viernes, 12 de octubre de 2012

Ciro Gómez Leyva - Los Piratas de Sabinas

Ciro Gómez Leyva

La expansión al norte fue en 1970. La Liga Mexicana de Beisbol se jugaba en el sur. Los Sultanes de Monterrey y los Broncos de Reynosa eran la excepción.
La gente iba a los estadios, conocía a los jugadores. Había una afición fantástica. En el 70 aparecieron los Saraperos de Saltillo y los Algodoneros de La Laguna. En el 71 se sumaron los Piratas de Sabinas y los Alijadores de Tampico, que traían como gran atracción a la figura histórica de los Sultanes, para no pocos el mejor pelotero mexicano de todos los tiempos, Héctor Espino.





Le iba a los Diablos Rojos del México; así, del México. Pero como admiraba a Roberto Clemente y el uniforme de Sabinas era una copia del modernísimo de los Piratas de Pittsburgh, los adopté como segundo equipo y, por supuesto, los fui a ver en jornada doble al Parque Delta del Seguro Social.
Los Piratas de Sabinas eran un equipo perdedor que alineaba a un museo viviente de ídolos que mal pasaban sus horas finales: Kiko Castro, el Carbonero López, el gran lanzador Andrés Ayón, el catcher Rudy Sandoval.
Ya no recuerdo por qué se apagó mi afición infantil. Luego vino la huelga de 1980 que mató a la vieja Liga. Hoy no sé ni quiénes juegan. Veo las sedes de los equipos del 71 y son una premonición del mapa actual del crimen.
Encontré que 40 años después los Piratas de Sabinas siguen existiendo, se enfrentan en la pequeña Liga Norte de Coahuila contra novenas como los Atléticos de Acuña.
Allá la afición no ha muerto, como aquí. Cuentan que los domingos al mediodía hay buena pelota llanera con gran convocatoria. Van marinos, leyendas y, claro, fanáticos puros.


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