Las encuestas son claras. Si se aplica la lógica, la victoria de Enrique Peña Nieto el 1 de julio es altamente probable. Creo que solo una cadena de errores del mexiquense impediría su arribo a Los Pinos. Por eso, porque tienen la victoria al alcance de la mano, no habrá para él y su equipo pretexto que valga.
Hoy comienzan los 90 días finales de una marcha suave pero persistente que puede rastrearse en el 2008, cuando se formó la percepción de que Peña Nieto era el hombre destinado para traer de regreso al PRI.
Desde entonces no dejaron de trabajar un día para alcanzar esa meta. Las cosas le han salido a pedir de boca. Y no por arte de magia. Más allá de su imagen y los cuantiosos recursos que lo han apuntalado, Peña Nieto es disciplina y esfuerzo. Escucha y aprende rápido de sus desaciertos. Tiene la estructura y las virtudes de un muy buen candidato.
GEA/ISA le asigna 14 puntos de ventaja sobre Josefina Vázquez en el inicio de la campaña. No veo qué misil que le disparen rompería esa delantera. Pero uno de cada tres votantes potenciales se resisten a inclinarse por él. De ahí la idea de que la combinación de un ciclo excepcionalmente virtuoso de Josefina, con la referida cadena de errores del priista, podrían cerrar la competencia.
Le falta sortear, pues, la recta final. Su triunfo sería un guión notable a copiar; su fracaso sería histórico: el hombre tocado por la gloria que dilapidó 14 puntos en los tres meses postreros.
A Peña Nieto también le llegó la hora de la verdad. Hasta donde sé, él es el más consciente de que el capítulo que comienza hoy tiene que ver con las estrategias de guerra, no con los cuentos de hadas.
Catorce puntos… y contando.
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