jueves, 29 de diciembre de 2011

Sergio Aguayo - Esperar o hacer


El lánguido abandono de estos días es interrumpido, en momentos, por los escalofríos que provoca el año 2012. Para ahuyentar las angustias puede uno conformarse con "esperar" o bien dedicarse a "hacer".

Un primer significado de "esperar" es abrigar la esperanza, en este caso de que a Los Pinos llegue un ser imbuido de tantas virtudes que ante su presencia palidezcan las vidas ejemplares de los más de 10 mil beatos y santos incluidos en el santoral católico. Es bastante común y cómodo transferirle a otro la responsabilidad de satisfacer nuestras necesidades y cumplir nuestros deseos. El verbo es también sinónimo de desear y uno puede "esperar" que las elecciones del próximo año sean recordadas por la civilidad con la cual se contrastaron programas alternativos, por la participación copiosa de una ciudadanía motivada y por la ausencia de conflictos postelectorales.

"Esperar" es igualmente utilizado para aventurar pronósticos sobre el futuro. Paul Krugman se hizo célebre desde que anticipó la crisis financiera que ahora nos maltrata. Toda proporción guardada puede uno augurar que los próximos comicios serán modélicos en la ferocidad de las descalificaciones y que se tensará el ambiente y habrá las condiciones para choques de todo tipo entre dos locomotoras sociales (el PRD-Morena contra las falanges priistas aliadas con el magisterio gordillista) y varios aparatos gubernamentales.

Prefiero el verbo "hacer" por sus posibilidades (tiene 50% más significados que "esperar"). No desdeño la relevancia de la y los candidatos -no todos los políticos son iguales- pero pongo el acento en la profundidad de las crisis en que vivimos. Y ante la irrelevancia de partidos convertidos en vasallos de los intereses creados, la acción ciudadana organizada es la mejor esperanza para reconstruir una democracia que simplemente no funciona. Si en lo electoral 2012 servirá para elegir Presidente, legisladores y muchos cargos más, en lo estructural podría ser un punto de inflexión en la urgente redefinición de la relación entre gobernantes y sociedad.

En este último terreno hay motivos para un moderado optimismo. Pocas veces en nuestra historia los ciudadanos sin partido hemos tenido tantas posibilidades de participar e influir en la vida pública. El alcance que tenga el impulso social dependerá de que la sociedad organizada tome conciencia de su fuerza y logre reducir la fragmentación y el letargo. Menciono tres variables propicias para la movilización ciudadana.

La primera es la enorme cantidad de información pública que está a nuestra disposición. La segunda es la vertiente legal; aunque es indudable la corrupción y degradación del mundo judicial hay casos positivos que lo confirman como un sendero a recorrer. Finalmente estarían los resquicios abiertos desde el poder público para que la ciudadanía se involucre. Además de la enorme cantidad de consejos ciudadanos hay políticos y funcionarios dispuestos a adaptarse a los nuevos tiempos.

Estas condiciones son esquivas y difícilmente se entregarán al primero que se acerque. Para seducirlas es indispensable que la ciudadanía haga una considerable inversión en imaginación, tiempo y recursos. Por ejemplo, no basta con tener a disposición enormes cantidades de información. Por lo general se trata de materia prima que debe ordenarse, discriminarse y asociarse. Éstas son sólo las pequeñas piezas de un rompecabezas sobre el ejercicio del poder. Se requiere paciencia para transformar la materia prima en arietes con la fuerza requerida para romper los viejos modos en el sistema político mexicano.

Antes de terminar el texto incluyo una precisión indispensable: no todo lo que la sociedad organizada pide o exige es automáticamente positivo. La sociedad civil también ha sido contaminada por el alud de simulación y corrupción que ahoga al país. Parte del reto consiste en distinguir entre la "buena" y la "mala" sociedad civil y para ello debe ponerse como rasero el interés general.

En suma, 2012 tiene dos grandes dimensiones. La más obvia y llamativa es la electoral que capturará la atención y la imaginación y llevará a muchos a conformarse con la esperanza de la llegada del ser excepcional. Claro que importa quién esté en Los Pinos, pero existe el riesgo de distraerse de la urgencia de transformar la forma como se adquiere y ejerce el poder. Porque la regeneración exige una participación social organizada, este es uno de mis deseos para el 2012: ya basta de esperar el acto providencial, es hora de que florezca el hacer ciudadano.


· LA MISCELÁNEA

El análisis previo está armado pensando en las condiciones imperantes en las zonas de paz relativa. Las regiones en conflicto requieren una construcción analítica diferente; por ejemplo, no es lo mismo la participación ciudadana en el Distrito Federal que en Tamaulipas.


Comentarios: www.sergioaguayo.org; Twitter: @sergioaguayo; Facebook: SergioAguayoQuezada
En esta columna contribuyeron Diana Rubli y Mario Bronfman.



Leído en http://www.reforma.com/editoriales/nacional/639/1277861/default.shtm

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