido oficial está siendo rebasado por la izquierda y por la derecha. Lo demuestra no sólo la contundente derrota en la elección de doce gobernadores el mes pasado, que ocasionó la renuncia de Manlio Fabio Beltrones, presidente del PRI; sino también la sensación de que el grupo en el poder carece de candidatos para el futuro y peor aún, carece de respuestas para el presente.

Frente al ascenso de las figuras de López Obrador por la izquierda (quien parece haber aprendido la lección y ha comenzado a mesurar su radicalismo) y de Margarita Zavala por la derecha, el PRI no tiene algún candidato que pudiese competir siquiera de lejos por la Presidencia. O son cartuchos quemados por el desgaste de la administración o técnicos imberbes y desconocidos por el gran público.

Por el momento carece de algo peor: respuestas frente a la crisis de imagen y legitimidad. La esperanza de una activación económica que viniese al rescate pasa por factores externos y todo indica que las perspectivas no mejorarán el resto del sexenio (el precio del petróleo, la atonía de la economía mundial o los flujos de inversión extranjera son variables fuera de control del Gobierno).

El contexto nacional no pinta mejor. El Gobierno parece haber renunciado a detener la violencia y la inseguridad pública crónicas y se reduce a hacer control de daños. Los maestros desafían al Ejecutivo y este ha quedado paralizado por temor a que una chispa encienda la pradera. Las reformas estructurales quedaron más en deseo que en realidad o sus efectos apuestan a un plazo demasiado largo para hacer una diferencia en lo inmediato.

En tales circunstancias, la disculpa pública ofrecida por Peña Nieto parece una medida desesperada. Desde su propia perspectiva constituye un verdadero hito, porque no es un hombre acostumbrado a la rectificación o al reconocimiento de sus errores, a juzgar por la ausencia de cambios en el gabinete durante el primer trienio y las muchas faltas de sus colaboradores pasadas por alto. El acto de contrición es percibido por la oficina presidencial como un suceso histórico de cara a la recuperación de legitimidad. Para su desgracia no necesariamente es así para el resto de los mexicanos.

Y ciertamente no ayuda el antecedente del presidente José López Portillo pidiendo perdón y prometiendo defender al peso como un perro, días antes de declarar una devaluación. Tampoco ayuda que Peña Nieto haya prometido combatir la corrupción una y otra vez a lo largo de su sexenio.

Los mayas creían que el universo se movía en ciclos de 52 años y que al cumplir esta edad los hombres tenían oportunidad de cambiar. A juzgar por su declaración, Peña Nieto quiere hacernos creer que ha cambiado a los 50. Muchos creemos que tendrá que demostrarlo con hechos. Si los mayas tienen razón cambiará a los 52, justo cuando termine el sexenio.

@jorgezepedap



Leído en http://internacional.elpais.com/internacional/2016/07/20/mexico/1469051851_191291.html



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