lunes, 28 de noviembre de 2011

Entre demagogos te veas por Tancredi.


Entre demagogos te veas.

Cada día que pasa se va haciendo más evidente que lo nuestro, lo de nuestros políticos, es la demagogia. Parece que estuvieran jugando “Maratón” para ver quién gana la competencia del polaco más demagogo del país.

Y aquí sí que no hay excepciones. Tan demagogo el pinto como el colorado. Esta es una ensalada de todos colores, de todos sabores, de todas variedades, de todas las texturas, que se corona con un novedoso aderezo de demagogia, mezclado con miel y mostaza Dijon, nada más para disimular.

Pasemos a la báscula a los cretinos más impresentables. Aclaro que es una muestra sólo para ejemplificar, de ninguna manera es exhaustivo el tema.

Los pesos completos.

-      Manlio Fabio Beltrones. Este es el clásico político de la vieja guardia, pero con las mañas renovadas. Su mensaje sobre “la unidad del partido”, el día que se bajó del ring, sonó más falso que un billete de $3.75 La demagogia de “Don Corleone Beltrone” viene de mucho tiempo atrás, pero se llevó las palmas cuando aseguró que era cierta la versión del asesino solitario en Lomas Taurinas. Haber aceptado que se le categorizara como estadista, por el más cínico de los tres demagogos que lo acompañaron en la presentación de su libro, fue una más de la evidencias de que al tipo le gusta la demagogia. La demagogia lambiscona de la vieja guardia. No en balde dice el dicho que chango viejo no aprende maroma nueva.

-   Humberto Moreira. No, bueno, ese es todo un caso.  El hijo putativo de la Chuky Gordillo se aventó un diez por una de las declaraciones más demagógicas del año: “Ni Cordero ni yo somos responsables de lo del endeudamiento de Coahuila”. Plop!!! (Cultura de Condorito, juar!!!) Este es un político con mente retorcida, pero que sabe su negocio. “Si me voy al carambas, ‘Borrego’, te vas conmigo”. Es tan demagogo que bien podría decirse de él que supo aplicar aquello de “lo que no fue en mi año, no fue en mi daño”, y salirse con la suya.

Los aprendices de brujo.

-      Ernesto Cordero. Pobrecito Cordero, da pena ajena, es de esa gente a la    que escuchas hablar y volteas a ver a tu vecino y le dices “ay, pobre, que ternurita me da este cuate”. Su declaración de que la gente puede vivir con seis mil pesos es… ¡demagogia pura! ¿Y qué decir de esa otra declaración de triste memoria que hizo, acerca de que “no subió en las encuestas, porque andaba en Michoacán echándole toda la carne al asador para que ganara la Cocoa”? De risa loca. Si no fuera trágico, sería indubitablemente cómico. Cordero, además de demagogo, es algo así como tontito. ¡Pobre!

-      Alejandro Poire. El gran desmitificador resultó ser un demagogo de tomo y lomo. Eso sí, hay que reconocerle a Poire que cuando menos tiene la apariencia de ser un demagogo cantinflesco. Su habilidad para cantinflear es sorprendente, en pocos políticos se nota tanto como en él. El martes de la semana pasada, en entrevista con Carlos Loret, el periodista le espetó a bocajarro una pregunta tan sencilla como esta: ¿Al final del sexenio del Lic. Calderón cuáles son los resultados tangibles de su gestión, que los ciudadanos podamos valorar? Creo que hasta un lerdo puede entender la pregunta. Pues bien, como resultados de la gestión de Calderón, el desmitificador soltó un: Mira, para entonces los estados deberán de haber blah, blah, blah. ¿Y la respuesta a tan sencilla pregunta?, esa no se vio por ningún lado.

Los demagogos chimoltrufios.

-      Carlos Navarrete. Un caso para la araña, caray. Su afirmación, después de cinco años, de que AMLO los “obligó” a cerrarle las puertas del  Congreso a FeliPillo merece, cuando menos, un diez y estrellita en la frente al político más demagogo y cínico de esta hornada. No digo que no haya sido posible que el Peje solicitara, instruyera, sugiriera, o simplemente hubiera mencionado hacer eso como una estrategia de resistencia civil, sino porque Navarrete lo denunció en su libro (oootro más que “escribe” un libro), cuando creyó que Ebrard podría ganar la encuesta. Cuando las cosas no resultaron así, Navarrete, como buen demagogo, echó tierra al asunto y dijo que se pondrá a las órdenes del partido para apoyar a López Obrador.  Demagogo que como dice una cosa, dice la otra.

-      Jesús Ortega. Este es el campeón, y no precisamente del humorismo blanco, sino de la más abyecta demagogia conocida y por conocer. Desde mi punto de vista no hay más que decir de él, basta y sobra con coronarlo como el demagogo más asqueroso dentro de la política mexicana. “Felipe Calderón es un espurio”; “Felipe Calderón es un presidente con una visión moderna de la política”. ¿Chimoltrufio?, sin duda alguna.

