Dice la agencia estadounidense de inteligencia Stratfor
que una de las posibles causas de la caída del helicóptero en el que
viajaban Francisco Blake y otras siete personas podría haber sido
causado por la contaminación del combustible.
Pero también hay quienes
presumen que el aparato pudo haber sido “bajado” o, incluso, saboteado.
Lo cierto es que pocos creen, hasta ahora, que el accidente haya sido
provocado por las nubes o la niebla, cual inmediatamente después dijo el
señor Felipe Calderón.
En el reporteindigo
de Ramón Alberto Garza, la reportera Anabel Hernández documenta, de
otra parte, las evidencias de posibles adquisiciones de lanzacohetes,
capaces de tumbar un aparato aéreo, por parte de conocidos
narcotraficantes y, además, cómo fue que los “accidentes” en los que
perdieron la vida el propio Blake y, antes, Juan Camilo Mouriño se
dieron justo después de las muy publicitadas captura de delincuentes.
Pero, me dice un lector del Índice Político en
mensaje electrónico: “No sé por qué todo mundo cree que un avión o
helicóptero sólo se tumba con una bomba… uno de esos helicópteros se cae
a pedradas o lanzando un palo a las aspas… o con unas bolsitas de
azúcar p’al cafe (derramadas sobre los tanques de combustible) que nadie
les revisa a los del servicio… o una fuga de combustible, (perforando)
el dren con un picadiente, vaciando así los tanques… creer que chocaron
por baja visibilidad, mal tiempo… ¡qué idiota la conclusión… ¿y los
radares y las computadoras, los altímetros, las cartas de navegacion, el
GPS, todas las madres que son nuevas y que ni conocemos los pilotos
llaneros?… ¿y los pilotos del Estado Mayor?… ¿son puro uniforme y pose?…
Esto como que es un insulto a los pilotos y a la inteligencia de los
Mexicanos.”
En
Tijuana, por si fuera poco, Felipe Díaz Ruanova Zárate apenas publicó
un artículo intitulado “¿No explotó? ¿No se incendió?”, en el que “los
tres tripulantes sabían bien por qué perdían motricidad, altura y
velocidad; también supieron que eran ellos los responsables de que la
nave aérea, irremediablemente, se estrellaría; tanto el avión como el
helicóptero apenas se sostienen en el aire poco tiempo, cuando se agota
el combustible: Por ello, se entiende, no quisieron o no se supo, que
pidieran auxilio, o que tuvieran una emergencia.
“El
impacto en la superficie fue excesivamente tan severo, que produjo la
muerte instantánea de los tres tripulantes y quizás de los cuatro
pasajeros. Fue tan terrible que produjo un estruendo espantoso, que se
escuchó a kilómetros de distancia. Fue de tal magnitud que arrancó de
tajo la sección de las dos turbinas, que quedaron a 100 metros del resto
del fuselaje. Si bien la sección de la nave en que viaja la tripulación
quedó hecha añicos, no sucedió lo mismo con el módulo de los pasajeros,
que, junto con la cola, apenas y se dañó en algunos vuelcos que sin
duda dieron ambos. Pero no se puede decir que la nave cayó de picada,
porque hubiese quedado totalmente dispersada en la zona del impacto,
cosa ésta que habría producido que los cuerpos de los pasajeros se
hubiesen destrozado y quedado irreconocibles.
“No,
el comandante del Súper-Puma, trató de hacer un aterrizaje forzoso
porque se pararon las turbinas por falta de combustible. Tuvo habilidad
para maniobrar y, hasta el último segundo, conservó el mando de la
aeronave. No tuvo, sin embargo, la altura suficiente como para accionar
el ‘auto-rotor’, que le hubiese dado la potencia requerida para que las
paletas del rotor, le permitieran una sustentación salvadora.
“Si
el helicóptero hubiese tenido combustible, habría estallado al
estrellarse en el suelo. Se sabe que no caía incendiado, ni que haya
explotado en el aire por algún misil o por una bomba. No se observan en
el al fuselaje rastros de metralla o algo por el estilo. Con el tremendo
impacto que tuvo al colisionarse, si hubiese tenido turbosina en sus
tanques, ésta habría explotado o incendiado, y las personas se habrían
carbonizado o registrado tremendas quemaduras. Pero no, no existen
huellas de alguna combustión.”
Y
sí, la clave de este “accidente” es el combustible. Ya porque estuviese
contaminado… ya porque lo hubiesen drenado… incluso por no llevar el
suficiente.
Lo de las nubosidades, empero, pocos o de plano nadie lo cree.
Índice Flamígero:
Otra lectora amiga se ha dado a la tarea de investigar más a fondo y me
envía un recorte electrónico que, traducido del inglés, dice que “no
hay ninguna diferencia entre la niebla y las nubes que no sea la
altitud. La niebla es definida como una humedad visible que comienza a
una altura inferior a 50 pies”. + + + Un mensaje más, de un lector con
formación castrense: “Dice el hijo de Nicho (Dionisio Pérez-Jácome F,
ocupante de la SCT) que ‘el piloto nunca perdió el control del
helicóptero’. Digo yo, con mucho respeto, ¿se despedazó la aeronave de
acuerdo al Manual de Navegación?” + + + Y el doctor José Antonio Lara
Peinado, psicoanalista social, remata: “Para el campo psicoanalítico los
accidentes no son literalmente accidentes, representan en términos
clínicos algo que se denomina ‘Pasaje al Acto’ es decir, lo que le pasa a
un sujeto en su vida suele ser una representación de aquello que le
aqueja y de lo cual no se quiere hacer caso. Lo que ha pasado en el
gobierno del señor Calderón pareciera ser un claro ejemplo de cómo una
administración tan fallida se representa en los accidentes que le
ocurren: la caída del helicóptero del señor Blake, aunada a la caída
también hace tres años del aparato donde iba Mouriño, parecieran
representar la caída constante de este gobierno. El ‘haiga sido como haiga
sido’, la terquedad, la falta de escucha y la insensibilidad de un
gobernante, encuentran eco, cuando hoy sabemos que el helicóptero ya
presentaba fallas y aun así se ocupó, es decir, ahí donde hay un jefe
errático, terco, hijo desobediente, etc… no podríamos esperar que
hubiera en sus colaboradores cordura y sensibilidad.”
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