domingo, 29 de julio de 2012

Juan Villoro - El aire clásico está en crisis


Juan Villoro

Escribo estas líneas en la isla de Naxos, en vísperas de las Olimpíadas de Londres. En 2004, los juegos regresaron a su lugar de origen, Atenas. Lo que no ha regresado son los mármoles del Partenón. Inglaterra celebra el espíritu de lo que no ha devuelto.
El mundo se une para el deporte entendido como negocio (Niké, diosa griega de la victoria, se ha convertido en una marca de artículos deportivos). Cada cuatro años, las Olimpíadas son un pretexto para hablar de paz, pero la política encuentra el modo de ensuciarlas. La Olimpíada de Munich padeció un atentado terrorista, la de Moscú fue saboteada por Estados Unidos y la de Los Ángeles por la Unión Soviética.
Grecia, país que dio nombre y cultura a un continente, juzgó que los Juegos Olímpicos de 2004 eran una oportunidad para recuperar los mármoles que Lord Elgin llevó a Inglaterra en 1804. El tema parecía resuelto desde 1982, cuando la UNESCO aprobó la petición de Melina Mercouri de que las esculturas del Partenón volvieran a Atenas. De manera emblemática, aquella conferencia se celebró en México, que algo sabe de expolios. Pero el mundo se organiza mejor para el negocio que para la equidad: la FIFA tiene más agremiados que la ONU (y le hacen caso). La resolución de la UNESCO no ha sido acatada por Gran Bretaña.
El tema enfrenta criterios irreconciliables. El British Museum argumenta que Lord Elgin, embajador inglés ante el imperio otomano, salvó piezas que de otro modo se habrían perdido.
La Acrópolis estableció un resistente canon de belleza. En forma paralela, la asombrosa invención del arquitecto Fidias despertó ánimos de destrucción. Nada más atractivo para un bárbaro o un fanático que mancillar aquello que lo supera. El Partenón fue transformado en iglesia bizantina, iglesia latina y mezquita musulmana. En 1687, bajo el dominio turco, fue depósito de pólvora y estalló por los aires. Agraviada como arquitectura, la Acrópolis se perfeccionó como ruina.
El British Museum argumenta que Elgin salvó los mármoles. Según Melina Mercouri, el más dañino expolio de la Acrópolis fue precisamente el que practicó el embajador inglés.
Los dioses griegos no llegaron a Londres como celebridades. De 1804 a 1816 estuvieron en el jardín de Elgin, expuestos a humedades que provocan reumatismo hasta a los inmortales. La demora se debió que el museo no aceptaba el precio fijado por el embajador. Los traficantes no son altruistas.
La conservación tampoco ha sido impecable. En los años treinta las piezas fueron sometidas a una limpieza salvaje. Aunque la entrada al British Museum es gratuita, eso no convierte al saqueo en una causa noble. La estatura de Elgin disminuye en comparación con la del arqueólogo alemán Heinrich Schliemann, descubridor de Troya. Después de abrir la tumba de Agamenón, Schliemann escribió al gobierno griego: “Como mi único interés es el amor a la ciencia, entrego a ustedes estas piezas para que enriquezcan el legado de su pueblo”.
El gobierno británico desoyó la propuesta de la UNESCO de 1982, pero Grecia no ha perdido la esperanza de recuperar su patrimonio. Los Juegos Olímpicos de 2004 eran una buena oportunidad para relanzar el tema, entre otras cosas, porque el Partenón pertenece al espíritu olímpico. Cada cuatro años la procesión de atletas pasaba por ahí.
Con la complicidad del sistema financiero mundial, Grecia se endeudó para construir instalaciones deportivas. Como es usual, no faltaron los escándalos locales. En su novela Suicidio perfecto, Petros Márkaris narra el tráfico de influencias y las estafas perpetradas a la sombra de los Juegos Olímpicos.
El fuego de los héroes volvió a Grecia. Ocho años después el país es estrangulado por la banca europea. Cada dos o tres meses, Angela Merkel regaña a los griegos por incumplimiento. La ilusión de una Europa unida ha dado lugar a una Europa desigual.
Viajé a Grecia en compañía de unos amigos catalanes. Ayer se les descompuso el aire acondicionado y el recepcionista del hotel les dijo: “¡Grecia en crisis, España en crisis, aire en crisis!”.
Las playas de Naxos no dejan de llenarse de turistas. Bruñidos por el sol, ocupan por unos días el territorio de Aquiles, el héroe que no usaba bloqueador.
Mientras tanto, en el British Museum, los dioses prosiguen su coloquio. Zeus, Júpiter y Poseidón se preguntan si volverán a casa. Durante los juegos de Londres, el espíritu de Grecia arderá en el pebetero. Mientras tanto, el aire griego está en crisis. El país que creó la sátira, la comedia y la tragedia se apresta a vivir todos estos géneros.
A propósito de la presión que los países ricos ejercen sobre Grecia, Günter Grass escribió el poema “La vergüenza de Europa”. Ahí dice: “País condenado a ser pobre/ cuya riqueza adorna cuidados museos”, y concluye: “Sin ese país te marchitarás, Europa, privada del espíritu que un día te concibió”.
 Leído en: http://criteriohidalgo.com/notas.asp?id=106843

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