Alberto Aziz Nassif |
1) Jugar dentro de las instituciones. La responsabilidad de los actores políticos que se disputan el poder implica participar en la construcción de las reglas. La izquierda aprobó las reglas, participó en todas las etapas y ahora que termina el proceso desconoce los resultados. ¿Se vale llamar a la desobediencia civil en estas circunstancias? En cualquier dinámica hay aciertos y errores, pero, ¿hasta dónde es aceptable una resolución como la del Trife cuando tiene abiertas limitaciones?
2) El valor de las pruebas. En un proceso electoral en donde los excesos de gasto fueron muy visibles para la sociedad, donde las encuestas tuvieron un error grave y consistente en la valoración del PRI, donde hubo antecedentes de un posicionamiento mediático previo a la elección con evidencias que nos daban propaganda política revestida de supuesta información noticiosa, donde el clientelismo político se desarrolló en todo su esplendor a lo largo y ancho del país, donde vimos vaciarse los anaqueles de muchas tiendas de Soriana al día siguiente de la elección, donde los expedientes de triangulación financiera todavía están en proceso de investigación, donde hemos visto que el IFE no ha sido exhaustivo en sus investigaciones. Ante todos estos hechos el Trife simplemente dijo que las pruebas no “están acreditadas” y asumió una actitud omisa; sobre el principio de certeza dijo que “no es procedente el grado de afectación”; sobre la libertad del sufragio y la compra de votos dijo que las razones son “infundadas”, cuando todavía no termina la fiscalización; que no hubo uso ilícito de tarjetas de una tienda de autoservicio. El discurso del Trife es que “no se consideran irregularidades graves”, y hay “pruebas insuficientes”. ¿Hay que creerle al Trife como si fuera un acto de fe?
3) De 2006 a 2012. Hay diferencias entre los dos procesos, pero desafortunadamente también hay semejanzas. Las nuevas reglas han servido para tener equidad mediática, pero antes y después del proceso formal es otra cosa porque la regulación del Estado es débil y ha habido muchos abusos del duopolio televisivo. La organización electoral fue un ejercicio positivo y, de igual forma, la participación ciudadana que subió de forma importante. La elección de este año tuvo un clima de menor dramatismo por el nuevo modelo y tuvo un resultado mucho menos cerrado. El perdedor jugó dentro de las reglas institucionales. Sin embargo, volvemos a tener una elección impugnada, cuestionada y una resolución que es desconocida por el segundo lugar, volvemos a tener una descalificación de la legalidad y de la legitimidad. No tenemos calles tomadas, pero hay un movimiento universitario que considera que el régimen democrático ha “muerto”.
4) El futuro inmediato. Un país en donde de forma sistemática hay conflicto electoral en todas las últimas elecciones presidenciales, con la excepción del año 2000, a pesar de que las reglas del juego se han transformado de manera constante, muestra un problema importante que no hemos resuelto. El estira y afloja con la credibilidad institucional, con la vía democrática, con resoluciones que no resuelven el conflicto, son alertas rojas que someten al sistema político a un desgaste terrible. En lugar de pensar en la agenda y los proyectos que se necesitan para enfrentar a los graves problemas nacionales, llegamos a la instalación de los diferentes poderes y niveles de gobierno con un déficit de gobernabilidad. El país tendrá otra vez dos pistas simultáneas: la institucional y la del movimiento social, la política formal y la desobediencia civil, el país de las instituciones y la legalidad y el país de la calle y el cuestionamiento a las instituciones y a la legitimidad. ¿Vamos a una nueva reforma para completar este círculo vicioso en que estamos atrapados?
Twitter: @AzizNassif
Leído en: http://www.vanguardia.com.mx/eleccionconflictoyotrareforma-1365068-columna.html
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