Rafael Loret de Mola |
Debo recordar a mis amables lectores que este columnista fue citado por la Comisión de Seguimiento para los Crímenes de Colosio y Ruiz Massieu –acorté un poco el nominativo-, en noviembre de 1998, para que diera cuenta de cuanto había escrito en relación con el suceso y, sobre todo, respondiera a un hecho: uno de mis libros, “Presidente Interino”, fue hallado en el baúl de Mario Aburto descubierto por el comandante Federico Benítez, quien fue después asesinado a mansalva. En ese entorno, no sin riesgo, me atreví a deslizar:
--Los asesinatos que investigan, señores diputados, no podrán avanzar mientras se encuentre en la Presidencia el principal beneficiario. (Es decir, Zedillo Ponce de León).
Nadie, desde ese momento, volvió a llamarme, pese a las múltiples evidencias que señalaban al doctor Joseph-Marie Córdova Montoya, como el punto álgido de la autoría intelectual de los crímenes investigados desde distintas comisiones que NADA aportaron, ni siquiera un dictamen, más o menos, razonable, para sostener, por consigna obviamente, el insostenible argumento sobre que Mario Aburto Martínez actuó solo en un momento de locura. El propio Aburto, en marzo de 2002, me dijo, en el Penal de Almoloya al que acudí con el permiso del entonces secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Gertz Manero, que él era inocente:
--Crea usted lo que quiera. Yo seguiré leyendo a Confucio. Pero yo no fui.
--Pero hay vídeos, testimonios, conclusiones, Mario.
--Le repito, da para que cualquiera crea lo que dé la gana. Yo tengo mi propia historia.
--¿Y cuál es?
--Quiero reservarla para mí...
Cuando salí de aquel sórdido Penal, con diecisiete rejas de por medio antes de llegar a la zona de los presos de alta peligrosidad, casi estaba convencido de que el Aburto a quien había entrevistado era el mismo que había sido aprehendido y golpeado en Lomas Taurinas por una multitud dispuesta a lincharlo. Hoy han vuelto a surgir en mí algunas dudas, sobre todo revisando los expedientes y las filmaciones del evento así como la bien editada película “Colosio” de Carlos Bolado. Aún sin rasurarlo –lo que hicieron de inmediato-, hay características en el tirador que no corresponden al encarcelado a penas de que haya sido sometido a cirugía para amortizar los efectos de los golpes y las posibles torturas recibidas “dentro” de los separos policíacos en Tijuana y el Distrito Federal.
Pese a lo anterior, hay no pocos testimonios pendientes. Por ejemplo, el de Manlio Fabio Beltrones, entonces gobernador de Sonora y uno de los priístas de mayor influencia en la actualidad con gran capacidad de maniobra; él fue quien llegó primero a Tijuana –entre los funcionarios que conocieron el caso-, desde Hermosillo en donde dejó al padre de Luis Donaldo, en el despacho gubernamental, llorando a lágrima viva. Lo hizo después de consultar al presidente, Carlos Salinas, y a pesar de las reticencias de éste como el propio Manlio me refirió en alguna ocasión, cuando su nombre empezó a sonar en los corrillos de la DEA e iniciaba su personal defensa contra sus acusadores. Pues bien. Hasta hoy, no sabemos el contenido de la charla en el avión en donde Beltrones transportó a Aburto hacia la ciudad de México, desconociéndose la identidad del “séptimo pasajero” del jet privado. Este elemento es fundamental para dar cuenta de las averiguaciones y volverlas a revisar, reabriendo el caso, si de verdad existe voluntad política para ello.
Desde luego, la película en cuestión, no hace sino recoger diversas versiones conocidas con el consiguiente señalamiento a Córdova Montoya, el “Maquiavelo” de la era salinista. Recuérdese que, en 1997, cuando el perredismo le denunció públicamente, el “doctor” Córdova les reviró y asustó con interponer sus propias denuncias que podrían afectar al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas –sin relación alguna con el crimen de referencia, sino por otras causas-, para inhabilitarlo en su camino hacia la jefatura de gobierno del Distrito Federal. Perdía mucho el perredismo con ello y dejaron a Córdova con una sonrisa de enorme satisfacción por la trampa que había construido ex professo. Así de siniestro es el personaje, ahora reservado para tareas de espionaje y consejería, desde su residencia en la colonia Roma.
Bien, cesó con saldos muy negativos el régimen de Zedillo y se produjo la primera alternancia que muchos creyeron que significaría un cambio profundo. No fue así. Los Fox y su gabinete ni siquiera tuvieron arrestos para investigar las muertes de sus propios mártires –Manuel Clouthier del Rincón entre ellos y ahora se sorprenden porque el hijo de éste no figura en las nóminas del PAN-, mucho menos intentar, sólo eso, armar el rompecabezas de Lomas Taurinas.
