jueves, 21 de junio de 2012

Rafael Loret de Mola - Costos del Priísmo/Hablar sin Sentido

Rafael Loret de Mola
Los priístas, a través de una historia turbulenta, han debido pagar con creces los costos de la disciplina y la ausencia de valor civil para enfrentar a los superiores, salvo muy contadas excepciones –una de ellas me honra y anidó en Yucatán-. Por lo general, los grupos de poder solían conformarse a la vera de un presidencialismo tan asfixiante como visceral. ¿Cuántas veces, desde Los Pinos, se dispusieron candidaturas por el compadrazgo y la complicidad y no por los esfuerzos y los méritos? Sólo en muy contadas ocasiones; por lo general solía premiarse a quienes hacían alguna tarea sucia al servicio “del Estado”, reducido éste a la antología de la voluntad superior. La dictadura perfecta, como rezó la terrible y certera sentencia de Vargas Llosa.

Los priístas siguen pagando por las desviaciones y corruptelas de sus dirigentes, uno de los amortiguadores que detienen y oscurecen la decisión del electorado por votar por esta causa. El caso Moreira es uno de los más significativos: sobre él se fueron los operadores catalanes al servicio de la Presidencia porque sabían, de antemano, que había suscrito una deuda pública prácticamente impagable al corto plazo...y por eso, claro, el empeño de colocar a su hermano mayor, Rubén, como sustituto y respaldo en el gobierno de Coahuila. Cuando el escándalo surgió, no fueron los Moreira los más afectados –Rubén, al fin y al cabo, llegó a la gubernatura-, sino quien, de hecho, se perfilaba como el candidato “idóneo” sobre algunos sacudimientos menores causados por las pataletas de Manlio Fabio Beltrones quien, desde luego, subestimó al ex gobernador mexiquense y no tuvo el valor ni la convicción necesaria para situarse donde debía estar: como candidato de su partido al gobierno del Distrito Federal, evitando así la debacle de Beatriz Paredes, la tlaxcalteca, a quien nada le debe el PRI...salvo composiciones huecas e incluso traiciones descaradas. ¿Olvidamos que los dos anteriores gobernadores de su entidad, formaron parte de su equipo, presidiendo, cada uno, al PRI estatal? Y acabaron cada no en distintos partidos mientras la señora Paredes se regodeaba con el fracaso de su enemigo, su correligionario, el actual mandatario del estado. La torpeza con la que se impuso, por segunda vez, la señora Paredes para liderar al PRI en pos del gobierno defeño, desaprovechando la oportunidad de oro que devenía de la corriente peñista, por un lado, y del cansancio por las desviaciones y corruptelas también de las administraciones perredistas, es muestra clarísima de la falta de sensibilidad política y de visión hacia una perspectiva en la que el PRI no parecía –digamos hace un semestre- tener rivales de cuidado para disputarle la Presidencia. Pero contra los pronósticos, crecieron.

El PAN hizo bien en postular a Josefina Vázquez Mota, quien arrasó en las internas por su perfil y carisma –aunado a la tendencia a favor de las mujeres con presencia presidencial en el continente-, pero no cuando, de hecho, la dejó sola, con sus operarios catalanes –hay muchos rumores sobre las interrelaciones personales con uno de éstos-, para dar seguimiento al rencor presidencial luego de que sus “delfines” le fallaron: uno porque fue posiblemente asesinado, Juan Camilo Mouriño, y otro porque sencillamente iba a contracorriente de la historia, Ernesto Cordero.

Quizá el PRD, en principio, pudo haber seleccionado a Marcelo Ebrard y no a López Obrador. Muchos estarían más tranquilos si así hubiera sido. La declinación del jefe del gobierno defeño más pareció una pausa, convencido de que la izquierda estaba fuera del juego en esta ocasión, sin medir la capacidad de crecimiento de Andrés Manuel, el “misionero” de la política capaz de presentar, en cada campaña, su lado diabólico y el angelical. ¿Quién dice que no quiere a la “iglesia”? Desde luego, es poco probable que Marcelo hubiera sido tan habilidoso ara negociar debajo del agua e incluso tender “puentes” subterráneos hacia Los Pinos, pero esto jamás lo sabremos. Los hechos hablan y no las especulaciones y, por ello, no deja de ser sorprendente la manera como López Obrador se metió a la pelea con posibilidades ganadoras.

Desde luego, hay diferencias sustantivas con cuanto sucedió en 2006. La más trascendente es que, hace seis años, los competidores que llegaron casi empatados, de acuerdo a los inducidos sondeos, estaban colocados en el extremo: uno era el candidato oficial, otro representaba la posibilidad de un viraje extremo al que se consideró “un peligro” mientras no pocos mexicanos mordían el anzuelo de las inducciones gubernamentales. Por supuesto, triunfó el aspirante del establishment, con un grave desaseo de por medio, sin que los afrentados perredistas supieran, con legalidad y asumiendo las reglas del juego aceptadas por ellos, defender los sufragios a su favor, el de este columnista incluido.

La situación ahora es otra: quienes disputarán, en serio, la Presidencia no corresponden a la línea oficial ni surgieron del partido en el poder, obviamente rezagado por el pésimo papel de Felipe Calderón a través de seis años de violencia extrema, parálisis económica y bombardeos políticos que culminaron con una oleada de crímenes no suficientemente indagados. Tal ha sido, en todo momento, el grave handicap que ha debido asumir, sin deslindarse como lo hizo respecto a su antigua “amiga” Elba Esther, la abanderada del PAN. Con Josefina fuera de la pelea, las consignas presidenciales estarán supeditadas no sólo a los intereses del jefe de Los Pinos sino a los compromisos que haya suscrito con Estados Unidos y España. Esta es la condición en la que los perredistas parecen ir abajo.

