jueves, 29 de diciembre de 2011

Manuel Ajenjo - Coludos, rabones y apestosos



Me quedan menos de cinco horas para entregar mi última colaboración del año en El Economista. Lo que anoche, cuando mi conciencia me dijo: “Deja de hacerle al pendejo y ponte a escribir que mañana tienes que entregar temprano”, creí que sería pan comido ha resultado un hueso difícil de roer. En esta época del año escasean las noticias y abunda la flojera. Sin embargo, ése no debe ser pretexto para cumplir con mi deber con la institución periodística que bondadosamente me otorga un espacio dos veces a la semana y con los indulgentes lectores que me siguen.

Desde temprano estoy frente a la computadora. He iniciado la columna cuatro veces. A los pocos renglones retrocedo. Reinicio el trabajo. Las ideas tardan en llegar. La demora se debe a la falta de inspiración. Sin embargo, sé muy bien que ésta no se da sin la transpiración. A sudar las nalgas –me digo-. “Las musas me visitan cuando trabajo”, dijo Pablo Picasso. Basado en mi creencia y en la sentencia del artista malagueño no abandono mi mesa de trabajo. Insisto en pergeñar mi columna, aunque al hacerlo no encuentre gusto ni motivación.

Para seguir adelante se me ocurre explorar mi mente: ¿Qué te pasa –me cuestiono- por qué esa abulia? Como no tengo ánimo para hacer dentro de mí profundas disquisiciones, me contesto lo primero que se me ocurre: “Al llegar los finales de año, desde hace varios, me invade la tristeza generada por lo que acaeció en el periodo que agoniza y un desánimo, fruto del miedo y la incertidumbre, por lo que pueda suceder en la etapa que está por iniciar”. A esto los médicos del alma le llaman melancolía.

Tras el diagnóstico acudo a darme de alta en Melancólicos Anónimos. “Me llamo Manuel y soy melancólico”. Hola Manuel –me saludan cordialmente los compañeros que me escuchan. “Atravieso por un momento en el que no encuentro gusto ni diversión en nada. Este año sufrí la perdida de tres queridos amigos. Por si fuera poco, percibo que mi país se desmorona ante la apatía de nosotros los ciudadanos, la ineptitud y la corrupción de la clase política y el egoísmo y la voracidad de los señores del dinero. Quince meses después de su partida no termino de procesar la muerte de mi hermano menor que yo. Además tengo un hijo autista cuyo futuro me preocupa. Está por cumplir 19 años y por las características de su padecimiento jamás será independiente. ¿Qué será de él cuando yo le falte? Afortunadamente cuenta con su madre, admirable mujer de voluntad inquebrantable que ha luchado como fiera herida por sacarlo adelante. Mi respeto y mi amor para ella a la que, de repente, descubro cansada de tanta lucha y, por instantes, avizoro desalentada. Sin embargo, su firme propósito de no cejar y su constante actitud positiva me sirven de ejemplo para vivir la vida con alegría y salir del bache –uno más ante los 200,000 que hay en la ciudad, es nada- de pesadumbre en el que momentáneamente me encuentro. Gracias compañeros por escucharme –agradecimiento que hago extensivo a los lectores-. Mi gratitud va acompañada de la confirmación que la exteriorización de nuestros malestares ayuda a mitigarlos”.

Piso parejo

Las dos coaliciones –PRI- PV y Panal y PRD-PT y Movimiento Ciudadano- que ya tienen precandidato único a la Presidencia de la República sabían de antemano que por cuestiones legales consignadas en el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe) sus precandidatos únicos –Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador, respectivamente- no podrían salir en los anuncios de televisión ni pronunciarse sus nombres en los de radio. En contrapartida, de los precandidatos del PAN –Ernesto Cordero, Santiago Creel y Josefina Vázquez Mota, citados en riguroso orden alfabético- por estar disputando la candidatura al interior de Acción Nacional, si pueden verse sus imágenes y oírse sus nombres en los precitados spots. (“Propaganda dirigida sólo a los panistas”, dice un locutor cuando ya escuchamos o vimos el mensaje los que no los somos. ¿No les parece una simulación?).