La demagogia, por otro lado, no se da sólo entre políticos. Por el contrario, está más difundida de lo que pudiéramos creer. Hay curas demagogos, empresarios demagogos, burócratas demagogos, líderes sindicales muuuuy demagogos. Si conocen a alguno que sea alcalde, gobernador o funcionario público de cualquier nivel, haga nuestro día mencionándolo con su nombre y apellido, y deleitándonos con aquella frase demagógica que recuerden de él o ellos.

Bueno,  hasta entre nosotros, los humildes mortales, hay demagogos que merecen un aplauso por su capacidad para mentir, engañar, y luego quedarse como Don Sebas. ¿Alguien dudaría de la demagogia de un tipo que sólo habla a maldiciones, pero que acusa a otros de ser los groseros? ¿Tendría alguien dudas sobre el demagogo que amenaza con irse, con regresar, con irse, con regr… bueno, con ese tipo de gente, que, de remate, cree que es indispensable que la gente conozca los chorrocientos copy/paste que gusta poner en los foros como “contribuciones”? Yo tampoco.

Existen, en esto de los foros, dos tipos de cuyo nombre no quiero acordarme (gracias, Cervantes), porque como dijera Etilio, me dan asquito, juar!!!

Creo que dos imágenes serán suficientes para reconocerlos. Decir que esos tipos no son demagogos, es como decir que Marcial Maciel nunca tuvo actos de amor deshonesto contra unos niños

Tancredi.














¿El presidente no debe defenderse? por Andrés González


¿EL PRESIDENTE NO DEBE DEFENDERSE?

Mientras escribo estas líneas, en twitter hay una verdadera guerra de opiniones acerca de la posible defensa legal que llevara a cabo nuestro presidente.
Las personas que decidieron demandar a Calderón actuaron dentro de un marco jurídico que ellos consideran prudente y competente para el caso, amparados por la constitución mexicana y por una serie de mecanismos internacionales, desde hace meses anunciaron su decisión de acudir a la corte ubicada en La Haya y así lo hicieron.
No recuerdo que hayan sido violados sus derechos humanos para acudir a La Haya a exponer lo que a su conveniencia consideran prudente, por el contrario, el gobierno federal garantizo la seguridad para que pudieran realizar dicha denuncia, juntaron firmas y decidieron hacer el viaje al viejo continente.
Lo que se me hace ridículo es que esas mismas personas que viajaron a Europa a exponer su denuncia ante la corte de la Haya, sean ahora las que critican que nuestro presidente abrace el derecho a defenderse contra lo que él considera calumnias.
¿Acaso esas personas de izquierda desconocen que la constitución no hace diferencias a la hora de proteger derechos?
¿Acaso esas personas pensaron que el presidente iba a bajar la cabeza y no hacer nada para defender su dignidad?
O lo que es peor.                                          
¿Quiénes se sienten esas personas para cortar el derecho de un ciudadano? Porque recordemos que el presidente sigue siendo un ciudadano y que la constitución le garantiza el derecho a defenderse.
¿Ese será el actuar de la izquierda en caso de ganar la silla presidencial?
Quizá algún amable lector diga que el presidente los amenazo pero yo le preguntaría a ese amable lector ¿Qué artículo de que ley establece que defenderse es una amenaza?   




¿Lula o Peje 2.0? por Denise Dresser





Ante el anuncio de la "República amorosa" que propone Andrés Manuel López Obrador surgen las preguntas esenciales, ineludibles, definitorias: Cómo se comportará rumbo a la elección del 2012? Se convertirá en un izquierdista pragmático o volverá a ser un populista confrontacional? Tomará decisiones con la cabeza fria o con la misma víscera candente? Derrumbará los vetos que ha contribuido a construir o fortalecerá su existencia? Tenderá puentes para ampliar apoyos o colocará dinamita debajo de ellos? Armará un equipo a base del talento o en función de la lealtad? Será un Lula o un AMLO reloadaded? Un izquierdista moderno o tan solo un Peje 2.0?

Las preguntas que acompañan a López Obrador tienen razón de ser. Las dudas que lo rodean son legítimas. Durante los últimos seis años, el Peje muestra múltiples facetas, múltiples caras, múltiples maneras de ser y de pelear. A veces cae en la provocación, a veces promueve la reconciliación; a veces empuña el machete, a veces extiende la mano; a veces habla de la refundación total de la política y a veces habla tan solo de reformarla. López Obrador oscila entre el extremismo del mesías y el incrementalismo del político. Oscila entre el objetivo contradictorio de pelear por una causa y morir por ella. Quiere cambiar la presidencia pero también llegar a ella. Quiere regenerar el poder pero también concentrarlo en sus manos. Quiere romper con el pasado pero tambien ser viable en el futuro.

