Andrés Manuel López Obrador ha dedicado sus últimos discursos a la utilización de plantamientos emotivos y, por supuesto, retadores para todo aquel que esté en su contra.
En exactamente una semana sabremos si el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación resolvió invalidar la elección, tal como lo solicitó Andrés Manuel López Obrador. Algo que se antoja difícil, si no es que imposible. Y es que todo lo presentado por AMLO como “elementos” que prueban la “compra” de votos que, dice, hizo el equipo de Enrique Peña Nieto, no sólo resultaron en objetos tan utilizados por sus propios partidos, en ésta y otras elecciones, sino que además decidió sumarle —para mofa de todos, y con razón— un puñado de animales de granja que, asegura él, también fueron parte del soborno colectivo. Tan penoso, que hasta quedó anotada en varios reportes periodísticos la inquietud del notario que fue a dar fe de lo presentado. Ni él se la creía.
Además, y forzado a cumplir su palabra de no recurrir a la vía ilegal, como hace seis años, Andrés Manuel ha dedicado sus últimos planteamientos a la utilización de emotivos y, por supuesto, retadores discursos, para todo aquel que esté en su contra. En estrategia muy a sabiendas de que sus “pruebas” del fraude no son sino meros vehículos para hacer presión. Así como dijo que no dejará que ninguna “argucia legaloide” valide la elección, él también ha recurrido a ellas en varias ocasiones. Me explico:
Primero, y en sus continuos encuentros con la prensa al tiempo inmediato de la elección del 1 de julio, comenzó diciendo que, “según lo que dicen las leyes”, quien sepa de la ejecución de un delito sin denunciarlo se vuelve cómplice de éste. Por si alguien no se convencía en seguirle la corriente.
Después, y jurando que ni él ni alguno de los partidos que lo respalda son organizadores de las varias manifestaciones que distintos grupos ciudadanos han hecho contra los resultados del 1 de julio, dijo que no pueden detener lo que la fuerza del pueblo quiera hacer si la elección no se invalida. Es decir, no los mueve, pero tampoco los va a controlar porque no es su problema porque, pues, cómo le ayudan a hacer ruido a favor suyo.
Hace un par de días, en el Tribunal, y casi al mismo tiempo de que su coordinador de campaña, Ricardo Monreal, dejó el PT para irse a Movimiento Ciudadano, porque le ofrecieron una coordinación legislativa y, pues, vamos, el hueso es el hueso, la coalición Movimiento Progresista volvió a hablar sobre aquellas movilizaciones ciudadanas, que si bien no son organizadas por ellos, sí serían, dijeron, consecuencia directa de una resolución que no esté apegada a derecho. Traducción: ¿quién sabe qué pueda pasar si no invalidan?
Y la cereza del pastel la dijo ayer AMLO en su primera aparición pública después de varios días de haber permanecido en silencio, cuando en el mismísimo Zócalo del DF instó a Felipe Calderón a pronunciarse con respecto a la pasada elección o, de lo contrario, sería cómplice de un delito, según las “argucias legaloides” que usó en sus primeros discursos poselectorales, ésas que, pide, no sean usadas en su contra.
Mucho discurso de AMLO y su movimiento a una semana de conocer el fallo del TEPJF, es por eso que comienzan a agitar el agua de una misión que les comienza a saber a derrota (otra vez).
Leído en: http://www.excelsior.com.mx/index.php?m=nota&seccion=opinion&cat=11&id_nota=855303
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