Simplemente, dejaron en manos de una fiscalía inútil la revisión de los “crímenes del pasado” sin mayor énfasis en el magnicidio de Colosio cuyas consecuencias siguen estando presentes en la vida nacional. Tampoco debemos olvidar los chantajes de los hermanos Salinas de Gortari, la decepción de Carlos, el presidente, ni las amenazas vertidas contra Córdova por el propio Colosio, semanas antes de su “destape”. Se lo dijo, con claridad a Manlio Fabio Beltrones:
--Cuando yo llegue a la Presidencia, éste (Córdova), no sólo no tendrá un lugar en mi gabinete sino tampoco sitio en el país.
“Alguien” debió comunicarle al poderoso coordinador de la Presidencia la tremenda sentencia que avivó el fuego contra el candidato cuando desairó a Raúl Salinas de Gortari en una reunión en la que explotaron los ánimos según mke contó uno de los contertulios, Ricardo Canavatti Tafich, ex alcalde de Monterrey, y una de las figuras a las que Beltrones acusó, delante de mí, de ser grandes protagonistas de la turbia trama que culminó en Tijuana. Desde entonces, mis dudas persisten sobre el origen de la conjura y las evidencias de que, desde luego, Aburto no actuó solo como determinó el primer fiscal Miguel Montes García bajo chantaje. La película acierta en este punto, pero no precisa las palabras finales de aquel funcionario:
--La conclusión es que Aburto pudo actuar en solitario... o acompañado.
Bastaría con ello para entender las claves de Montes, muy cuidadoso de los términos jurídicos, y exponer a una opinión pública que no le entendió –me incluyo-, su tesis sobre el complot y la autoría intelectual de Córdova Montoya.
Lo grave del asunto es que, a más de dieciocho años del crimen y doce desde la alternancia, el expediente sobre el asesinato de Colosio –llamado a ser presidente de México-, apenas se ha movido
Debate
Durante la campaña de Colosio, interrumpida criminalmente el 23 de marzo de 1994, fue evidente la vulnerabilidad del candidato ante las presiones de la Presidencia, obviamente deseosa de seguir influyendo en la vida nacional. Esto es como si se tratara de uno de los amados corporativos del salinismo químicamente puros. El mandatario, entonces, tenía en las manos muchas facturas por cobrar y también por pagar en un escenario turbio, beligerante, opresivo. A eso debió enfrentarse Colosio desde las páginas interiores de los cotidianos de entonces que trataron con ello de minar la confianza del postulante y obligarle a destinar fondos extras, ilegales, a las empresas de marras.
Poco, muy poco pesó en el ánimo de los electores aquella historia que transformó a los mexicanos. Acaso, en el primer minuto, no nos dimos cuenta de cuanto había dañado a la estructura nacional el asesinato de quien era visto como “el futuro presidente” de acuerdo a la vieja costumbre autócrata. Y Zedillo, a no dudarlo, fue el principal beneficiario sin que jamás se diera a conocer su declaración ministerial –única que se ha realizado a un presidente en ejercicio a diferencia de la impunidad que cobija a Calderón sobre la responsabilidad de las más de 70 mil víctimas inocentes, muchas de ellas con la intervención de las fuerzas armadas-, sobre el magnicidio, realizada en el más absoluto secreto y cuya diligencia sin conocerse el contenido- fue reconocida cuatro meses después de haberse perpetuado en abril de 1999. Podría entenderse que se protegiera al “primer mandatario”; pero, ¿y después?
La recreación de aquellos escenarios turbios, en la cinta Colosio, fue además de un golpe de atención una buena manera de quebrar el ritmo de la campaña priísta en la que todavía figuran algunos protagonistas del drama de 1994: Beltrones, Emilio Gamboa, Manuel Camacho, los hermanos Salinas y, desde luego, el ufano Joseph-Marie Córdova Montoya quien compartía novias y secretos con sus favoritos, como Gamboa. Aquí están todas las piezas del rompecabezas por encima de los quince homicidios relacionados con el magnicidio aunque no aceptados como tales por las instancias legales. Una basura.
La Anécdota
¿Qué esperan los panistas para integrar un juicio político contra Vicente Fox por su evidente traición al considerar a Peña Nieto el “puntero” y merecedor del “voto útil”?¿Y los priístas para iniciar las pesquisas sobre los asesinatos, entre setenta y ochenta mil, contra inocentes durante la “guerra de Calderón”, la más sangrienta desde la Cristiada?¿Y los perredistas cuándo se animan a denunciar a quienes, desde dentro, también traicionaron su causa bajo la piel de las víboras, como en el caso del represor Manuel Bartlett en Puebla?