Y de allí las dudas que despierta. De allí los temores que suscita. De allí los odios que engendra. De allí el calificativo más común con el cual lo describe la prensa internacional: "fiery" (ardiente). Porque la retórica de AMLO es y ha sido fogosa, combativa, provocadora. Porque por táctica o por convencimiento, AMLO ha usado sus palabras como un sable. Las ha pronunciado para despreciar la ley, para "mandar al diablo a las instituciones", para condenar a la Suprema Corte, para enjuiciar a la clase empresarial, para hablar de la mafia que manda en México, para convocar a un plantón sobre Paseo de la Reforma.

López Obrador ha sido comparado con Hugo Chávez porque ha hablado como él. Porque ha gritado como él. Porque ha polarizado como él. Porque las condiciones de su surgimiento son similares. Chávez es producto de la decadencia de las instituciones políticas de Venezuela y López Obrador es producto de un fenómeno comparable en México. Chávez emerge después de una década de malos manejos por parte de la clase política y López Obrador también. Chávez aprovecha el descontento creciente con el orden establecido y a López Obrador le gustaría hacerlo. Ambos ejercen el liderazgo caudillesco, fomentan la movilización masiva, apelan a mitos fundacionales, critican a las instituciones corrompidas, creen en la soberanía popular por encima de la democracia representativa. Ambos construyen enemigos para diferenciarse de ellos. Ambos se perciben como salvadores de una democracia saboteada. En eso el político tabasqueño se parece al populista venezolano. Llenan huecos, llenan vacíos, llenan espacios que una democracia epidérmica ha contribuido a crear. Hablan de la refundación de la política porque se aprovechan de la desilusión frente a ella.

Y las soluciones que ofrecen son parecidas: la voluntad popular por encima de la representación institucional. La democracia construida sobre derechos colectivos en vez de libertades individuales. El referendum constante como legitimador a modo. El papel clientelar del Estado vis a visla sociedad. La política concebida como la entrega de bienes en lugar de la protección de garantías. El pueblo por encima del individuo. El discurso paternalista en lugar del discurso innovador . La purga política como prerequisito para la prosperidad. La impaciencia con los pesos y contrapesos. El petróleo como panacea. La percepción de la política como la continuación de la guerra por otros medios. La visión del desarrollo basada ahora en una "cartilla moral" y el amor al prójimo.

Siempre es peligroso predecir lo que un candidato hará si llega a la poder. Una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace. Una cosa es el luchador en el ruedo y otra el presidente en la silla. Como candidato, Vicente Fox ofreció el cambio glorioso; como presidente entregó la continuidad desilusionante. Felipe Calderón ofreció ser el presidente del empleo y se convirtió en el asociado con 45,000 muertos. Como candidato, Lula atemorizó a Brasil; como presidente lo gobernó exitosamente. En palabras de Mario Cuomo: "Los políticos hacen campaña con poesía, pero gobiernan con prosa". Desde el 2006, López Obrador ha escrito poesía maldita. Para poder ser competitivo en la próxima elección tendrá que escribir prosa convincente. Moderada. Centrista. Responsable. Porque si no, jamás podrá combatir la desconfianza que creó, el miedo que suscitó, la percepción negativa que construyó. Y en lugar de convertirse en el Lula mexicano, acabará siendo más de lo mismo: el Peje que promete amor pero sólo lo entrega a quienes se rinden ante él incondicionalmente.

DENISE DRESSER

Leido en http://www.noticiasnet.mx/portal/principal/73948-%C2%BFlula-o-peje-20 y Reforma

El barco del capitán Peña Nieto se acerca a la costa por Ciro Gómez L.



Cuando al final del acto de registro como candidato único del PRI Enrique Peña Nieto hacía la despedida triunfal, extendía los brazos y se palmeaba los costados, como un joven López Portillo, recordé un aforismo sobre el éxito anotado en un vetusto cuaderno. Era del escritor y periodista alemán del siglo XIX Ludwig Börne: “Cuando la meta no se halla distante, el peligro del fracaso es mayor; cuando las naves naufragan, siempre sucede cerca de la costa”.
Peña Nieto desembarcó ayer en un último puerto de paso que lo aguardaba desde hace un par de años. Es el candidato indiscutible y llega invicto. Por eso, supongo, puso tanto énfasis en la palabra éxito. Porque sabe de qué se trata, para qué sirve.
Un discurso, si se quiere, que no es más que una combinación de sentido común y manual de superación para adolescentes. Pero que ha funcionado, indudablemente.

Escribir una historia de éxito es el tema central. De ahí se desprenden las cuatro variaciones, un tanto rococó: vienen tiempos mejores, somos la esperanza, ha llegado la hora de la grandeza de México y “somos parte de una generación de mexicanos que piensa que México sí puede transformarse”.
No tiene caso recalcar que esas palabras fueron expresadas en medio del octogenario líder de la CTM o el del sindicato de Pemex o de una docena de personajes impresentables. Que no se pierda más tiempo en eso, porque vetustos y bisoños, blanqueados y percudidos, todos los priistas que importan ya tienen timonel, ya son Peña Nieto: el joven que no conoce la derrota y parece que todo lo podrá. Y a ver quién les dice hoy que la costa no está muy cerca.
La sueñan, la piensan, la ven.

