El conflicto por la Supervía Poniente sigue resquebrajando la institucionalidad democrática del Distrito Federal.
Para preparar esta columna visité a los vecinos del barrio de La
Malinche en la delegación Magdalena Contreras. Llevan 534 días plantados
como una barrera humana que tapona un punto estratégico para la
construcción de la Supervía. Tienen sentimientos encontrados: se sienten
engañados y agredidos por el trato recibido de un gobierno de izquierda
pero también están convencidos de tener la razón porque su causa ha
sido respaldada por especialistas y organismos civiles, por la Comisión
de Derechos Humanos del Distrito Federal y por el Tribunal de lo
Contencioso Administrativo del Distrito Federal (en adelante el
Tribunal) cuya Primera Sala declaró nulo -el 28 de noviembre de 2011- el
estudio de impacto ambiental presentado por la empresa concesionaria
que no hizo la consulta pública exigida por la ley. El Tribunal hizo
algo de mayor trascendencia: le reconoció a Greenpeace el interés
jurídico en asuntos que tienen que ver con la defensa del ambiente.
Este Tribunal atiende las diferencias entre gobierno y ciudadanos, fue
creado en 1971 y tiene una autonomía real demostrada con el fallo arriba
mencionado. Las autoridades capitalinas reaccionaron proponiendo el 14
de diciembre a gente suya para renovar a cuatro magistrados e ignorando
al personal de carrera. Los nominados tenían dos puntos en común: venían
de trabajar en el gobierno del DF y era muy poco lo que sabían sobre
los asuntos que aborda este Tribunal.
Tres de ellos reconocieron abiertamente su cercanía con Marcelo Ebrard
durante su comparecencia, el 21 de diciembre de 2011, ante la Comisión
de Administración y Procuración de Justicia de la Asamblea Legislativa
del DF. Jesús Anlén Alemán agradeció la "confianza que [le] ha sido
depositada por el Jefe de Gobierno"; Adolfo Arenas pregonó haber "tenido
la fortuna de colaborar" con Marcelo, y Jorge Antonio Martínez
Maldonado mencionó el "amable llamado" de Ebrard. Sólo Francisco Ríos
Zertuche mantuvo las formas, tal vez porque venía de ser asesor del
gobernante perredista. El pleno de la Asamblea rechazó al que tenía el
mayor conflicto de interés por su participación directa en la contienda
jurídica por la Supervía, pero el gobierno presentó como candidato para
sustituirlo a otra gente cercana e inexperta.
Según la versión estenográfica de la comparecencia de los magistrados,
todos los asambleístas que intervinieron, Cristian Vargas (PRI), Carlo
Pizano (PAN), Lizbeth Rosas y David Razú (PRD), se refirieron a la
Supervía y a los conflictos de interés y expresaron su preocupación por
la ignorancia de los aspirantes. Los secretarios de acuerdos del
Tribunal comparten la opinión. En un texto que presentarán en los
próximos días a la Asamblea califican el proceso de designación como
"poco apegado a los valores de la profesionalización de los jueces y a
la auténtica carrera jurisdiccional" y señalan que el método empleado
"responde a un sistema autoritario de gobierno". El golpe está dado: la
apelación presentada el pasado 6 de enero por la empresa y el gobierno
será evaluada por un Tribunal sacudido por el manotazo del Ejecutivo.
Marcelo Ebrard ha sido un buen gobernante pero ha tenido graves fallas
en su política urbanística donde impera la corrupción y el desorden. Uno
de los casos más visibles es la Supervía. El jefe de Gobierno está
firmemente plantado en la determinación de que se construya y ha
ignorado la opinión de los afectados y desatendido incluso una
recomendación de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal.
Una justificación habitual es señalar la urgencia de dar una salida a
Santa Fe, un emporio atrapado en un búnker dorado al cual es tan difícil
entrar como salir. Los errores oficiales de planeación ahora los pagan
los vecinos del Sur. Lo peor es que el Título de Concesión de la
Supervía permitirá la especulación con los bosques del sur, vitales para
la viabilidad futura de la capital. El futuro hipotecado.
El costo para la institucionalidad democrática es enorme. Con el
nombramiento de los nuevos magistrados están castrando a un organismo
público que se atrevió a darles la razón a los ciudadanos. La
construcción de la Supervía avanza y alguna madrugada de este año
llegarán los granaderos a desalojar por la fuerza a los plantados de La
Malinche. Comprendo que los farsantes del Partido Verde Ecologista
ignoren esta lucha ambiental, pero me resulta inaceptable el silencio de
Andrés Manuel López Obrador.
Al Frente Amplio contra la Supervía debemos agradecerle su capacidad
para armar y sostener una estrategia integral que ha llamado la atención
nacional sobre la magnitud de la especulación urbanística y por
demostrar que la justicia es de quien la trabaja.
Leído en Reforma
Comentarios: www.sergioaguayo.org; Twitter: @sergioaguayo; Facebook: SergioAguayoQuezada
Colaboraron Alberto Serdán Rosales y Rodrigo Peña González.
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