domingo, 20 de mayo de 2012

Juan Villoro - La realidad se mudó de casa.

Juan Villoro.

La realidad virtual se ha convertido en el nuevo horizonte de los hechos. La vida es lo que sucede en una pantalla.

Esto amerita una nueva disciplina, la psicología especializada en desórdenes digitales. Urge una unidad de primeros auxilios para neuróticos digitales.

El principal problema atañe a las relaciones de pareja. La mente humana fue una casa que incluía un cuartito de los secretos. Por más sensata que sea una persona, a veces piensa locuras. Los sueños expresan cosas que deseamos o tememos pero de las que no somos totalmente responsables.

A veces sueñas que amas a Lupita. Al despertar, no se lo dices a tu esposa. Esto no te convierte en adúltero ni en mentiroso. Todo mundo sabe que los sueños existen para que Lupita haga lo que quiera.

Internet es un medio tan veloz que semeja un sueño incontrolado. Seguramente, está más cerca de la neurología que de la comunicación. En ocasiones, no dices lo que piensas sino lo que tratas de pensar. Cuando adviertes la horrenda cosa que se te ocurrió, ya la enviaste.

Aunque la puedes borrar, del otro lado hay alguien que la imprimió o la retuiteó.

Soñar con Lupita es una cosa y otra muy distinta es mandarle un mail coqueto. Aunque se trate de un juego inocente, queda una evidencia. Esto explica que vivamos la era del ciberdivorcio. El cuartito mental donde pensamos cosas raras que a nadie perjudican ahora aparece en la pantalla.

Tu pareja debe ser muy tolerante para enfrentar esa parte oscura y necesaria de ti mismo. Sin embargo, si ya llegó ahí es porque hackeó tu correo, porque no es nada tolerante y desconfía de ti, es decir, porque no te ama.

Durante milenios, Lupita apareció en un cuartito mental o en los sueños de las personas. Ahora dispone de un aparato que causa divorcios. Obviamente el nombre de Lupita es una convención; la nueva realidad es tan extraña que se puede "llamar" Zion3 o Alias Tú.

Paso a otro desafío: la red como espejo. Hace algunos años un colega español se enteró de que Google ofrece una aplicación de "alerta" para saber lo que se comenta de ti en foros públicos. ¿Es bueno conocer la opinión que seres dispersos tienen de tu trabajo? El lema de la herramienta debería servir de prevención: "Alerta: ¿de verdad quieres saberlo?".

Como tantos escritores, mi colega vive en estado de autorreferencia: el mundo es un pretexto para que lo citen. Fue feliz con el recurso que le permitía verse mencionado en revistas griegas y croatas, hasta que ocurrió algo que en él equivale a un brote esquizoide: recordó que existen otros autores.

Decidió entonces poner en "alerta" a los cuatro que le interesan más, es decir, a sus acérrimos rivales. Con minuciosa alarma, supo que un novelista miserable tenía más menciones que él. De nada le sirvió pensar que esos comentarios podían ser negativos, incoherentes o tal vez pagados.

La verdad saltaba a la vista: miles de personas preferían al adversario.

Como aún no hay ciberterapeutas, no ha podido curar su adicción. Todos los días consume el veneno al que no puede renunciar. Antes sólo era un megalómano competitivo, ahora es un megalómano derruido.

El nudismo de azotea fue puesto en entredicho por Google Earth. Pero la exhibición mundial de la vida que antes era privada tiene consecuencias más dramáticas. Un adolescente argentino fue víctima de un linchamiento virtual.

Alguien lo grabó teniendo relaciones sexuales con otro muchacho, el video llegó a YouTube y hubo millones de visitas. El protagonista se suicidó.

En lo que toca a Facebook, estamos ante una excelente oportunidad de hacer el ridículo en cadena. De pronto quieres confesarle algo a tu amigo del alma. En vez de mandarle un mail, le escribes por Facebook, pues es casi lo mismo. El problema es que olvidas que lo tienes asociado a 875 "amigos".

Lo que tu gran cuate entendería como mucha sinceridad en pos de afecto, le suena a los demás como el chantaje victimista de un nazi enamorado.

¿Estamos capacitados para que nuestras palabras lleguen tan rápido a su destino? La especie que comenzó labrando en piedra ahora plasma signos sin pasar por la reflexión. La escritura automática a la que aspiró André Breton está en todas partes.

El poeta surrealista buscaba evitar el papel censor de la conciencia. Es posible que un genio en estado de éxtasis se beneficie al liberarse de sus responsabilidades ante la sociedad. Sin embargo, internet revela que el papel censor de la conciencia puede ser maravilloso.

¿Qué sucede cuando medio pueblo chatea sobre la vida íntima de alguien que vive ahí? La víctima cambia de pueblo.

También la realidad se ha mudado. Su domicilio está en las computadoras donde nos acreditamos con passwords y pins. Aunque a veces visita el mundo de los hechos -ese lugar meramente físico-, no hay duda de que prefiere los paisajes de alta definición, donde el verde es mucho más verde.

Leído en: http://criteriohidalgo.com/notas.asp?id=93179

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