El tema de la deuda pública de Coahuila sigue escalando y ya no sólo Javier Villareal, el ex secretario de Finanzas del estado, acusado de haber falsificado (¿a quién se le ocurre?) documentos oficiales para contratar deuda ante la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, está encausado, sino que se comienzan a sumar otros funcionarios y la PGR acaba de abrir otras dos investigaciones, en buena medida para evitar que el caso sea llevado sólo por la justicia local. Y si bien la PGR no ha llegado a ese nivel, resulta evidente que el objetivo está puesto en Humberto Moreira, el ex gobernador y ahora presidente nacional del PRI.
El propio Moreira ha dicho que el agraviado por los malos manejos de su ex colaborador es él mismo. Puede ser, no vamos a prejuzgar, pero lo cierto es que el tema seguirá creciendo porque no tiene respuesta, y tanto ha crecido que en los hechos prácticamente ha paralizado al presidente nacional del PRI en un momento clave para su intento de consolidar el regreso de ese partido al poder. Moreira llegó al liderazgo priista porque era, en muchos sentidos, el adecuado para el momento y la circunstancia. Tenía el apoyo de Enrique Peña Nieto, había hecho un gobierno en el que prácticamente había desaparecido al PAN del escenario electoral del estado, era un mandatario popular y no tenía detrás una historia que pudiera ocasionarle costos. Paralelamente, era un instrumento más que idóneo para transitar la alianza que la corriente de Peña Nieto quería (y quiere) sacar con Nueva Alianza, el partido de Elba Esther Gordillo. Tan idóneo parecía Moreira para el momento, que incluso un político con tanto peso y experiencia como Emilio Gamboa Patrón decidió dar un paso al costado en la búsqueda de la presidencia nacional del PRI para que se quedara con ella el coahuilense.
Moreira comenzó con mucha fuerza su gestión, pero también exhibiendo una rudeza innecesaria contra sus rivales políticos: para un partido que aspira a regresar al poder y tiene ventaja en las encuestas no creo que hacer bromas con los apellidos de sus rivales, ponerles sobrenombres o minimizarlos sea una buena receta.
El hecho es que, en ese esquema de polarización personal (que el PRI no ha tenido en otros ámbitos y especialmente no lo han mostrado ni Peña Nieto ni Manlio Fabio Beltrones), Moreira salía perdiendo y, cuando se destapó el tema de la deuda de Coahuila, no sólo pasaron varias semanas sin respuesta del ex mandatario, sino que las denuncias continuaron escalando y la imagen que hay es que Moreira se ha quedado solo en la dirigencia priista e incluso se ha convertido en un peso para quien fue su impulsor, Peña Nieto, quien no ha salido ni en una ocasión, pública y abiertamente, en su defensa.
Hace unos días, Moreira dijo algo que no fue bien leído por los medios. Sostuvo que él se queda en la presidencia del PRI, que fue lo que todos destacaron, pero agregó que se queda hasta la designación del candidato priista. Moreira reconoció que, en caso de que el próximo candidato presidencial se lo pida, podría abandonar su cargo como dirigente nacional en febrero de 2012. “Cuando hay candidato, en el partido se toman las decisiones de qué hay que hacer en el Comité Nacional, y esa es mi posición, no es de aferrarme y quedarme hasta 2015”, dijo. Pues esa no era la idea original: cuando llegó Moreira al PRI se quería tener un dirigente de cuatro años, que llevara la elección y se quedara en ese cargo en el primer tramo del gobierno. Cuando se abre públicamente la posibilidad de dejar el puesto en febrero, se quiere decir que las cosas han cambiado y que ya no se tiene la plena certidumbre de que se cuenta con la confianza de quien será el candidato.
Dicen algunos en el PRI que, en ese mes, febrero, en cuanto termine el proceso de selección del candidato priista, estarán dadas las condiciones para que Moreira pueda ser parte de la lista de aspirantes al Senado, al tiempo que la presidencia del PRI podría quedar para un Emilio Gamboa Patrón, que se ha convertido en el principal pivote entre Peña Nieto y Beltrones, o incluso para Manlio, si dan los acuerdos internos para ello (en ese sentido será importante ver qué se resuelve, en los próximos días, en el PRI y en Nueva Alianza, respecto a las coaliciones electorales). Y entonces la gestión de cuatro años de Moreira concluiría exactamente cuando comience la campaña electoral.
Claro, todas son especulaciones pero, en política y en una campaña presidencial, los liderazgos partidarios no pueden ser una carga para un candidato que se siente ganador.
Leído en http://www.excelsior.com.mx/index.php?m=nota&id_nota=779578
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