domingo, 29 de julio de 2012

José Fernández Santillán - México: democracia y populismo

José Fernández Santillán
Con frecuencia los mexicanos nos ensimismamos para dizque tratar de entender lo que nos sucede. Tal es el caso del proceso electoral del 1 de julio y la secuela de impugnaciones y controversias a las que ha dado lugar.

Todo lo queremos interpretar mirando hacia adentro. No obstante, en lugar de seguir en esa actitud deberíamos voltear hacia afuera, más allá de nuestros confines con el propósito de enriquecer los planteamientos acerca de lo que nos ocurre. Desde este mirador observaríamos que hay ciertas pautas constantes en el área latinoamericana.

Esto se me ocurrió al recordar lo que pasó la mañana del 5 de octubre de 2008 en el XIII Congreso del CLAD en Buenos Aires, Argentina. Allí, en la sesión plenaria, al intelectual español Ludolfo Paramio presentó la conferencia "El regreso del Estado: entre el populismo y la regulación". Uno de los párrafos que alebrestó al auditorio fue el siguiente: "Desde el ascenso de (Hugo) Chávez se habla de resurrección del populismo en América Latina. Al eje populista se adscribirían los regímenes actuales de Venezuela, Bolivia y Ecuador, pero también se señalan coincidencias estructurales con los gobiernos argentinos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, y afinidades ideológicas con el actual gobierno de Daniel Ortega de Nicaragua, o con las candidaturas de Ollanta Humala en Perú y de Andrés Manuel López Obrador en México".

A continuación Ludolfo señaló algunas características de la política neopopulista: el repudio a los otros partidos por considerarlos traidores a los intereses populares; la afirmación de que dentro del sistema prevaleciente no existen alternativas a los problemas del país; el hablar en nombre de una fuerza prexistente que ha permanecido fuera del gobierno en los momentos en que se acumula la frustración social; el presentarse como ajeno a la "vieja corrupción" que el caudillo resolverá apenas llegue al poder.

En la sesión de preguntas y respuestas los ánimos se caldearon aún más al grado de que aquello estuvo a punto de terminar en un zafarrancho. Las aguas, como en el Éxodo de la Biblia, se dividieron en dos: chavistas y antichavistas. Gracias a la oportuna intervención del mexicano Alejandro Carrillo Castro, y otros más que lo secundaron, esas aguas retomaron su cauce.

Valga la anécdota porque refleja lo que el neopopulismo ha producido: la polarización tanto de la política internacional del mundo latinoamericano como de la política interior en varios países del área, México incluido. El neopopulismo se presenta como una fuerza refundadora que desafía a la democracia así como a sus instituciones y leyes. De allí el ataque sistemático tanto al sistema de partidos como al entramado institucional y jurídico que lo sustenta. Quiere establecer una "democracia diferente" de contornos deliberadamente imprecisos.

El neopopulismo concibe a la política como un conflicto entre, de una parte, la vieja clase política y los intereses económicos a los que supuestamente sirve y, de otra, el caudillo y las multitudes que lo aclaman. Los que no están con él están en el error. Al estilo marxista, la misión es despertar a los enajenados. La agudización del conflicto es inevitable. No se puede permitir que se instale la "normalidad democrática".

El neopopulismo ya instalado en el mando ha concentrado el poder en la figura del líder; elimina los equilibrios y contrapesos; debilita y persigue sistemáticamente a la oposición; los derechos humanos son un estorbo.

En tanto no está en el poder el neopopulismo utiliza un doble discurso: de una parte dice ser pacífico y respetar las reglas del juego; pero, de otra parte, sus huestes hostigan a los intelectuales, periodistas y medios de comunicaciones que no le son afines. Es, para emplear otra imagen bíblica, el fariseísmo en política.

Leído en: http://www.eldiariodecoahuila.com.mx/notas/2012/7/27/mexico-democracia-populismo-307437.asp

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