María Antonieta Collins |
Mientras descanso un momento entre las asignaciones del día en la zona hotelera de esta ciudad donde me dicen metafóricamente que el calor de por lo menos 113 grados Farenheit es tan grande porque en Mexicali se capturó al sol, siento que hay algo que me molesta e incomoda. Me doy cuenta que es el aire acondicionado de la habitación que mientras más frío está, más me produce cargo de conciencia.
Analizo el por qué de sentirme mal al estar cómoda y fresca, y mi mente no puede dejar aparte las imágenes de lo que se vive a diario en otras zonas de la misma ciudad como por mencionar algunas, en los repartos sobrepoblados a la salida a Tijuana donde ser pobre es un lujo, ya que miles viven en la miseria en esos lugares llamados "el reino de los recibos locos".
Más tarde voy con Sergio Tamai del Frente Cívico Mexicalense a un sitio árido, de viviendas saqueadas en su gran mayoría.
"Aquí -me explica Tamai- se vive una cruda realidad: hay decenas y decenas de viviendas que no tienen energía eléctrica sin importar que está entrando el verano y que el termómetro no tiene misericordia en mostrar las temperaturas altísimas donde viven mujeres, niños, ancianos, y hombres."
De pronto, el llanto de una mujer me sorprende tristemente. Doña Eva López me hace ir hacia ella para saber lo que le sucede.
"Tengo dos meses sin luz eléctrica, mis tres nietecitos están enfermos, dos de ellos deshidratados todo el tiempo, les sale sangre de la nariz y los tenemos que estar bañando dos o tres veces al día para mantenerlos frescos. No hay manera que pueda tener luz a menos que pueda hacer un convenio y después no sé como podría pagarlo."
Tamay me dice que las gestiones que están haciendo ante la CFE, permite a muchos como Doña Eva volver a tener luz en casa, pero de todos modos la anciana luce desolada.
"¿Cómo no estarlo? Si trabajo en el servicio de en una casa, no gano ni siquiera los mil pesos al mes, y me llega un "recibo loco de tres mil pesos, de esos que hacen a una temblar cada vez que llegan por el correo y que llamamos locos porque no tienen ni ton, ni son?"
Las lágrimas amenazan con callarla pero su indignación va en aumento.
"¿Qué hacia? ¿Comíamos o pagábamos la luz? No tuvimos más pa'donde hacernos. No la pagamos, y por eso vivimos en el infierno."
"El mayor problema -sigue diciendo el líder Tamai- no es nada más lograr finalmente un convenio para que no les corten el servicio, ya que eso antes no existía, sino también que después tengan dinero para sostener los pagos, ya que tienen que seguir pagando eso que deben más el resto de los recibos que les lleguen y ahí es donde viene una crisis, porque dejar de pagar significa perder nuevamente la luz y más deudas". Doña Eva tercia de inmediato: "Pero, además, lo que desespera de los recibos locos es que muchas veces los que vienen a verificar los medidores de luz, en muchas ocasiones los aparatos están lejanos y ponen lo que ellos quieren y entonces los que pagamos los platos rotos somos nosotros".
Entro a una vivienda en el reparto de Villas Jazmines donde no hay nada en el refrigerador porque no hay luz, donde tampoco la licuadora ni el horno de microondas pueden funcionar sin energía eléctrica. Pregunto a la dueña de la casa como le hacen para sobrevivir con 120 grados Fahrenheit en pleno verano.
"Vivo pensando que el día que me muera al llegar al infierno serán mejor las cosas ya que tendré que llevar cobijas porque lo voy a sentir frío en comparación con lo que aquí vivo diariamente con la luz cortada".
Y escuchar esto produce un gran cargo de conciencia.
Leído en: http://www.oem.com.mx/elsoldemexico/notas/n2581573.htm
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