viernes, 18 de noviembre de 2011

¿Cara o cruz? por Ricardo Alemán



Contrario a lo ocurrido en los meses previos a julio de 2006 –cuando el parto de la candidatura presidencial de AMLO fue por métodos naturales–, el nacimiento de la segunda aspiración presidencial de Andrés López se debió realizar mediante el traumático método de cesárea.

Sin embargo, lo verdaderamente grave del alumbramiento es que la amorosa madre que gestó dos candidaturas presidenciales de López Obrador, no logró sobrevivir las maniobras extremas de parto y, con síntomas de inanición, murió en el trance. Peor aún, y más penoso, resultó el hecho de que pocos, si no es que ninguno, de los integrantes de la clase política que siempre se identificaron como de izquierda, fueron capaces de expresar siquiera un responso por esa izquierda mexicana muerta. Y es que el partido que era emblema de esa tendencia política, el PRD, hoy importa poco a pocos, sobre todo ante las renovadas ambiciones de poder del nuevo ungido.

Y es que nadie debe equivocarse; lo de hoy es el “partido frente”, el nuevo instrumento que dizque reunirá “a lo más progresista” de la siempre congruente, creíble y confiable izquierda mexicana.

Y en efecto, progresistas como Alberto Anaya, dueño del PT, y políticos ejemplares como Dante Delgado, propietario de Convergencia, se convertirán en los nuevos adalides de esa ejemplar izquierda mexicana. Y los primeros signos de la “profunda vena progresista” de los señores Anaya y Delgado, será cuando se vistan de botargas electorales a las órdenes de AMLO.

¿De qué juego estamos hablando?. De que en otra escandalosa simulación, al más puro estilo de Juanito, AMLO decidió que no perderá los millones de pesos de prerrogativas que produce una precampaña presidencial, y menos desperdiciará los valiosos minutos de exposición en radio y televisión.

Por eso, y para que AMLO se beneficie de esa jugosa bolsa económica y de la imagen mediática gratuita que regalan las precampañas, ordenó a sus botargas electorales, Alberto Anaya y Dante Delgado, inscribirse como aspirantes presidenciales de la izquierda para simular, junto con AMLO, una feroz competencia. Con esa nueva farsa, Andrés López saldrá ganancioso y, al final, los señores Anaya y Delgado declinarán a sus ambiciones presidenciales meteóricas a favor del propio López Obrador. ¿Qué tal?. ¡Pura congruencia, honestidad valiente y ejemplo de honradez de izquierda!

Pero vamos al principio. ¿Por qué razón se complicó el parto de la segunda candidatura presidencial de AMLO, al extremo de causar la muerte de la amorosa madre que lo parió?.

Peligro de Aborto
Como todos saben, entre las tres fuerzas políticas que integran la llamada izquierda mexicana, existía un abierto rompimiento que, incluso, amenazaba con una guerra civil. El partido emblema de esa izquierda, el PRD, literalmente había expulsado de sus filas a AMLO y cobijó, como su aspirante presidencial, a Marcelo Ebrard, el jefe de Gobierno que intentó arrebatarle la candidatura presidencial al tabasqueño.

El dilema que enfrentaban las muchas tribus, las distintas corrientes y los dueños de las franquicias, es que existían dos buenos prospectos para acceder a la candidatura presidencial, pero había tres partidos y sólo una candidatura. ¿Cómo alcanzar un acuerdo entre todas esas ambiciones, esos polos opuestos y, sobre todo, cómo designar a un candidato, pero sin fracturar la delicada fragilidad de todas esas tribus?

La mejor salida era la que siempre ha ensayado la izquierda; la de la negociación, el pacto y el acuerdo, sin importar si engañan a la sociedad.

Por eso, a partir de una buena intención, como fueron las encuestas, al final se diseñó un escandaloso montaje que, en el fondo, no fue más que una negociación política de presiones y chantajes. ¿Por qué?

Porque si bien es cierto que se realizaron las encuestas y las empresas respectivas entregaron su trabajo de manera impecable, también es verdad que el resultado no fue el que se dio a conocer de manera pública, sino que presenciamos un señuelo para enmascarar la imposición de AMLO.

En otras palabras, que en realidad las encuestas no arrojaron a un ganador claro, sino a un potencial candidato con menos negativos, que era Marcelo, y a uno más popular, que era AMLO. Frente a esa realidad, inició una larga ronda de negociaciones en las que quedó claro que López Obrador no se retiraría de la contienda, a pesar de no ser el mejor calificado y, al final, Marcelo Ebrard dio paso a su teoría de origen: no ser factor de división. Y se hizo a un lado de la contienda.

Ebrard siempre tuvo claro que una división de la izquierda sería un suicidio, pero también entendió que una pelea pública con AMLO no le reportaría ningún beneficio. Por eso “bajó la cortina” y dejó para mejor momento sus aspiraciones presidenciales.

Un hecho formidable refuerza la hipótesis. Que a pesar de las abundantes críticas al engaño colectivo, las encuestadoras no dieron, y no darán en mucho tiempo, el resultado claro de la batería de encuestas que podrían confirmar a un ganador.

Pero no es todo. Un símbolo político ratifica la especie: que Marcelo Ebrard se negó durante todo el evento de unción de AMLO como nuevo monarca de las izquierdas, a alzarle el brazo en señal de ganador. En realidad, son muchos los indicios de que Marcelo Ebrard dio un paso de lado, no hacia atrás, en señal estratégica.

Y es que veremos si en los hechos se convierte en el manso cordero del eterno segundo lugar, o si ahora sí asume la iniciativa de ganarse el primer lugar. Y para ello, tendrá que atesorar para sí, y no para su patrón, su capital político.

¿Qué viene para Marcelo Ebrard en los meses y años por venir?. Que se constituya como jefe de su propio grupo político, y nunca más como subordinado de un mesías. Claro, si es que quiere ganar posiciones por méritos propios. ¿Cara o cruz?.

¿SE ACUERDAN?
Memoria electoral 12 al 18 de noviembre.

Hace 6 años, en la semana del 12 al 18 de noviembre de 2005, Marcelo Ebrard ganó.

Sí, ganó el debate con Jesús Ortega en la pugna por la candidatura amarilla rumbo a la Jefatura de Gobierno del DF. La suerte de Marcelo era otra.

En esta misma semana, pero de 2005, una poco concurrida elección ratificó a Roberto Madrazo como candidato presidencial del PRI.

Tan pronto aseguró la candidatura, el tabasqueño apresuró el proceso de expulsión de Elba Esther Gordillo. Al final de esa semana, el PRI ya había cesado los derechos políticos de la maestra.

En esos días, PRI, PAN y PRD consideraron aliarse hasta con el diablo. Todo por ganar unos cuantos votos. ¿Les suena familiar?

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