Iban caminando por la calle cinco buenos amigos. Uno de ellos era sádico, el otro era zoófilo, el tercero era pirómano, el cuarto era necrófilo y el quinto era masoquista. Iban charlando animadamente cuando, de pronto, cruzó delante de ellos un gato.
–¡Atrapemos al gato y lo matamos! –exclamó emocionado el sádico.
–Sí, sí, pero primero lo follamos, ah, ah, ah –dijo, al borde del éxtasis, el zoófilo.
–Y luego le rociamos gasolina y le prendemos fuego –evidentemente lo dijo el pirómano.
–Y ya que esté muerto, nos lo volvemos a dar –aulló de emoción el necrófilo. De pronto se hizo un silencio y todos voltearon a ver al masoquista:
–¿Y qué? ¿Tú no vas a decir nada?
–¿Miauuu?
A veces pienso que los mexicanos somos masoquistas, que nos gusta sufrir sin necesidad. Nos inventamos unos dramas que no tienen el menor sustento, pero ahí vamos todos a tirarnos al piso, a desgarrarnos la ropa y a llorar como borrachos en velorio. Veamos, por ejemplo, lo que ha estado pasando en los Juegos Olímpicos. La delegación mexicana no ha obtenido una sola medalla. Sin duda es un fracaso, porque en los pasados juegos, en Londres, México obtuvo un total de siete medallas: una de oro, tres de plata y tres de bronce.
En comparación, sin duda nos está yendo muy mal como país. Pero una cosa es que nos vaya mal y otra que le echemos limón a la herida. Nos concentramos en sólo ver lo malo, lo jodido. Por ejemplo, al celular me llegan a lo largo del día las distintas alertas sobre resultados. La constante en ellos es: fracasó, falló, no pudo. No reconocemos nunca el esfuerzo que hicieron los chavos, no les echamos ni tantitas porras, no les damos un aplauso más que merecido. Y lo peor: los criticamos como si nosotros pudiéramos hacer lo que ellos hacen. Les gritamos: “¡fracasados!”, mientras nos echamos en el sillón con una cocacolota en la mano. Si dieran medallas por negatividad y pesimismo, seguramente nos las darían todas.
Noticia de última hora: cuando estaba a punto de terminar de escribir esto, me enteré que los mexicanos se llevaron tres medallas de oro y cuatro de plata. Según el reporte, la Policía los detuvo cuando huían y el botín ya fue devuelto.
Del amor y otras perversiones
Quiero agradecerle a don Valentín Elizalde Márquez haberme escrito una carta de su puño y letra para darme su opinión sobre el tema de los matrimonios entre personas del mismo sexo.
Luego de que critiqué la postura de los obispos por oponerse al matrimonio gay, me dice don Valentín: “Creo que eres irresponsable al alentar conductas que podrían hacer que la gente no se salve”. Entiendo su preocupación por mi alma y por la de todos aquellos que apoyamos los matrimonios igualitarios, pero creo que la relación entre dos personas no es cosa de ningún dios, sino de la propia pareja, sea del tipo que sea. Le agradezco su cariño, don Valentín y le reitero el mío. Igualmente le reitero que los gays también tienen derecho a casarse y ser infelices por el resto de sus vidas.
Por cierto que el otro día mi primo estaba viendo la televisión y comenzó a gritar como poseído:
–No entres, pendejo, ¡no entres a la iglesia!
–¿Estás viendo una telenovela? –le preguntó su esposa.
–No, ¡cuál telenovela! Estoy viendo el video de nuestra boda.
¡Nos vemos el martes!
Leído en
http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/campeones-de-la-amargura-1471502191
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