Cuando este trío de interrogantes pueda ser respondido, entonces podrá comenzarse a recuperar la credibilidad pública perdida.
E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com.mx
LOS NUEVOS ATAQUES CIBERNÉTICOS, DISFRAZADOS DE MIL COSAS, NO HACEN SINO CORROBORAR QUE LO EXPUESTO EN ESTA COLUMNA, SIN RÉPLICA ALGUNA POR PARTE DE LOS ABYECTOS SEÑALADOS, TIENE YA FÉ PÚBLICA.
--Pero hay vídeos, testimonios, conclusiones, Mario.
--Le repito, da para que cualquiera crea lo que dé la gana. Yo tengo mi propia historia.
--¿Y cuál es?
--Quiero reservarla para mí...
Cuando salí de aquel sórdido Penal, con diecisiete rejas de por medio antes de llegar a la zona de los presos de alta peligrosidad, casi estaba convencido de que el Aburto a quien había entrevistado era el mismo que había sido aprehendido y golpeado en Lomas Taurinas por una multitud dispuesta a lincharlo. Hoy han vuelto a surgir en mí algunas dudas, sobre todo revisando los expedientes y las filmaciones del evento así como la bien editada película “Colosio” de Carlos Bolado. Aún sin rasurarlo –lo que hicieron de inmediato-, hay características en el tirador que no corresponden al encarcelado a penas de que haya sido sometido a cirugía para amortizar los efectos de los golpes y las posibles torturas recibidas “dentro” de los separos policíacos en Tijuana y el Distrito Federal.
Pese a lo anterior, hay no pocos testimonios pendientes. Por ejemplo, el de Manlio Fabio Beltrones, entonces gobernador de Sonora y uno de los priístas de mayor influencia en la actualidad con gran capacidad de maniobra; él fue quien llegó primero a Tijuana –entre los funcionarios que conocieron el caso-, desde Hermosillo en donde dejó al padre de Luis Donaldo, en el despacho gubernamental, llorando a lágrima viva. Lo hizo después de consultar al presidente, Carlos Salinas, y a pesar de las reticencias de éste como el propio Manlio me refirió en alguna ocasión, cuando su nombre empezó a sonar en los corrillos de la DEA e iniciaba su personal defensa contra sus acusadores. Pues bien. Hasta hoy, no sabemos el contenido de la charla en el avión en donde Beltrones transportó a Aburto hacia la ciudad de México, desconociéndose la identidad del “séptimo pasajero” del jet privado. Este elemento es fundamental para dar cuenta de las averiguaciones y volverlas a revisar, reabriendo el caso, si de verdad existe voluntad política para ello.
Desde luego, la película en cuestión, no hace sino recoger diversas versiones conocidas con el consiguiente señalamiento a Córdova Montoya, el “Maquiavelo” de la era salinista. Recuérdese que, en 1997, cuando el perredismo le denunció públicamente, el “doctor” Córdova les reviró y asustó con interponer sus propias denuncias que podrían afectar al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas –sin relación alguna con el crimen de referencia, sino por otras causas-, para inhabilitarlo en su camino hacia la jefatura de gobierno del Distrito Federal. Perdía mucho el perredismo con ello y dejaron a Córdova con una sonrisa de enorme satisfacción por la trampa que había construido ex professo. Así de siniestro es el personaje, ahora reservado para tareas de espionaje y consejería, desde su residencia en la colonia Roma.
Bien, cesó con saldos muy negativos el régimen de Zedillo y se produjo la primera alternancia que muchos creyeron que significaría un cambio profundo. No fue así. Los Fox y su gabinete ni siquiera tuvieron arrestos para investigar las muertes de sus propios mártires –Manuel Clouthier del Rincón entre ellos y ahora se sorprenden porque el hijo de éste no figura en las nóminas del PAN-, mucho menos intentar, sólo eso, armar el rompecabezas de Lomas Taurinas.
Simplemente, dejaron en manos de una fiscalía inútil la revisión de los “crímenes del pasado” sin mayor énfasis en el magnicidio de Colosio cuyas consecuencias siguen estando presentes en la vida nacional. Tampoco debemos olvidar los chantajes de los hermanos Salinas de Gortari, la decepción de Carlos, el presidente, ni las amenazas vertidas contra Córdova por el propio Colosio, semanas antes de su “destape”. Se lo dijo, con claridad a Manlio Fabio Beltrones:
--Cuando yo llegue a la Presidencia, éste (Córdova), no sólo no tendrá un lugar en mi gabinete sino tampoco sitio en el país.