Los renglones torcidos de un escritorazo por Carlos Marin


En su crónica de ayer en MILENIO, Jesús Alejo bien lo advirtió:
“La personalidad de Fernando Vallejo suele ser provocadora: provoca a la Iglesia, al sistema político y a la misma civilización…”.
Por eso, escribió, “no fue extraño que, tras recibir el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, siguiera con sus críticas, ahora contra el presidente de México, Felipe Calderón, a quien señaló como un personajeindigno del puesto que ocupa”.
¡Gulp!
Autor de El desbarrancadero (Premio Rómulo Gallegos de 2003), Mi hermano el alcalde, El don de la Vida y La virgen de los sicarios; o de los ensayos “La tautología darwinista”, “Manualito de imposturología física” y el desternillante “La puta de Babilonia”, Vallejo estuvo exultante en Guadalajara.
Proclive a subirse al ring cuando se siente o se sabe agraviado (como se evidencia en su innecesario alegato contra la descocada denuncia que se levantó en su contra en la Corte Interamericana de Derechos Humanos), Calderón debiera tomar la descarga de Vallejo con el mismo desparpajo con que el escritor soltó generalidades tan debatibles como la de que “no puede presidir el destino de 110 millones de personas porque no es nadie ni ha hecho nada por México, sino es un vivo de la política. Él, como su antecesor (Vicente Fox), se apoderó de un partido limpio, como era el PAN; de sus posibilidades electorales, y dejaron impunes todos los delitos, todo el saqueo, todo el envilecimiento que el PRI provocó a México en 70 años…”.
Colombiano de nacimiento, Calderón hizo mexicano a Vallejo en 2007, otorgándole carta de naturalización. Y qué bueno, pese a que el paisano reciente, sin atinarle a nada, rafagueó: “El PRI, ¿qué ha sido?; el PRD, ¿qué es?; el Partido Verde, ¿qué es?, y el PT, ¿qué es? Y el PAN, que era limpio, ¿en qué se está convirtiendo?”.
Refiriéndose a Fox y Calderón, afirmó que “ellos dos son alcahuetes de todos los delitos del PRI, y son unos vivos de la política, de lo que llamo aprovechadores públicos…”.
Por fortuna para los aludidos, pero igualmente calumnioso, Vallejo se fue también sobre Andrés Manuel López Obrador:
“Estamos al borde de tener uno de esos, de tener otro Chavecito en México, y entonces sí, vayan preparándose para el desastre en grande, para que vuelvan esto una cárcel como en Cuba…”.
Si de políticos no dejó títere con cabeza, de la Santa Madre no dejó cura con sotana:
Ante la visita que hará Benedicto XVI al cerro del Cubilete, recordó que Juan Pablo II vino cinco veces a México, pero sólo “a azuzar la paridera. Durante los 26 años de su pontificado, se le aumentó a la población de la Tierra en 2 mil 200 millones. La Iglesia defiende un óvulo fecundado por un espermatozoide, pero sí permite que acuchillen a las vacas y a los corderos, que sí tienen sistema nervioso; ahí sí no levantan la palabra. Si ha habido una empresa bien criminal en México, es el cristianismo…”.
¡Chíngale pues!
Vallejo, el gran Fernando Vallejo, es como es y quien es, aunque no faltará quien, pese a la advertencia de Jesús Alejo, caiga en tan evidentes y jocosas provocaciones.
cmarin@milenio.com


Lo mismo en  http://impreso.milenio.com/node/9069869

Como si fuera ayer por Salvador García Soto



La mejor prueba de que el PRI no ha cambiado nada o casi nada en 12 años fuera de la Presidencia son sus formas y estilos. Ver el acto en el que ayer se produjo la inscripción de Enrique Peña Nieto como precandidato priista al 2012 fue constatar que muchos de los usos y costumbres del viejo partido siguen intactos. Los acarreos, las matracas, la militancia corporativizada y el culto a la personalidad reviven con las ansias de regreso del PRI, si es que alguna vez se fueron.

Como en los tiempos del “hombre”, del “candidato oficial”, del “ungido”, ayer Peña Nieto se volvió el catalizador de las añoranzas de restauración de un partido y un sistema que sigue político que sigue vivo en las formas, pero también busca volver con el mismo fondo. La única diferencia entre ayer y un día de finales de noviembre de cualquier otro año (podría haber sido 1969, 1981 o 1994) en la sede nacional priista era que no había en Los Pinos un presidente priista, pero en el imaginario colectivo de los priistas, la figura del candidato que aclamaban “por unidad”, encarnaba al “jefe máximo”, a quien puede devolverles a aquel gran dedo y sacarlos de la orfandad de dos sexenios.

La “nueva cara” del PRI luce como si fuera ayer el olor a incienso y los sonidos de la aclamación parecen naturales para los militantes, dirigentes y el candidato virtual del viejo partido. Eso si, antes de echar a andar la maquinaria que ayer volvió que ayer volvió a rugir en Insurgentes Norte, Peña Nieto se dedicó a tratar de cicatrizar heridas.

