Ayer se conoció la golpiza que un miserable textilero, Moisés Sacal Smeke, propinó hace cinco meses a un modesto recepcionista de un edificio en Bosques de las Lomas.
El agresor enloqueció porque el joven Hugo Enrique Vega no obedeció la “orden” de buscarle el gato de su Porsche.
Pese a lo gratuito de la agresión y a haberle tumbado un par de dientes a su víctima, el energúmeno goza de impunidad… ¡legal!: un juez federal alcahuete le concedió (¿vendió?) un inexplicable amparo.
Entre los insultos que Sacal vomitó contra Hugo Enrique y otros modestos y pasivos empleados figuran “¡pinches indios!” y “¡pinches gatos…!”
Indignante, el suceso desató reacciones que también indignan:
A través de Twitter, y tan miserables, energúmenos y acomplejados como Sacal, pero ignorantes además de que los nazis los habrían vuelto jabón del Perro Agradecido, hay descocados que por el incidente de marras propalan desde ayer consignas de odio contra toda la comunidad judía.
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