Esto fue considerado una falta de equidad por los partidos de ambas alianzas y, ¡lo peor!, puso a trabajar –en la semana de la Hueva Nacional- a los consejeros del IFE. Éstos, según la nota de Verónica Macías compañera de El Economista publicada ayer, aprobaron por unanimidad que los precandidatos únicos no pueden difundir su imagen o nombre en los mensajes de radio y televisión. Como premio de consolación se les hizo saber que Andrés Manuel López Obrador y Enrique Peña Nieto sí podrán realizar mítines, marchas, asambleas frente a todo el electorado, participar en foros, siempre y cuando se abstengan de hacer cualquier llamado expreso al voto en favor de sí mismo.

Aunque parezca increíble la resolución fue recibida por el político tabasqueño con satisfacción: “Ya sabemos a ciencia cierta a qué atenernos, qué se puede hacer y qué no, qué está prohibido y qué está permitido” -manifestó el aspirante único de la coalición Movimiento Progresista-.

Descartó que vaya a recurrir al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación para poder aparecer en los anuncios, “porque van a pensar que estoy en contra de todo” -argumentó fiel a su nueva amorosa y tolerante posición.

En cambio, Enrique Peña precisó que interpondrá una queja en contra del Instituto Federal Electoral porque no se le permite a él realizar spots promocionales, pero sí los avala en precandidatos panistas, lo que significa “inequidad en la contienda”.

“La impugnación –manifestó el mexiquense- se ha hecho para que precisamente se impida que el partido de la derecha –debió de haber dicho el otro partido de la derecha- haga uso de los medios electrónicos, en lo que es una campaña interna pero que está dirigida a toda la población. O bien, como dice el dicho, “o todos coludos o todos rabones”. O estamos todos o simplemente no estamos ninguno”. ¿Cómo la ven? Resulta que el copetón resultó repelón –del verbo repelar que la Academia de la Lengua Española, en su sexta acepción le atribuye la condición de mexicanismo sinónimo de rezongar.

¿A qué querías que olieran?

Carlos Talavera Leal, funcionario de la Secretaría de Desarrollo Social, publicó en Facebook unos mensajes que lo delatan como racista. En su calidad de Jefe de Brigada de la precitada dependencia en Michoacán, visitó, el pasado lunes 26, una comunidad de indígenas purépechas que estaban recibiendo por parte de la mencionada Secretaría apoyo en efectivo y cobijas dentro del Programa Oportunidades.

Talavera Leal, panista de 26 años, publicó en la susodicha red social una fotografía donde aparecen un grupo de mujeres de la etnia aludida. La imagen la remitió a sus amigos con los siguientes comentarios: “Shulo que huele !!! (Nótese la manera pirrurresca de escribir shulo por chulo, calificativo que despojado de la h se convierte en el sustantivo donde yo le daría una patada a este güey. “Es neta huele impresionantemente feo pero ps pobresillas”. Pobrecillo tú, pendejo, que ni siquiera sabes escribir correctamente. Luego añadió: “No es lo suyo la higiene, lo bueno es que ya casi termino y me voy para la office”. Desde que el maíz es importado –dirían en mi tierra- hasta los puercos hablan inglés.

En su sitio de la web Talavera Leal, oriundo de Uruapan, se describe como católico, seguidor de Manuel Gómez Morín –si éste viviera lo colgaría de los huevos.

Joven Talavera Leal: Si de veras es usted panista de corazón y admirador del fundador de Acción Nacional, le debería dar vergüenza que a 11 años de gobierno federal de su partido los indígenas sigan sin tener acceso a la higiene y a la salud. Por otro lado, el mal olor que a usted tanto lo molestó se quita con un buen baño, pero a usted lo frívolo y lo pendejo no se quitará ni por el ácido usado por El Pozolero.

Punto final

A propósito del año que se avecina deseo a mis lectores felicidad, en la medida en que ellos definan este concepto. Por lo pronto yo me aplico esta frase de Erasmo de Rotterdam: “La felicidad consiste principalmente en resignarse a la suerte; en querer ser lo que se es”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, sean civilizados.