domingo, 15 de julio de 2012

René Delgado - ¿Sin remedio?

René Delgado
¿Tiene remedio el país? Qué incómoda pregunta, pero esa duda ocupa cada vez más frecuentemente el lugar de la esperanza.

Se puede desde luego recurrir al socorrido argumento de que México es más grande que sus problemas o advertir como tantas otras veces que cuando el país se divide, sufre la nación. Lo cierto, sin embargo, es que ya son décadas de vivir en la mediocridad, sin realizar una hazaña o una gesta que llene de orgullo a la nación y la impulse a realizar otra y otra hasta tomar un derrotero distinto al del desánimo y la frustración.

¿Cuándo fue la última? No, no es la de la alternancia de hace ya 12 años. No lo es porque, a la postre, ese promisorio giro se redujo a una cuestión de turno en el poder. Quizá, entonces, la última gesta se dio en los años setenta, cuando, ante la amenaza de la lucha armada, se impulsó la reforma política para sumar a la participación institucional a las organizaciones proscritas, principalmente la comunista y la sinarquista, y se replantearon los términos del entendimiento político.

Luego de esa hazaña, lo demás fueron reformas y contrarreformas electorales -la obsesión por reglamentar el reparto del poder sin reformar el poder-, así como pequeños y acompasados pasos que, hoy, en vez de consolidarla, colocan absurdamente a la democracia contra la pared.

No faltarán los teólogos del gradualismo a paso lento reclamando reconocer que ya no es lo de antes, que mucho se ha cambiado y que, de seguir así, en algún momento el país será distinto por eficaz. No ponen en duda la ruta ni la velocidad porque, aun cuando no esté muy claro el destino, creen que por hacer bien lo que está mal, el país terminará por progresar. Es cosa de seguir igual.

No faltarán tampoco los teólogos de la resistencia, instando a reclamar pero sin romper un solo vidrio ni entrar a negociar la razón histórica que les asiste porque ésta resplandecerá en cuanto se reconozca su indubitable triunfo. Piden, entonces, continuar por el sendero donde van sin subirse a la banqueta ni a la montaña, porque la lucha es pacífica y civilizada y el destino el del cambio verdadero.

Entre ambos, los acólitos del bien común están terriblemente confundidos. No acaban de entender cómo es que olvidaron su doctrina al perder su partido sin ganar el gobierno pero disfrutar de la administración, y no ven pastor al cual recurrir. Se miran entre sí, sin atinar qué procesión seguir o decidir si no es mejor irse a confesar.

Hoy, después de 12 años perdidos, cuando supuestamente urgía tomar una decisión ante al porvenir, la frustración mayor no puede ser.

El porvenir resulta ser el de antes, el mismo de siempre, el de la incertidumbre política y jurídica que vulnera la posibilidad del desarrollo y coloca en posición de remate a la elección. Circunstancia frente a la cual, se propone el sobado menú de conformarse o inconformarse y, si no, de resignarse o resistir. Consomé sin pollo, caldo de agua para todos.

Sí, desde luego, todo en el marco de la cultura de la legalidad en la que nadie cree, donde de nuevo los magistrados asumirán el rol del gran elector -el voto queda como algo colateral- que terminará por validar quién es el ganador de la elección, sin con ello asegurar que encabezará con soberana majestad la Presidencia de la República.

Como tantas otras veces, la estabilidad y la inmovilidad están garantizadas. El tiempo dará solución a los problemas y la inercia el ritmo del desarrollo.

Así, no habrá ni dictadura ni democracia; ni reforma ni revolución; ni unidad ni ruptura; ni continuidad ni cambio; ni concordia ni discordia; ni resignación ni rebelión; ni acuerdo ni desacuerdo... no habrá nada de eso porque esos son extremismos ajenos a nuestra idiosincrasia política y la apuesta no es decidir sino mantener el punto de equilibrio, marcado por la mediocridad; por la filosofía de hacer de lo deseable, lo posible; de lo necesario, lo imprescindible; de lo importante, lo urgente; de la reforma estructural, el parche coyuntural; del gobierno dividido, el gobierno confrontado.

Que con todo derecho y libertad, cada quien escoja el gris de su predilección...

Mientras los magistrados dan luz al país, el crimen retoma su actividad porque una cosa es la veda electoral y otra dejar de trabajar. Repone lo que técnicamente ya se puede denominar "la normalidad violenta", pero intensificada.

Tan pronto como el fin de semana siguiente al del domingo electoral, el crimen cubrió rápidamente el déficit acumulado de ejecuciones para que la sangre retomara su nivel y atentó contra la libertad para dejar en claro que una cosa es ir a votar y otra suponer que se vive en democracia, en el marco de un Estado de derecho.

Se valide o no la elección, el crimen quiere aprovechar el vacío hasta el próximo 1o. de diciembre para asegurar dominios porque, con tanta incertidumbre, quién sabe qué pueda ocurrir con el próximo gobierno y es sabido que el crimen no pacta con políticos -no, perdón, esa expresión es al revés aunque a veces no.

Retoma el crimen su actividad, con una ventaja: el comandante en jefe de la guerra inexistente ya ni siquiera los increpa con declaraciones de salva ni con vistosos pero inútiles operativos porque, de seguro, a punto está de tocar la retirada y rendir el parte final.

A su vez, el administrador de la República se congratula también del término de la veda electoral porque una cosa es trabajar y otra no poder hablar sin importar el tema. De paso, repone la acostumbrada confrontación entre los poderes porque, si ya se va cómo se va, ni caso tiene modificar la conducta.

Venga la controversia constitucional por la ley de víctimas, suscríbase el acuerdo a pesar de la recomendación senatorial de no hacerlo, cárguese la factura de la administración a la cuenta del Legislativo y los gobernadores, y recojan y limpien lo que puedan porque ya nos vamos. A ver cómo, pero ya nos vamos.

Por lo demás, de seguro, en el fondo de su corazón, el administrador agradece la veda electoral porque le evita rendir cuentas de algunas cuestioncillas. El hijo de El Chapo que no es su hijo. Los policías federales que resultaron no ser muy buenos en el aeropuerto. El arraigo de los generales que nomás no puede consignar. Los ex gobernadores de Tamaulipas que, a punto, estuvo de atrapar...

Todo mientras los poderes fácticos se frotan las manos porque, en el mercado de la incertidumbre, sus acciones se cotizan al alza frente al derrumbe de la política y, entonces, les garantiza impresionantes fondos de concesiones y privilegios.

¿Tiene remedio el país?

sobreaviso@latinmail.com

Leído en: http://noticias.terra.com.mx/mexico/politica/rene-delgado-sin-remedio,4bca98d9ae588310VgnVCM20000099cceb0aRCRD.html

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