viernes, 4 de noviembre de 2011

¿Y adónde diablos se iría López Obrador? Ciro Gómez Leyva





Seis mil personas deberán decidir el fin de semana la suerte de las candidaturas de Marcelo Ebrard y Andrés Manuel López Obrador. El triunfo del jefe de Gobierno del DF sería una sorpresa.
Ebrard necesitaría obtener una ventaja superior a los cinco puntos en la encuesta de Nodo y en la de Covarrubias. Requeriría, además, mejores números en los cara a cara con Enrique Peña Nieto y Josefina Vázquez Mota, y promediar un nivel de conocimiento cercano al muy alto que tiene el tabasqueño.
Difícil lo primero, lo segundo y lo tercero. Si ocurriera, López Obrador tendría que ser fiel a su palabra y levantarle el brazo. Tan, tan, final feliz, pero ¿a dónde se iría el hombre que lleva cinco años esperando el 2012?
La lógica democrática indicaría que debería transferir su capital político y esfuerzo en apoyo de Ebrard. Nada hay en su biografía que prefigure una conducta así.
¿Mandaría al diablo las elecciones del 2012 para irse a fortalecer a su movimiento Morena con nuevos recorridos por el país? Demasiado trabajo, muy duro. Dudo que vuelva a emprender esa travesía al margen de las instituciones.
¿Se borraría ocho meses y regresaría en julio a recoger los restos de una izquierda vencida por el peñanietismo? ¿Volvería para apoderarse de los partidos y los recursos y convertirse en la oposición de pesadilla de la restauración priísta? Complicado, también, pues si Ebrard alcanzara entre 25 y 30 por ciento de los votos (probabilidad alta), el PRD tendría muchas posiciones y dinero como para hacerse a un lado.
Y como no lo veo en el Senado, ni dando clases en Tabasco ni rompiendo vidrios, creo que el destino de López Obrador está en las boletas presidenciales del próximo año.
Es demasiado grande, y complejo, para caber en otra parte.   

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