El jueves pasado, apenas unas horas después del anuncio de su declinación, Manlio Fabio Beltrones recibió la visita personal de Enrique Peña Nieto. La plática, revelo el mexiquense a sus cercanos, fue larga y “en los mejores términos”. Todavía no hay un acuerdo concreto, afirman, pero hay entendimiento y Peña busco cerrar rápido cualquier resquicio de molestia o resentimiento en el sonorense.

Posiciones para algunos hombres clave de entre los beltronistas, ya sea candidaturas al Congreso –como en el caso de Marco Antonio Bernal– o nominaciones a una gubernatura –como podría ocurrir con Fernando Castro Trenti– son algunas de las cosas que Peña puede otorgar al grupo de Beltrones, más como un gesto del reconocimiento que públicamente le hizo al senador que le dejo libre el camino, que como una petición de Beltrones.

En ese encuentro de la semana pasada, se acordó la ausencia de Manlio en el evento de ayer. El senador dio aviso de que “por motivos personales” saldría del pais este fin de semana lo que fue aceptado por el mexiquense que tampoco quiso forzar una escena de incomodidad para el de Sonora, como aquella que se produjo cuando Roberto Madrazo se inventó una lastimadura para no tener que levantarle el brazo a Francisco Labastida en el 2000 por esta mismas fechas.

Adiós y hola por Jacobo Zabludovsky



A tres días del último año de su gobierno don Felipe Calderón empieza a decir adiós.
Tres miembros de tres distintas corrientes políticas dicen hola como quien llega con ganas de quedarse y presentan sus avales para garantizar la renta de Los Pinos los próximos seis años.
El que se va, como suele ocurrir al final de cada sexenio, da las primeras señales del síndrome de la despedida, entre ellas, la de intentar que quien lo suceda crea debérsela a él y actúe como deudor agradecido. Para eso ha impulsado dentro de su partido a un ejemplo de esa cuatecracia característica de un sistema de nombrar colaboradores que privilegia el cuatachismo a la capacidad. No obstante su apoyo, o tal vez por eso, su favorito está a la cola de los posibles.
Una mujer encabeza los precandidatos panistas.
Es la invitada incómoda y ocupa la cabecera en un banquete donde nadie la esperaba: doña Josefina Vázquez Mota, con cierto estilo de empresaria privada, vendedora de líquidos como Fox, aunque ella comercia con pintores de brocha gorda mientras don Vicente lo hacía con bebedores de cubas libres, productora al fin y al cabo de mezclas que, según parece, son entrenamiento moderno de políticos exitosos. Algo más que el secreto de embadurnar paredes ha de saber la señora para llegar a Los Pinos que requieren urgentemente una manita general de barniz, de esmalte o de lo que sea, pero ya. La adorna una carencia de demagogia que la distingue de sus colegas actuales, debida, tal vez, a su experiencia mercantil. Y aspira a ser la primera mujer que gobierne México “…por tener las mejores propuestas”.
Más precisión en la perspectiva nos llevaría de la acuarela al muralismo que México espera.
En nada le ayuda a Enrique Peña Nieto la cargada que sufrió (¿disfrutó?) el miércoles en la Casa del Lago donde los viejos rostros, costumbres y ritos del PRI reaparecieron en todo su esplendor y lo rodearon de melcocha y fórmulas que parecían superadas.
Si su carisma le ha dado la delantera indiscutida dentro del PRI en su camino a la candidatura, llega la hora de demostrar qué le debe a la televisión y qué a su madurez en el oficio. Dentro de tres semanas, cuando empiecen oficialmente las campañas, deberá concretar su programa, aterrizar frases ambiguas y en cuanto a sus promesas explicar cómo las convertirá en realidades.
Pocas veces en la historia un aspirante a una candidatura llega con tanto apoyo a la trinchera del voto. Debe confiar menos en su popularidad y más en la inteligencia de los ciudadanos y la desconfianza popular alentada por malos recuerdos. Tiene en su favor todo lo bueno del mecanismo electoral de su partido y todo lo malo de los ejemplos de corrupción, despilfarro y torpeza de los que debe distanciarse antes de cargar con ellos. Menos es más, dijo el arquitecto. Más valen pocos que muchos de los peregrinos llegados ayer a ungirlo y elevarlo a los altares, digo yo.
Andrés Manuel López Obrador es caso aparte. Luchador incansable contra la corriente, ha recorrido pueblo por pueblo estrechando manos, escuchando quejas, sellando compromisos. Hace un mes, cuando se anunció que sería candidato con el apoyo oportuno, elegante y acertado de Marcelo Ebrard, me agradeció la apertura permanente de mi programa de radio, cuando “un cerco me cerró todas las puertas”. Se quejó de la televisión, pero unas horas después, ante las cámaras, su tono dulcificado terminó con entrega de melodía arrabalera: “…y en la primer cita la paica Rita me dio su amor”. Pasó de la indignación a la indulgencia como quien acepta no pelearse con la cocinera. Pero usted es el máximo caudillo de la izquierda y representa a la única oposición política estructurada en México. Me hubiera gustado que en la catedral repitiera lo dicho en mi humilde parroquia y no modificara una postura digna de respeto. Se hubiera ganado un aplauso nacional por su entereza, porque ya está dicho: el que es buen gallo dondequiera canta.
Así estamos al tocarle las golondrinas a don a Felipe y disponernos a que uno de los tres nos convenza. Nada está escrito y mejores volteretas he visto en mi vida. Aunque no parezca, los tres empiezan de cero y ningún error será mayor que un exceso de vanidad.
Un último deseo: que el presidente Felipe Calderón mantenga las manos fuera del proceso electoral. Nada causaría más daño a México en esta etapa todavía titubeante de su camino democrático que un paso en falso y así se podría llamar cualquier intento de torcer la voluntad popular.
Sabe, al cumplir cinco años en la Presidencia, que los tres finalistas están definidos. Su última asignatura es hacerse insospechable en un final turbulento, tal vez amargo. Irse en paz.

