lunes, 18 de junio de 2012

Rafael Loret de Mola - Guerra de Presidentes/ Los Temores de Felipe.

Rafael Loret de Mola
El titular del Ejecutivo federal –a quien no quiero nombrar como presidente porque sólo representa a una minoría de mexicanos cuyos sufragios, además, fueron alterados por la intervención empresarial y los operadores de Los Pinos-, parece sostener una guerra sucia, debajo del agua, con sus antecesores y con el apoyo d otro “ex”, Ernesto Zeillo, quien juega doble acercándole a algunos de sus hombres de confianza a Enrique Peña Nieto. ¿O acaso es la misma estrategia sólo para elevar los niveles de la ingenuidad del colectivo a lo largo de un turbio proceso impregnado de descalificaciones? El hecho es que, a ciencia cierta, nadie apuesta por quienes apoyan a la candidata oficial, Josefina Vázquez Mota, dejada al garete pero encubierta por los catalanes expertos en marketing –Ostos&Solá-, cuyo descenso fue tan espectacular como su ascenso dentro de las filas del panismo no presidencialista, un verdadero galimatías de la democracia.

Desde luego, los más nombrados son Vicente Fox y Carlos Salinas, sendos personajes que no han matizado su visión acerca del triunfo del priísta Enrique Peña Nieto –contrario a los correligionarios del primero y evidentemente ligado a los intereses del segundo y a los de sus poderosos tíos mexiquenses comenzando con Arturo Montiel-, aunque por diferentes motivos y un solo lugar común. Ambos aborrecen a Andrés López Obrador, en apariencia –lo digo porque no son pocos los antiguos salinistas que han rodeado al aspirante de la izquierda-, pero los Fox quieren escribir su propia historia basándose en ser los únicos capaces de vencer a sus opositores acaso para convertir al centro faraónico de San Cristóbal en una Meca para los políticos en fase de embrión, dirigiendo detrás de bambalinas el destino general; Salinas, en cambio, busca la consolidación de su grupo, que se levantó durante el periodo de Fox de la tremenda caída de 1994, el año de la barbarie y el desplome financiero, y la hegemonía política para señalar derroteros con un mandatario débil en la casona de Chapultepec. De una manera u otra se trata del poder, del verdadero poder.

Calderón, desde luego, quiere asegurarse la impunidad... y para ello nunca fue de su confianza Josefina, la candidata de su partido, a quien ofreció a los “expertos” catalanes para cubrir las apariencias, a sabiendas de los antecedentes de 2006 y la célebre “campaña negra” que se impuso a la egolatría de Andrés Manuel, incapaz de reaccionar ante los golpes bajos por la suficiencia que le daba el saberse con ventaja amplia... hasta que ésta se redujo lo suficiente como para posibilitar la sofisticada alquimia en tres o cuatro laboratorios regionales mientras la votación fluía con normalidad en casi todo el país. Luego vinieron las protestas, la toma del zócalo y rúas aledañas y la larga campaña –al estilo misionero-, por todas las entidades del país, sobre todo aquellas en donde los conflictos entre grupos subversivos cubren la agenda. Es éste el punto que diferencia las cosas con cuanto sucedió hace seis años.

Desde el inicio de la precampaña, cuando ya sabíamos por dónde iban los tiros, auguramos que la enorme ventaja de Peña Nieto sería imposible sostenerla y que, sin remedio, descendería hasta estrecharse la votación. Así ha sido, pero con una salvedad: quien le acecha no es la abanderada del PAN, como era de suponer al principio, sino el representante de la izquierda, Andrés Manuel, quien comenzó desinflado y ahora tiene el mismo, rozagante aspecto de cuando se creía vencedor hace seis años. Un caso, sin duda, de antología. No sólo nunca estuvo desahuciado sino que aprovechó, cada día del largo sexenio de Calderón, para mantenerse en campaña. Para ello, requería financiamiento. ¿Bastaría con lo que le destinan, de sus sueldos, los legisladores del PRD, unos diez millones de pesos al mes? Es discutible si consideramos en cuenta la agenda del personaje por lo que es lógico suponer la existencia de otras fuentes de financiamiento; pero cuando se le cuestiona sobre el particular, él recurre a la cantaleta del “complot” y descalifica a quienes le interrogan considerándolos partes del plan malévolo de “las mafias” para evitar su llegada a la Presidencia; y lo mismo sucede cada que se habla de los ex salinistas que le rodean:

--Eso –alega- sucedió hace mucho tiempo.

Y de allí no pasa el personaje, evadiéndose siempre ds los cuestionamientos de fondo con el mismo sambenito: quien le pregunta cuestiones incómodas es porque forma parte de la inmensa conjura en su contra. Bueno, ¿y si es tan grande cómo para formar mayoría entre los electores, tal debería evitarse aunque fuera con métodos antidemocráticos? Alega López Obrador que reconocerá los resultados del IFE... “siempre que no haya fraude?”. ¿Y cómo va a medirlo?¿Con la misma simplicidad con que dejó que los votos a su favor, en 2006, fueran manipulados sin defensa jurídica alguna, seria claro? En vez de indagar sobre los laboratorios regionales –Guanajuato, Jalisco y otras entidades más-, se puso en el papel de víctima de un fraude generalizado sin admitir jamás de dialogar sobre los yerros cometidos, enfadándose con quienes se los señalaban. Hay múltiples testimonios sobre ello y López Obrador no ha sido capaz de desmentir uno solo. Por algo será.

