jueves, 12 de abril de 2012

Loret - Peña Nieto y la tentación del exceso


Al doctor Castañeda (qepd) por las emociones en la quinta fila del primer tendido
Un turista extranjero aterriza en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Supera las tediosas filas de Migración, recoge su equipaje, pasa aduana y aborda un taxi que por Circuito Interior lo llevará a su hotel en la zona de Reforma-Polanco.  
Sin conocimiento previo sobre la vida política del país, como la mayoría de los visitantes que simplemente vienen atraídos por la cultura o las playas, concluye al llegar a su habitación que México es uno de esos países que sigue bajo el dominio de una dictadura disfrazada de régimen democrático:
En su ruta vial de la terminal aérea al hotel vio 22 anuncios espectaculares del priista Enrique Peña Nieto, cinco de la panista Josefina Vázquez Mota y dos del perredista Andrés Manuel López Obrador. “Aquí hay un partido que manda y los demás son comparsa o hacen su luchita marginalmente”, pensará.
Quizá hasta que se meta a internet se enterará que en México gobierna desde hace dos sexenios el partido de los cinco espectaculares, que en la capital del país manda desde hace 15 años la izquierda de los dos anuncios y que el PRI quedó en tercer lugar en la elección presidencial anterior aunque la mayoría de los gobernadores estatales lleva sus siglas.
El PRI ha padecido toda su vida de gula política. La campaña de Enrique Peña Nieto lo refleja fielmente, parte por las circunstancias, parte por decisión propia.
Circunstancias porque las reformas a la ley electoral a inicios de sexenio que buscaron vengarse de las televisoras —y por ende de “su candidato”— fijaron reglas que terminaron, paradójicamente para sus creadores, beneficiando al puntero. El reparto de dinero de todos los mexicanos y spots gratuitos se basa en el partido que más votos tenga en la elección federal inmediata anterior, en este caso, el PRI que arrasó en 2009 (la ley se hizo cuando el PRI estaba en tercer lugar). El PRI-Verde tiene 700 millones de pesos para gastar; el PAN, 400 millones; y el PRD-PT-MC, 450 millones. Al PRI le tocan seis millones de spots, un millón más que al PAN y dos millones más que al PRD.
Decisión propia porque la gestión de Peña en el Estado de México llevó como denominador común el avorazamiento político: el uso de los recursos a favor de su partido, el dinero en imagen, el perdón a Montiel, cómo terminó modificando la ley electoral en la Entidad para arrinconar a su oposición.
No es un hombre que crea en los contrapesos del poder. Ha dicho abiertamente que quiere un presidente con más facultades. Si las encuestas se mantienen como hasta ahora, llegaría a Los Pinos con mayoría en ambas Cámaras: poder total a un partido cuyos esbozos de renovación se desdibujan ante la implacable inercia del viejo PRI.
Con esa ventaja en los números, ¿vale la pena pecar de gula, arriesgarse a rebasar los topes de gastos de campaña y nutrir una previsible impugnación en caso de victoria?

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