Con una pincelada de genialidad, el colega Omar Astorga remató —al referirse al fallido acto de Josefina Vázquez Mota en el Estadio Azul— “lo cierto es que el acarreo también tiene su chiste”.
Y, en efecto, lo fácil —para la derecha y la izquierda mexicanas— es copiar las más cuestionables prácticas del viejo PRI, al extremo de que en otros momentos hemos señalado que pareciera que el PAN y el PRD son víctimas del síndrome de Estocolmo, debido a la proclividad mostrada para enamorarse de su secuestrador, el PRI.
Pero hay más. En otros momentos ha sido tal la identidad del PAN y el PRD con las prácticas nefastas del viejo PRI que ha sido necesario recurrir al cancionero popular, al clásico de Juan Gabriel, para explicar esa identidad entre azules, amarillos y tricolores: “¡Te pareces tanto al PRI, que no puedes engañarme!”
Y viene a cuento, porque en las últimas 48 horas vimos y vivimos lo increíble —lo impensable, si queremos ser puntuales—, durante la protesta de los tres principales candidatos presidenciales —como abanderados de sus respectivos partidos—: Andrés Manuel López Obrador, Josefina Vázquez Mota y Enrique Peña Nieto. ¿Y dónde está lo increíble o lo impensable?
Poca cosa, que cuando los presidenciables de la derecha y la izquierda se empeñan en impedir —por todos los medios posibles— que regrese el PRI al poder presidencial, ellos mismos y sus respectivos partidos parecen convencidos de que la mejor forma de hacer campaña es copiando al PRI.
Mediante el acarreo, el clientelismo, el tumulto en actos masivos y la movilización vergonzosa de los pobres, precaristas y marginados, o como algunos llaman despectivamente a los que nada tienen: “el pobrerío”. ¿Qué hicieron AMLO y Vázquez Mota, en sus respectivos eventos de protesta como candidatos presidenciales? Hicieron lo que siempre ha hecho el PRI. ¿Y qué hizo Peña Nieto al rendir protesta en Guanajuato? Lo que nunca había hecho el PRI, y lo que era la cultura de la derecha y la izquierda. Es decir, vimos lo impensable, el México al revés.
Y si tienen dudas, basta echarle una mirada al evento de AMLO —la mañana del domingo en el teatro Metropólitan—, en donde el hombre de las izquierdas ordenó un acarreo moderado, para un acto en donde confirmó la muerte de La República Amorosa y el nacimiento del “cambio verdadero”. ¿Y cuál es el cambio verdadero?, se preguntaron todos.
En realidad a pocos les quedó claro el significado de ese cambio sobre todo si lo entendemos como la suma a la candidatura de AMLO, del “cascajo del viejo PRI” —como los casos de Manuel Bartlett y Juan Ramón de la Fuente, más los priistas de desecho que se acumulen en la semana— que poco o nada aportan a la congruencia de la llamada izquierda y que, al contrario, ratifica que esa tendencia se ha convertido en el basurero de los desechos tricolores.
Pero el acto más priista fue el de Josefina Vázquez Mota, la candidata del PAN, cuyos estrategas intentaron llenar el estadio Azul mediante el más vulgar acarreo. No lo consiguieron, ya que fueron incapaces de la logística elemental para ello. Y es que, en efecto, “acarrear también tiene su chiste”. Lo grave, sin embargo, es que la candidata presidencial, y su partido, el PAN, están más separados que nunca. Y de no producirse un arreglo de inmediato, están destinados al fracaso.
Y contra todos los pronósticos, la verdadera sorpresa la dio Enrique Peña Nieto, el candidato del PRI que se fue a meter a un pequeño auditorio de Guanajuato, en alegoría de los héroes de la Independencia, a quienes citó para enviar su primer mensaje como candidato formal del PRI. El PRI no gobierna en Guanajuato, pero en esa capital Peña Nietoencabezó un acto con sólo la estructura básica del PRI, en donde confirmó que su ícono histórico se llama Miguel Hidalgo.
Y con el estandarte de Hidalgo —“basta del mal gobierno”—, sin actos masivos, sin acarreo, sin besamanos, sin gobernadores y en medio de una organización casi idéntica a las que hace años montaban la derecha y la izquierda para sus eventos protocolarios, Peña Nieto rindió protesta y se dijo listo para ganar, porque, precisó, el PRI tiene la mejor propuesta. Lo cierto es que se han cambiado los papeles. Hoy el PRI reniega de los eventos masivos —en tiempo de veda—, mientras que azules y amarillos “se parecen tanto al PRI, que no pueden engañarnos”. Al tiempo.
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