Por una política sin amor por Jesús Silva Herzog-Márquez


Maquiavelo lo entendió muy bien en su momento: el amor no puede ser el pegamento fundamental de la relación política. El hombre podrá encontrar en el amor la experiencia vital más dulce e intensa, pero el Estado no se edifica con esa llama. No lo decía el instructor de tiranos del que hablan quienes no entienden a Maquiavelo, sino el gran republicano, el máximo promotor del Gobierno cívico. El florentino advertía que el amor era caprichoso y por ello inconfiable para levantar la casa del Estado. Por ello creía que el príncipe debía ser temido, antes que amado. No el amor, sino el temor, era el verdadero cimiento de la política.

Pero, ¿de qué temor hablaba Maquiavelo? De ninguna manera reivindicaba el temor al poder desmedido caprichoso y arbitrario de un déspota porque ese abuso conduciría tarde o temprano al odio de la gente. Maquiavelo pensaba en el temor al poder firme y bien medido del Estado. Temor que se desprendería después de la figura del príncipe para alojarse en instituciones, en una entidad impersonal que habla con reglas que se sujeta a normas comunes. La modernidad que se insinúa desde entonces aspira a la transmutación de ese miedo: temer al Estado es ganar confianza en sus instituciones, en esos órganos del poder público que aplican castigos en nombre de todos. La ley no es la caricia de los gobernantes. Nuestros impuestos no son besos al fisco. El líder político no es nuestro padre cariñoso y protector al que debemos lealtad de hijos fieles. El Estado no es nuestro amante. Por favor: dejemos al amor en su sitio.

Una de las virtudes fundamentales de la democracia, ha dicho el filósofo catalán Xavier Rubert de Ventós es precisamente que mantiene el divorcio entre la relación institucional y la relación personal. El caudillismo reenciende la llama emotiva de la política: pretende activar de nuevo la lealtad afectiva y restituir ese vínculo emocional que, como el amor, no acepta prohibiciones. Se habla así del matrimonio de la Nación y su conductor. Frente a esa funesta ilusión, la democracia acepta su frialdad: separa afecto y ley. En su Ética sin atributos (Anagrama, 1997) Rubert de Ventós defiende esa ruptura esencial. Su manifiesto exige el desamor para la política. Para que una República funcione, lo público debe mantenerse a salvo de los sentimientos. Bajo la democracia, el vínculo entre Gobierno y sociedad es el de la representación electoral. Sólo se entiende como un encargo, nunca como una devoción. Reconocer al poder político, respaldarlo incluso, no implica adorarlo. Y reconocerse parte de una sociedad, no supone el ignorar diferencias o abdicar a los antagonismos bajo el discurso de la fraternidad patriótica. El conflicto, el desacuerdo, las antipatías y aversiones son parte vital de una sociedad vital. Sólo el conservadurismo más terco podría condenar esas tensiones y emociones sociales como traiciones a los deberes del amor.

Efectivamente, la cuna de ese sentimentalismo que busca restituir la base emocional de la política es abiertamente conservadora. Pero los conservadores lo han hecho tradicionalmente a partir de un afecto quizá más constante y menos subversivo que el amor: la amistad. La República ideal se concibe como una República de amigos. Ése es, en efecto, el modelo de la política conservadora: una política de amistad, encariñada con todo lo existente, una política apegada a las tradiciones y respetuosa de las herencias. Una política que no se pelea con nadie porque a todos ama por igual. Una política tan afable con los débiles como con los poderosos. La política de la amistad es aquella que está atenta a todos pero no quiere cambiar nada porque hacerlo sería un acto de hostilidad contra algunos. Por ello esta política beatífica es la divisa básica del conservadurismo: conversar con las circunstancias, no pelear nunca con nadie para cambiar la realidad.

La democracia no es la alcoba de los amorosos ni un callejón de odio. En democracia hay lugar para el acuerdo pero también hay sitio para el conflicto. Es un espacio común que permite la expresión de las discrepancias y el descubrimiento de las coincidencias. No es la conquista amorosa de lo público, sino muralla que separa lo íntimo de lo político.