“Alguien” debió comunicarle al poderoso coordinador de la Presidencia la tremenda sentencia que avivó el fuego contra el candidato cuando desairó a Raúl Salinas de Gortari en una reunión en la que explotaron los ánimos según mke contó uno de los contertulios, Ricardo Canavatti Tafich, ex alcalde de Monterrey, y una de las figuras a las que Beltrones acusó, delante de mí, de ser grandes protagonistas de la turbia trama que culminó en Tijuana. Desde entonces, mis dudas persisten sobre el origen de la conjura y las evidencias de que, desde luego, Aburto no actuó solo como determinó el primer fiscal Miguel Montes García bajo chantaje. La película acierta en este punto, pero no precisa las palabras finales de aquel funcionario:
--La conclusión es que Aburto pudo actuar en solitario... o acompañado.
Bastaría con ello para entender las claves de Montes, muy cuidadoso de los términos jurídicos, y exponer a una opinión pública que no le entendió –me incluyo-, su tesis sobre el complot y la autoría intelectual de Córdova Montoya.
Lo grave del asunto es que, a más de dieciocho años del crimen y doce desde la alternancia, el expediente sobre el asesinato de Colosio –llamado a ser presidente de México-, apenas se ha movido
Debate
Durante la campaña de Colosio, interrumpida criminalmente el 23 de marzo de 1994, fue evidente la vulnerabilidad del candidato ante las presiones de la Presidencia, obviamente deseosa de seguir influyendo en la vida nacional. Esto es como si se tratara de uno de los amados corporativos del salinismo químicamente puros. El mandatario, entonces, tenía en las manos muchas facturas por cobrar y también por pagar en un escenario turbio, beligerante, opresivo. A eso debió enfrentarse Colosio desde las páginas interiores de los cotidianos de entonces que trataron con ello de minar la confianza del postulante y obligarle a destinar fondos extras, ilegales, a las empresas de marras.
Poco, muy poco pesó en el ánimo de los electores aquella historia que transformó a los mexicanos. Acaso, en el primer minuto, no nos dimos cuenta de cuanto había dañado a la estructura nacional el asesinato de quien era visto como “el futuro presidente” de acuerdo a la vieja costumbre autócrata. Y Zedillo, a no dudarlo, fue el principal beneficiario sin que jamás se diera a conocer su declaración ministerial –única que se ha realizado a un presidente en ejercicio a diferencia de la impunidad que cobija a Calderón sobre la responsabilidad de las más de 70 mil víctimas inocentes, muchas de ellas con la intervención de las fuerzas armadas-, sobre el magnicidio, realizada en el más absoluto secreto y cuya diligencia sin conocerse el contenido- fue reconocida cuatro meses después de haberse perpetuado en abril de 1999. Podría entenderse que se protegiera al “primer mandatario”; pero, ¿y después?
La recreación de aquellos escenarios turbios, en la cinta Colosio, fue además de un golpe de atención una buena manera de quebrar el ritmo de la campaña priísta en la que todavía figuran algunos protagonistas del drama de 1994: Beltrones, Emilio Gamboa, Manuel Camacho, los hermanos Salinas y, desde luego, el ufano Joseph-Marie Córdova Montoya quien compartía novias y secretos con sus favoritos, como Gamboa. Aquí están todas las piezas del rompecabezas por encima de los quince homicidios relacionados con el magnicidio aunque no aceptados como tales por las instancias legales. Una basura.
La Anécdota
¿Qué esperan los panistas para integrar un juicio político contra Vicente Fox por su evidente traición al considerar a Peña Nieto el “puntero” y merecedor del “voto útil”?¿Y los priístas para iniciar las pesquisas sobre los asesinatos, entre setenta y ochenta mil, contra inocentes durante la “guerra de Calderón”, la más sangrienta desde la Cristiada?¿Y los perredistas cuándo se animan a denunciar a quienes, desde dentro, también traicionaron su causa bajo la piel de las víboras, como en el caso del represor Manuel Bartlett en Puebla?
Cuando este trío de interrogantes pueda ser respondido, entonces podrá comenzarse a recuperar la credibilidad pública perdida.
E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com.mx
LOS NUEVOS ATAQUES CIBERNÉTICOS, DISFRAZADOS DE MIL COSAS, NO HACEN SINO CORROBORAR QUE LO EXPUESTO EN ESTA COLUMNA, SIN RÉPLICA ALGUNA POR PARTE DE LOS ABYECTOS SEÑALADOS, TIENE YA FÉ PÚBLICA.
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