No obstante, un horizonte distinto nos indica que el PRI puede perder todas –o casi- las gubernaturas en disputa además de una derrota extrema en el Distrito Federal. Esto es inusual y perfila el rechazo al partido, pero no explícitamente a su candidato presidencial pese al sabor de las mafias y las aportaciones non santas a su campaña. ¿Se atreverá el IFE a ponerlas sobre la mesa si Peña resulta electo?¿O se cernirá a la nueva época del retorno... a la dictadura “casi” perfecta? Las interrogantes, en el aire, plantean el futuro con enorme, tremenda rigidez.

Desde luego, como están las cosas y la estructura que atesoran, ni López Obrador ni Peña Nieto, tan desconfiados y por ende sospechosos de las maniobras presidenciales, aceptará una derrota por una diferencia mínima. Sendos personajes tienen capacidad para recurrir la eventual victoria de su adversario con el apoyo de incondicionales y socios quienes han debido ceder hasta la camisa. Y, en medio, además están los violentos, divididos casi a la mitad, unos a favor y otros en contra de cada aspirante. Nunca la complejidad política había alcanzado estas cuotas; y estamos ya al cuarto para las doce. 

¿Declinará, en las próximas horas, alguno de los aspirantes sin posibilidades pensando en reforzar a uno u otro de los que queden?¿Josefina experimentaría con López Obrador para evitar el “reto0rno” priísta?¿Y el señor Quadri, esbirro de la señora Gordillo, cedería sus tres o cuatro puntos porcentuales para cederlo al abanderado priísta que debe llegar a la orilla respirando? Todavía hay unas cuantas jornadas por delante –siete para ser exactos- y aún no puede asegurarse que el fiel de la balanza se haya inclinado definitivamente hacia unos de los lados, con la violencia merodeando encima de los zopilotes.

Debate

La desesperación es la peor consejera y a través de la campaña se ha podido apreciar con claridad, sea para conservar ventajas o para igualarlas. Peña Nieto, por ejemplo, hizo célebre su postulación con los derrapes literarios y su evidente ignorancia sobre las obras de dos historiadores y escritores mexicanos; y, desde entonces, todavía en fase de precampaña, no ha podido sacudirse el sambenito de la ignorancia; López Obrador, por su cuenta, no sale jamás bien librado de las preguntas sobre cultura general –ni siquiera habla inglés, contrariando nuestro consejo de que aprendiera este idioma-, ni se detiene a explicar sus graves contradicciones ideológicas y políticas como la cooptación de la más contaminada basura priísta, representada por la figura del execrable Manuel Bartlett, quien en Puebla no es capaz de convencer ni a sus vecinos; y, finalmente, Josefina Vázquez Mota, tampoco es capaz de contener la verborrea que se emite sin pensar.

No hace muchos días, a mitad de mes en Zacatecas, la señora Vázquez Mota -¡qué segundo apellido más infortunado para estos tiempos!-, habló de que si era electa, ella solucionaría el grave problema de la sequía que azota a esta región de la patria. ¿Pensará divorciarse del pobre Sergio Ocampo Muñoz para casarse con Antonio, digo con Tláloc, dios de la lluvia, y así asegurar que no sigan desertificándose tantas miles de hectáreas cada año?¿O se volverá “la señorita nube” para situarse sobre el centro de la República y dejar caer sus parabienes convertida en una especie de deidad con sitio material en Los Pinos?

Los dislates, y la ausencia de definiciones concretas sobre temas álgidos –digamos el avance de la “cultura” homosexual que tiende a considerar inferiores a quienes no la profesan-, han marcado esta etapa de la campaña, la recta final, con el miedo a flor de piel. ¿Están agazapados los violentos, esperando el momento oportuno?¿Y las fuerzas al servicio del señor Calderón, acaso el mandatario mexicano peor calificado de la historia aunque sus partidarios pretendan una defensa imposible? En cambio de ello, volvemos a los lugares comunes, a las trampas semánticas, al chasquido grosero y a la insolencia como norma existencial básica. Y faltan sólo una semana para dar por terminada esta campaña de lo absurdo. ¿Ganarán, en fin, las redes sociales? Veremos.

La Anécdota

Mi amigo, el conductor de noticiarios, además de abogado, Mario Rosales, soltó el otro día una sentencia que cayó como bomba entre un grupo de personajes de nuestro gremio:

-En 2006 se decía que había un peligro para México; ahora son cuatro. Vamos rompiendo récords.

Te faltó uno, Mario: el abstencionismo que anula la democracia. Son, pues, cinco, los jinetes del Apocalipsis mexicano.

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E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com.mx

SI NINGUNO DE LOS PONENTES NOS CONVECE, HAGAMOS UNA SIMPLE REFLEXIÓN: NO PODEMOS ENCONTRAR AL CANDIDATO PERFECTO PORQUE LOS HOMBRES –Y LAS MUJERES- SOMOS IMPERFECTOS. DEBEMOS ESCOGER A UNO (A) QUE TENGA ALGUNA CAPACIDAD PARA ASEGURARNOS UN DESTINO MEJOR. NO ES TAREA SENCILLA, PERO ES NUESTRO DEBER HACERLO.
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Leído en: http://www.vanguardia.com.mx/costosdelpriismohablarsinsentido-1309937-columna.html

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