2012: Peña Nieto por Raymundo Riva Palacio



Enrique Peña Nieto cumplió este domingo con la primera fase de su marcha a la Presidencia. Se registró como candidato único del PRI, que es lo que siempre quiso a costa de lo que fuera, y llegó como el protagonista de la profecía autorrealizable:  próximo Presidente de México, producto de la construcción de una imagen tallada en medios electrónicos para un mercado específico, los electores switch.

Peña Nieto llegó al PRI arropado por una movilización que huele a naftalina, con la cargada de gobernadores y líderes sectoriales hacia su esperanza, para hablarles expresamente a los priístas con ADN tricolor. Ellos son los que en las condiciones actuales le darían poco más del 30% del voto el próximo año –la clientela dura del PRI-, pero no quienes le aportarían lo suficiente para derrotar a cualquier candidato que se le ponga enfrente. Para estos se realizó una campaña mediática que, a decir por los resultados en las preferencias electorales, ha sido un éxito hasta ahora.

Esta campaña de 22 meses fue por la conquista de los electores switch, como se conoce al electorado que no tiene lealtad con ningún partido, que es volátil pero que sí  vota –buena parte del 10% de electores que hacen su elección de candidato en las urnas pertenecen a este grupo-, que toma decisiones racionales y que está informado. Se acompañó de dos estrategias paralelas y todas conectadas, dirigidas a las clase medias y populares y a las élites políticas.

Para los segmentos socioeconómicos populares se analizó el impacto del entonces noviazgo de Peña Nieto con la artistaAngélica Rivera, muy popular por una telenovela de moda. Su relación fue revelada en octubre de 2008, y en febrero de 2009 se hicieron grupos de enfoque para analizar lo que pensaba la gente de ellos. El resultado fue que si se percibía que Peña Nieto se aprovechaba de su novia, la gente se molestaba; y si ella era vista como queriéndose aprovechar de él, la reprobaban. Es decir, lo que deseaba la gente era una telenovela. Y se la dieron.

El noviazgo fue dosificado y tuvo su maduración a través de las revistas del corazón, con destellos como la presentación de su novia a Benedicto XVI, con los micrófonos de El Vaticano registrando el momento durante una audiencia. Después vino la entrega del anillo de bodas y la construcción del momentum de la boda, para hacerla, con elegancia y cuidado, un evento privado. Para las élites fueron los artículos en la prensa donde fue apuntando las líneas generales de su pensamiento, llevadas recientemente a un libro, y los congresos de personalidades nacionales e internacionales, para darle densidad a su sexenio.

Lo cosmético siempre fue acompañado por la sistemática campaña en medios, inyectada de emotividad. Estrategas de Peña Nieto que condujeron esta campaña revelaron que hubo varios ejes en ella, como las imágenes donde aparecía besando niños, o donde se mostraba la obra pública que hacía como gobernador del estado de México. Junto con ello se le presentó siempre en las revistas del corazón rodeado de su familia, impecables todos, bonita e integrada, como habían detectado  que aspiraba cualquier mexicana y mexicano.

De acuerdo con sus estrategas, se utilizaron muchos elementos cinematográficos para resaltar el dramatismo y la emotividad, con el apoyo de dos profesionales, Pedro Torres, el único productor independiente al que recurre Televisa, y la publicista Ana María Olabuenaga, quien inventó el “Soy Totalmente Palacio”. Las pautas de televisión fueron para Televisa principalmente, el vehículo seleccionado para ir a la caza de los votantes switch.

Esta fase, perfectamente estudiada y ejecutada, terminó con el registro, pero viene la siguiente. Peña Nieto entrará a competir finalmente con adversarios reales y en campaña, que harán ver los contrastes y sus debilidades –algunas, como sus pocas dotes de orador y mal discurso, notorias este domingo-, y tratar de arrebatarle ese electorado switch, al que no podrá soltar un momento porque de ellos depende que el plan de Peña Nieto tenga éxito y lo lleven a Los Pinos, o que lo derrote

Reacción Bananera por Julio Hernández


El abogado Felipe Calderón ha respondido con un ánimo sujeto a trastorno la solicitud que en pleno ejercicio de sus derechos han presentado ante la Corte Penal Internacional 23 mil ciudadanos (entre ellos, el que firma esta columna) para que se inicie una indagación y eventualmente se castiguen las conductas criminales en que, a título de la masacre conocida como guerra contra el narcotráfico, hubieran incurrido tanto el principal demandado, el propio Calderón, como varios de sus principales subordinados a cargo de asuntos de seguridad y el jefe del principal cártel nacional.

