sábado, 25 de agosto de 2012

Rafael Loret de Mola - Sociedad con miedo

En nuestro México cada quien le reza a su santo en su respectiva capillita. Esto es: Sólo es generoso y bueno cuanto sucede a la vera del grupo afín. Y eso se traduce, naturalmente, en la simpleza de los discursos rebosantes de lugares comunes, valores entendidos y justificaciones de oficio. Los “malos”, es decir todos los demás, son los que merecen ser descalificados.

Y es en los círculos políticos en donde la dicotomía fatídica cobra mayor relevancia de la mano de los partidos y sus dirigencias insondables. Recordemos el primer conciliábulo entre gobernadores, jefe de gobierno defeño y presidente en funciones, alrededor de la emergencia por la inseguridad pública galopante, fue posible diseccionar las grandes hipocresías de los grupos en posesión del poder y de cuantos se apuntan como promotores y cabilderos.



Por ejemplo, el jefe defeño, Marcelo “el carnal” Ebrard, amo y señor de los tránsfugas –sólo le falta explorar por el PAN-, registró, con santo y seña, su propósito de no darle la mano a Felipe Calderón ni, mucho menos, sentarse a su vera. Es decir, asistió al encuentro como los caballos de los picadores en las tardes de toros: con las vendas sobre los ojos para evitar atisbar los peligros y evadirlos. Esto es, aceptando una realidad pero negándose a actuar en consecuencia pretendiendo con ello, sin conseguirlo claro, quedar bien con dios –en minúsculas, por supuesto-, y con el diablo. Ya cambió, claro, porque son otras sus expectativas.

Mientras, el PRD deambula entre quienes insisten en la necesidad de acordar políticamente y cuantos mantienen las callejoneadas como modus operandis sin más aportación que la intransigencia. Lo primero parece más razonable, considerando además el antecedente de 1988 cuando se optó por la civilidad para evitar un choque frontal entre la disidencia defraudada y la parafernalia oficial, aun cuando se insista en abogar por el abanderado que se mantiene en campaña a falta de reformas electorales destinadas a exaltar las vías parlamentarias por encima de los usos presidencialistas.

Vamos a la segunda capillita, la del PAN. Tras la derrota electoral se habla de la importancia de la emigración –así lo estimó Calderón ante el mandatario de Honduras-, como parte de los derechos humanos fundamentales; esto es la posibilidad de ejercer la ciudadanía del mundo en plena utopía por un entorno universal sin fronteras. Las frases de circunstancias, muchas veces, carecen de fondo. Y a los presidentes citados se les olvidó asegurarse la vigencia de las soberanías territoriales antes de exaltar a quienes violentan las leyes para introducirse en suelo extranjero y demandar oportunidades que en su país le son negadas. 

Calderón se olvidó de una de las promesas esenciales de su campaña: precisamente evitar la salida de brazos productivos incentivando el trabajo en el país y brindando nuevas oportunidades laborales a todos. Sólo así, dijo –yo lo escuché en Guanajuato de su propia voz-, será posible amortizar el dolor de miles de familias que se separan por el imperativo de encontrar el sustento más allá del Bravo y las mojoneras. Y ahora, incapaz de proveer condiciones para una mayor justicia social, le apuesta a erigir como derecho humano fundamental... la emigración. Una palpable, contundente diríamos, contradicción para rematar un sexenio en el que las confusiones fueron leyes. 

No es posible gobernar a golpes de circunstancias, es decir sin la menor visión de futuro. Recuérdese que a la historia no le interesan las buenas intenciones sino los resultados. Y éstos, hasta el momento, no le son favorables al régimen federal en curso por una sencilla razón: el peso tremendo de las facturas de campaña que extienden complicidades con menoscabo de los proyectos sociales. ¿Rebasar por la izquierda? La pretendida línea calderonista se inscribe hoy en el léxico de la siempre exultante demagogia de la gregaria derecha. 

Terminemos con la tercera “capillita” política, la del PRI y su acendrada dependencia de las mafias conocidas. La experimentada Beatriz Paredes Rangel, ex gobernadora de Tlaxcala quien promovió a quien fueron gobernadores, consecutivamente, perredista y panista de esta entidad, en demostración fehaciente de lealtad hacia el partido que ahora preside –el episodio marca, por supuesto, las sonadas hipocresías de la clase gobernante-, insistió en rechazar el plan contra la violencia del presidente para tratar con ello de poner el sello del Institucional en el documento final. 

Lo curioso del asunto es la postura de personajes tan turbios, como Emilio Gamboa, ahora coordinador de los presuntos senadores priístas en exultante demostración de que las mafias permanecen, quien rechazó, en principio, la iniciativa presidencial para hacerse escuchar y sentir. ¿Olvidó acaso que él, como secretario privado de Miguel de la Madrid, durante el ominoso sexenio de 1982 a 1988 cuando la represión se desbordó contra líderes de opinión y adversarios políticos de la clase dominante entonces, ejerció funciones de vicepresidente con derecho de picaporte a las alcobas de Palacio? Su influencia fue determinante, entre otras cosas, para impulsar a los miembros de su grupo, como Genaro Borrego ex gobernador de Zacatecas hacia las alturas con el aval de su jefe y amigo entrañable. Con él, para decirlo claramente, surgieron las más execrables complicidades. 

¿Todo se olvida? Siquiera que la memoria colectiva sirva, de vez en cuando, para señalar las intenciones soterradas de los dirigentes políticos que se paran hoy el cuello para presentarse como lo opuesto a cuanto fueron bajo la hegemonía priísta. 

La Anécdota
Cambiemos de tercio. Vayamos al escenario taurino –mi retroalimentación, no lo niego-, para encontrar las ansiadas respuestas existenciales. Cerca del aniversario de la muerte de “Manolete”, el primero de los grandes “monstruos” del toreo. Y eso porque hace unas horas dialogué, largamente, con el mayor de los toreros actuales, quien sólo compite con los diestros de época y su propia historia, José Tomás, convertido en una especie de leyenda viviente. 
Me dijo:
--Manolo Martínez ha sido uno de los toreros que más me inspiraron. Recuerdo su faena a “Amoroso” –de Mimiahuapan- como una de las más grandes que he visto.
Y ante mí, el gran esteta de Galapagar, trazó, de nueva cuenta, el pase del desdén y la trincherilla martinista, explicando que de esas fuentes, tan mexicanas y nuestras, había abrevado.
--Fue muy grande –remató-. 

Debieron pasar los años para que el regiomontano inolvidable alcanzara el reconocimiento pleno. A veces la dimensión del tiempo es lo único que permite, liberándonos de las ataduras circunstanciales, poner los sellos definitivos.
rafloret@yahoo.com.mx

ES UNA VERGÜENZA QUE LOS LIDERAZGOS PARTIDISTAS NO SALGAN DE LA INTRANSIGENCIA Y LOS USOS FACCIOSOS. ASÍ NO FUNCIONARÁ JAMÁS LA DEMOCRACIA Y SEGUIREMOS ACERCÁNDONOS AL ESTADO FALLIDO.

Leído en: http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/sociedad-con-miedo2

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