lunes, 28 de noviembre de 2011

El barco del capitán Peña Nieto se acerca a la costa por Ciro Gómez L.



Cuando al final del acto de registro como candidato único del PRI Enrique Peña Nieto hacía la despedida triunfal, extendía los brazos y se palmeaba los costados, como un joven López Portillo, recordé un aforismo sobre el éxito anotado en un vetusto cuaderno. Era del escritor y periodista alemán del siglo XIX Ludwig Börne: “Cuando la meta no se halla distante, el peligro del fracaso es mayor; cuando las naves naufragan, siempre sucede cerca de la costa”.
Peña Nieto desembarcó ayer en un último puerto de paso que lo aguardaba desde hace un par de años. Es el candidato indiscutible y llega invicto. Por eso, supongo, puso tanto énfasis en la palabra éxito. Porque sabe de qué se trata, para qué sirve.
Un discurso, si se quiere, que no es más que una combinación de sentido común y manual de superación para adolescentes. Pero que ha funcionado, indudablemente.

Escribir una historia de éxito es el tema central. De ahí se desprenden las cuatro variaciones, un tanto rococó: vienen tiempos mejores, somos la esperanza, ha llegado la hora de la grandeza de México y “somos parte de una generación de mexicanos que piensa que México sí puede transformarse”.
No tiene caso recalcar que esas palabras fueron expresadas en medio del octogenario líder de la CTM o el del sindicato de Pemex o de una docena de personajes impresentables. Que no se pierda más tiempo en eso, porque vetustos y bisoños, blanqueados y percudidos, todos los priistas que importan ya tienen timonel, ya son Peña Nieto: el joven que no conoce la derrota y parece que todo lo podrá. Y a ver quién les dice hoy que la costa no está muy cerca.
La sueñan, la piensan, la ven.

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