En lugar de aceptar de manera irrestricta ese ejercicio ciudadano de derechos, y de prepararse sin mayores aspavientos ni amenazas para responder en los mismos términos jurídicos en el hipotético caso de que la citada Corte aceptara dar curso a la solicitud, el licenciado Calderón ha reaccionado de una manera muy preocupante, que denota el agravamiento en la capacidad de percepción sana de la realidad nacional y muestra de forma categórica un creciente perfil de agresividad, intolerancia y revanchismo de parte de quien el próximo 1º de diciembre cumplirá cinco años de haberse alzado con la Presidencia de la República.

El documento que ha hecho aflorar nuevamente la vena autoritaria, con tendencias dictatoriales, del licenciado Calderón, fue presentado el pasado viernes por el abogado Netzaí Sandoval en La Haya, la ciudad de los Países Bajos donde está la sede de la Corte Penal Internacional, que se encarga de atender denuncias respecto a crímenes de guerra y de lesa humanidad y genocidios. Ni siquiera es seguro que esa corte abra un expediente sobre la denuncia presentada por mexicanos, e incluso sería un triunfo para esos promoventes que La Haya aceptara establecer un periodo de mera observancia de hechos, sin darle el caracter formal de investigación. Y no es menor el dato de que hasta ahora esa corte, creada en julio de 1998 en Roma, “se ha encargado casi exclusivamente de enjuiciar a gobernantes de países africanos –con la excepción del líder serbio Slobodan Milosevic–, identificados como enemigos de los países industrializados, pero en este caso a Calderón se le considera un aliado funcional”, según señaló el jurista John M. Ackerman a La Jornada el sábado recién pasado.

Sin embargo, Calderón ha decidido dar un paso perturbado al pretender castigar a quienes solicitan la intervención de un órgano internacional legitimado por el propio Estado mexicano para que se investigue y castigue, en su caso, la presunta comisión de delitos graves que la institucionalidad nativa no atiende ni resuelve por limitaciones técnicas y políticas. El largo pliego de acusaciones que en forma de comunicado de prensa dio a conocer ayer Los Pinos cierra con un párrafo digno de cualquier antología de las vaporosas dictaduras bananeras que en el continente se han conocido y al cual se harán comentarios entre comillas a cargo de este tecleador imputado (con i):

“Las imputaciones al gobierno de México son claramente infundadas e improcedentes, como lo señalan ya las voces más autorizadas en la materia (pero el docto jurista de Los Pinos no espera a que el órgano llamado a atender el asunto, la CPI, así lo resuelva, sino que da por definitivas las sabias resoluciones dichas ‘ya’ por ‘las voces más autorizadas en la materia’. ¿Tal vez el secretario del trabajo sucio, Javier Lozano, o los discursos pronunciados por el Señor de la Muerte?). Sin embargo, constituyen en sí mismas verdaderas calumnias, acusaciones temerarias (¿según quién? ¿según el propio acusado?) que dañan no sólo a personas e instituciones, sino que afectan terriblemente el buen nombre de México (terrible afectación de criterio sería suponer que lo presentado hace unos días pudiera añadir desprestigio internacional ante el sabido horror mexicano de los años recientes), por lo cual, el gobierno de la República explora todas las alternativas para proceder legalmente en contra de quienes las realizan en distintos foros e instancias nacionales e internacionales.”


El tamaño del castigo que merecerían los firmantes de esa solicitud ante La Haya puede ser estimado a partir del daño que se habría cometido pues, según ese mismo boletín de prensa con olor a Poiré, es absurdo hablar de delitos calderónicos de lesa humanidad, pues ése no es el caso de México, que tiene una democracia vibrante, con poderes independientes y equilibrados entre sí, con instituciones de derechos humanos autónomas y un sistema de libertades y garantías y vigencia de derechos humanos como pocas naciones en desarrollo. ¡Chulada de país!

En realidad, al felipismo desequilibrado le han asustado tanto la resonancia internacional del caso, sobre todo en materia de medios de comunicación que le han dedicado tiempo y espacio notables (en especial, cadenas de televisión europeas y estadunidenses), como la consolidación temprana del juicio histórico sobre su sangrienta gestión. La carnicería nacional de los cinco años recientes tiene un responsable político e institucional, cuya valoración pública quedará por debajo del propio Gustavo Díaz Ordaz. Al recibir un premio de la Feria Internacional del Libro, el escritor mexicano de origen colombiano Fernando Vallejo acaba de decir que Calderón no es digno de ejercer el cargo que ocupa. Y ayer Fernando Savater señaló en la misma FIL, sobre la guerra contra el narco, que es un disparate que nace de Estados Unidos, y los disparates que nacen en Estados Unidos son muy difíciles de combatir por el resto del mundo, pero hay que acabar de una vez con la cruzada contra las drogas, según nota de Afp.

Y, mientras Enrique Peña Nieto se ha registrado como candidato único, al más puro estilo del priásico restaurado, con el honorable tío Arturo Montiel como orgulloso testigo y garante del triunfo de la impunidad, ¡hasta mañana, viendo primero a los tuiteros de Veracruz encarcelados, luego la sentencia de la Corte a favor de las Calumnias Libres, y ahora la amenaza felipista a solicitantes de justicia en el plano internacional!