Por esta y otras razones, como no se esperaba, la inminencia de un largo proceso poselectoral marcado por la protesta y también la rebeldía –no sabemos hasta que punto, de acuerdo a lo estimado ahora y anteriormente por este columnista-, se hace cada vez más clara. Sobre todo porque ya conocemos los lugares comunes de Andrés:

1.- Llamar “mentirosos” a quienes le preguntan sobre posibles desviaciones económicas e ideológicas, sin dar ningún otro tipo de razones.

2.- Considerar que conjuran contra él todos y cuantos no le apoyan en su nuevo proyecto “amoroso”, dramáticamente contrast5ante con la belicosidad de su primera campaña.

3.- Insistir en que si hay fraude, de acuerdo a su personal criterio y sin la menor defensa jurídica, movilizará a sus incondicionales como en 2006. Es obvio que el respeto a los resultados depende sólo de una posibilidad: que él sea declarado vencedor, a pesar de no liderar las encuestas ni haber convencido a un amplio espectro de ciudadanos a quienes asusta y repele a la radicalización hacia la izquierda.

Y entre el cruce al fuego, la cuestión es cuál es el verdadero juego de los ex presidentes:

A).- A Zedillo le conviene la continuidad para seguir con su labor de puente con el gobierno de Washington; tal esquema no se rompería si gana el PAN o el PRI en donde ha sabido meter la mano. 

B).- Para Fox, el triunfo del PRI, aunque sea contrario a cuanto él promulgó, es la única manera de detener, por segunda vez, la tendencia hacia la izquierda que continúa siendo un “peligro”... para los intereses del exterior. Bien sabe que la señora Josefina duró lo que un suspiro: poco más de una semana, antes de caer en la ansiedad que la tortura. Dejémosla como importante capital político hacia el futuro, pero no en la Presidencia.

C).- Salinas tiene juegos a triple banda. Apuesta por la continuidad pero tampoco está muy lejos de la izquierda aunque López Obrador le perdone como ya hizo con los Fox. Sencillamente, el cuarto de guerra de Andrés Manuel es el mismo que tuvo Salinas en 1988. ¿Cómo explicarlo a la luz de los acontecimientos recientes y de las alianzas poco razonables?

D).- Echeverría, segregado por las acusaciones en su contra pero con dinero operativo, apuesta por la izquierda para salvarse. Su definición es Andrés Manuel porque sabe que a éste le interesa poco remover el pasado para crucificar a un anciano; en cambio, ¡siempre será bienvenida una buena dosis de capital subterráneo! Finalmente, Calderón... sólo requiere que le cubran las espaldas. ¿Quién se lo garantiza mejor?

Debate

Felipe Calderón tiene graves temores, con el complejo de la ilegitimidad que le ha acompañado desde el inicio de su gestión. Por eso, más que otra cosa, le preocupa la posibilidad de poder negociar su salida mediante una transición más o menos tranquila. Hasta hace un mes, era evidente que se había inclinado por Peña Nieto, al observar la escasa convocatoria de Josefina, una candidata quien nunca fue la suya, y la ventaja en apariencia irreversible del priísta. Peña le respondió afirmativamente, esto es comprometiéndose a velar por el futuro del michoacano... siempre y cuando saliera del país.

Pero las cosas podrían haber dado un vuelco importante. Como la ambición de López Obrador –dice que, en realidad, lo defendible es su proyecto-, es ilimitada, existe la posibilidad de un nuevo viraje de Calderón –como ya lo hizo con las candidaturas aliancistas de 2010-, para tensar las cosas a favor de la izquierda con la garantía de no ser tocado por ésta en la hora del finiquito definitivo. Desde luego, como en materia de confianza no hay mucha, el blindaje sólo podría darse en los niveles policíacos, infiltrados por la delincuencia organizada como nos hemos cansado de repetir.

De allí el insólito manejo de las encuestas y la desproporción abismal entre éstas, como si se tratara de un simple juego infantil con la ciudadanía en calidad de testigo, sólo eso. Porque, desde luego, una de las piezas angulares de 2006 fue, sin duda, el maneo inteligente de los sondeos de opinión que gritaron un empate técnico cuando no lo había e inhibieron a miles de presuntos votantes; y ahora, la verdadera guerra, la determinante, a través de los jóvenes cautivos de Internet –u dicen que sólo así defienden su libertad-, se dará, como anunciamos igualmente, a través de las redes sociales.

La Anécdota

En mayo de 2001, por la tarde y tras rendir su “primer” informe trimestral –que fue el último y lo leyó un semestre después de su asunción presidencial, Vicente Fox me recibió en Los Pinos y, entre cosas, me dijo:

--Estos (los del PAN), en plan de puros pen...., querían que no ofreciera nada ni prometiera nada. ¿Entonces cómo íbamos aq ganar las elecciones?

Así es este personaje, siempre con doble cara.

E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com.mx

Leído en: http://www.vanguardia.com.mx/guerradepresidenteslostemoresdefelipe-1307974-columna.html

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