Manuel Ajenjo |
Sólo hablaremos de los diputados federales. Estos políticos tan necesarios para ocupar y que se vea, si no lleno, cuando menos con una asistencia mediana, el Salón de Sesiones de San Lázaro, son 500. Divididos de la siguiente manera: 300 curules se eligen por el principio de mayoría relativa a un número análogo de distritos uninominales en los que se divide el territorio del país para fines electorales; los otros 200 son producto del principio de representación proporcional mediante el sistema de listas de partido en cinco circunscripciones regionales. Ya sea por mayoría relativa o por el principio de representación proporcional, los también llamados Padres de la Patria -por su disposición al sacrificio no sólo económico, sino en muchos otros rubros por el bien del país- cobran, nominalmente, lo mismo. Donde hay pequeñas diferencias en los ingresos económicos son en los generados por las comisiones a las que algunos tienen la suerte de pertenecer sea por amistad o por tener más desarrollada la capacidad de genuflexión.
Los diputados federales son elegidos para un periodo de tres años y no pueden ser reelegidos para un periodo inmediato. Lo que sí se puede es brincar de la Cámara de Senadores a la de Diputados como lo acaba de hacer don Manlio Fabio Beltrones. También se han dado casos al revés, esto es: de la de Diputados pasan a la de Senadores. A los que se dedican a esta actividad se les llama políticos maromeros o saltimbanquis. No importa qué tan peligroso sea brincar de un lado a otro. Vale la pena con tal de no vivir en el error, es decir: fuera del presupuesto.
Sueldos y prestaciones
La más reciente noticia de lo relativo a emolumentos y compensaciones de los Padres de la Patria fue publicado en el 2008 por el Diario Oficial de la Federación. No creo que cuatro años después los sueldos y las prestaciones de estos servidores públicos hayan bajado, si mal les fue no les han aumentado un centavo. Aunque cabe la posibilidad, considerando sus méritos indiscutibles para negociar en su favor que les hayan aumentado. No quiero ser mal pensado, supongamos que siguen ganando lo del 2008. Según este órgano, los diputados perciben al mes 77,888 pesos por concepto de dieta, 45,786 para la asistencia legislativa y 28,772 para sus actividades de atención ciudadana. ¡A toda madre!
Además, cuentan con un seguro de gastos médicos mayores, cuya suma asegurada básica es de hasta 1,500 salarios mínimos generales mensuales vigentes en el Distrito Federal. Aguinaldo equivalente a 40 días de su dieta -103,850 pesos-, fondo de ahorro que consiste en la aportación de hasta 12% de su dieta mensual, seguros colectivos de vida y gastos funerarios.
Además, los diputados tienen acceso al Sistema de Ahorro para el Retiro, al ISSSTE y al Fovissste -esto es por si tienen curiosidad y quieren experimentar lo que experimentan los jodidos.
Los parásitos legislativos reciben apoyo para transporte, vales de gasolina los que vivan cerca del Distrito Federal y pasajes de avión a quienes vivan a más de 400 kilómetros de la capital de la República. Por si lo anterior fuera poco, reciben 2,780 pesos al mes en vales de despensa y 170.00 pesos por cada día de pensión.
Asesores y comisiones
Por lo general, cada diputado tiene uno o dos amigotes que de plano no sirven para nada. Estos cuates son nombrados por los legisladores “asesores”. ¿En qué los asesoran? Absolutamente en nada. Cuando mucho le maneja la agenda o mejor dicho la agenda privada: la de las “chavas buena onda”. A quién hay que mandarle flores, qué día come con el coordinador de su fracción legislativa; invención de pretextos para llegar tarde a casa, alcahuete. El salario oficial de un asesor “A” es de 35,520 pesos. El de un asesor “B” es de 26,543.10.
Además, dependiendo de las comisiones legislativas pueden realizar algunos viajecitos durante su gestión (Turismo Legislativo) y también si se cuelan a las grandes, es decir, si logran estar en la Presidencia o Secretaría de alguna comisión legislativa, pues tendrán un dinerito adicional para reuniones, más viajes, papelería y gastos de la comisión.
Según cálculos globales conservadores, por puras remuneraciones a diputados, usted y yo, y demás pendejos que pagamos puntualmente nuestros impuestos mantenemos en tres años a los inquilinos de San Lázaro con una cantidad superior a los 3,000 millones de pesos. Los resultados y la productividad que obtenemos por esta millonaria inversión son muy pobres, denigrantes, con pocos beneficios para la sociedad mexicana.
Hace algunos años vi un reportaje en Televisa, una reportera le preguntaba a los diputados ¿de cuántos artículos constaba la Constitución de la República Mexicana? Para mi sorpresa sólo una minoría contestó 136. El entonces Diputado federal Fidel Herrera Beltrán contestó que 200 y tantos.
Y los que faltan
Hasta aquí sólo he comentado de los 500 diputados federales, falta considerar en los gastos y en lo ineficaz a los 128 senadores de la República y a los 1,076 diputados locales de los 31 estados de la República, a los cuales si sumamos los 66 de la Asamblea de Representantes del Distrito Federal dan un total de 1,142 diputados locales. Si su número se divide entre la población total del país, que según el INEGI en este año es de 106.4 millones de habitantes, tenemos, contando a los 66 asambleístas del DF, la cantidad de un Diputado local por cada 93,000 habitantes y un Diputado federal por cada 213,000 mexicanos. Así como un Senador por cada 83,125 mexicanos. La pregunta es: ¿para qué?
No puedo precisar dónde, lo que sí estoy seguro es haber escuchado al candidato del PRI a la Presidencia de la República, Enrique Peña Nieto, prometer hacer un Congreso mucho más delgado. Ojalá y lo prometido sea una realidad. Hace falta, sobre todo, una Cámara federal de Diputados, más magra. No sólo para ahorrar considerables recursos económicos en su manutención sino, también, para llegar a acuerdos, muy necesarios para el buen gobierno del país de manera ágil y expedita.
Oí por ahí
Un matrimonio que cumple 60 años de casados va a celebrarlo a un lujoso restaurante. El marido le dice a su esposa: ¿qué vas a querer mi vida? Ella pide una sopa. ¿Una sopa y que otra cosa, tesorito? Una carne. Muy bien mi amorcito. El marido llama al mesero y pide: Mire a mi vida tráigale una sopa, también para mi tesorito una carne. ¿Algo más, cielito? No, con eso es suficiente, dice la señora. Ella va al baño, lo cual aprovecha el mesero para decirle: ¡Caray señor, me trae de sorpresa en sorpresa. Sesenta años de casado y le pregunta: ¿Qué vas a querer mi vida? Luego le dice tesorito para pedirle una carne, luego le dice cielito. ¡Qué bonito! Sesenta años de matrimonio y todavía le habla así. Es usted un ejemplo.
No -contesta el marido-, lo que pasa es que ya se me olvidó cómo se llama.
Leído en: http://eleconomista.com.mx/columnas/columna-especial-politica/2012/08/22/lo-que-cuesta-poder-legislativo
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