Hace ocho días, la reportera Marcela Turati informó en Proceso sobre la hambruna que azota en la Sierra Tarahumara. Periodista especializada en pobreza y violencia, Turati no sólo es de Chihuahua sino que ha realizado diversas investigaciones sobre lo que padece el pueblo rarámuri.
Desde hace una semana denunció el gravísimo problema de desnutrición —que ha cobrado la vida de niños y adultos—, el uso político de los programas gubernamentales de “ayuda” y registró que se habla de que “ha habido suicidios de padres de familia que salen de su casa a buscar alimentos y por la desesperación de no encontrarlos se tiran al vacío”, según le declaró Martín Solís, de El Barzón. El trabajo de Marcela es impecable. Pero tuvo que surgir un video donde se llega al extremo de mencionar “50 suicidios” de rarámuris, supuestamente por la desesperación ante la incapacidad para alimentar a sus hijos, para que este domingo ciudadanos se movilizaran en un intento por socorrer a ese pueblo. La buena noticia es que algo de ayuda llegará, la mala es que aún no sabemos cómo lidiar con lo que surge de las redes sociales.
Las alertas no son bienvenidas a cualquier costo. Es bien sabido que pueden ser contraproducentes y hasta peligrosas. Más de una tragedia ha ocurrido cuando ha habido una falsa alarma de emergencia. Sigamos en Chihuahua. “Esto de los tuiteros ya me tiene hasta la madre”, dice una periodista de Ciudad Juárez con la que hablé ayer horas antes de que el gobierno de Chihuahua desmintiera que había una “oleada” de suicidios por hambre en la Tarahumara. A esa colega le tocó padecer uno de los más recientes happenings mediáticos creados por las redes sociales. El 27 de diciembre se esparció un rumor sobre un presunto ataque a población civil en la comunidad El Mimbre, en el Valle de Juárez. Este periodista se desplazó hasta el lugar sólo para comprobar que la “alerta”, que incluso fue recogida por medios periodísticos capitalinos, carecía de sustento. “Anduve como loca, buscando durante horas la supuesta masacre. No había nada. Lo peor es que en las redes sociales no te creen, y se atreven a decir que ocultamos esa ‘matanza’ para ayudar al gobierno”.
Ojalá en los medios de comunicación hubiera más directivos que enviaran a más periodistas al lugar de los hechos y menos editores cachando lo que sale en las redes sociales. La tragedia de los rarámuri es, sin duda ni matiz, tan grave como la imagen que a uno se le forma en la cabeza al pensar en alguien que se arroja al vacío por desesperación ante el hambre. Pero información incompleta o fuera de contexto puede provocar un arranque de ayuda por culpa que no necesariamente contribuye a encontrar soluciones serias como las que se proponen, por cierto, en el trabajo de Marcela de hace una semana y al cual pocos habían prestado atención.
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