viernes, 12 de octubre de 2012

Rafael Loret de Mola - Justicia, Ley, Demagogia

Rafael Loret de Mola
Pareciera que en este mundo convulsionado y ambiguo la justicia y la ley están en guerra, imbuidos sendos conceptos en el mar proceloso de las interpretaciones personales, peor aún partidistas, que rigen el destino de los demás. En no pocas ocasiones hemos sostenido que la ley, cuya aplicación y promulgación debe ser tan dinámica como la evolución de la sociedad y no quedar rezagada ante tradiciones, costumbres y hechos consumados, está por debajo sólo de la justicia, esto es del imperativo de cohabitar, pobres y ricos, bajo un régimen de Derecho, sí, pero con la debida flexibilidad para comprender y atesorar los valores sociales más preciados: el derecho a la vida digna que conlleva techo, alimentación, salud y trabajo. 

Roto este principio se desmorona la interrelación entre la comunidad y su gobierno, por mucho que insistan los jilgueros oficiales con el sambenito de “cumplir con la ley” para zanjar, en estricto sentido jurídico, las querellas judiciales muchas veces contaminadas por quienes, profesionales del Derecho, conocen de lagunas y vericuetos suficientes para vadear la aduana de la justicia. Son tantos los casos que estoy seguro de que ninguno de mis amables lectores desconoce alguno muy cercano a su ámbito mientras tanto se habla de la democracia como pendón político insustituible. 




Ayer mismo puntualizábamos que sin justicia social no puede existir la democracia sino solo la demagogia, una de las antítesis del concepto original. Y ello porque no es factible aplicar la “soberanía popular”, aquella que de acuerdo a la Carta Magna recala en el conjunto de los mexicanos, cuando los representantes de todos se distribuyen canonjías de acuerdo a las habilidades de sus dirigencias y olvidan su8s compromisos con la ciudadanía cuya confianza inicial se tradujo en votos después mancillados por el uso faccioso del poder. Y esto ocurre en México, de manera cotidiana, cuando las alianzas entre partidos basadas en conveniencias temporales se imponen a las conquistas de los trabajadores, por ejemplo, y privilegian a los latifundistas como sucedía durante el porfiriato renaciente... como en España surge de nuevo el franquismo, si bien disfrazado de democrático”, al amparo del presidente del gobierno, Mariano Rajoy Brey, gallego también y obcecado por genética, quien se negó siempre a apoyar la ley de memoria histórica para zanjar los crímenes del viejo régimen tiránico. 

Las distorsiones son enromes al respecto. Así, mientras en México crecen las manifestaciones en contra de la reforma laboral lacerante, en España aumenta el número de desempleados –que ya alcanza al veinticuatro por ciento de la población económicamente activa-, quienes, en un caso y otro, son agitados por células de anarquistas, perfectamente organizadas, infiltradas para manipular a cuantos no se plantean caer en la violencia sino sólo alzar las voces ante la injusticia. Las consecuencias han sido terribles: hace unos días, el 25 de septiembre, la Guardia Civil arremetió en Madrid contra una multitud que rompió las vallas en su intento por “tomar” el Congreso de los Diputados, en donde comparece en cada sesión el jefe del gobierno español salvo cuando está de periplo, y romper la institucionalidad de los procedimientos. Fueron aprehendidos, en este afán, una veintena de sujetos identificados, de tiempo atrás, como agitadores profesionales pertenecientes a un grupo llamado “Unidad Castellana” y a otros más extremistas. 

Lo insólito de la cuestión es que tras el suceso, un magistrado de la Audiencia Nacional, Santiago Pedraz –ha de ser por las piedras que tiró a los congresistas-, liberó a los aprehendidos en fragancia, esto es agrediendo a policías de manera organizada si bien malsana, aduciendo que no podía sostenerse que las acciones fueran dirigidas a entrar al recinto camaral porque acaso sólo pretendían rodearlo y, en el colmo del sectarismo, lanzó una perorata contra la “decadencia de la clase política”. ¿Cómo sostener, entonces, la validez del Estado de Derecho si los jueces condenan y persiguen a quienes, políticos, ejercen como legisladores y desempeñan el Ejecutivo? Es francamente inexcusable. 

En este punto, peligrosísimo si se extiende como estoy seguro ocurrirá, el ministro del Interior rindió tributo, entre los diputados, a los treinta y siete policías heridos –uno de los cuales perdió el treinta por ciento de la visión-, y sostuvo, enérgico, que habían cumplido con su deber en una franca réplica verbal a la insolencia de un magistrado que juzga a través de juicios de valor inadmisibles cuando se trata de aplicar la ley sin separarse de la justicia. Pese a ello, el señor Pedraz habló de la necesidad de preservar el derecho a la libre expresión como ejercicio de una democracia seria. Y es aquí en donde la controversia se torna todavía de mayores dimensiones para la perspectiva de futuro. ¿A dónde puede llegarse?¿A legitimar la anarquía porque, como viene del pueblo, es mandato soberano?¿Cómo medir en ese entorno el mandato de la mayoría silente ante el ardor de quienes aprovechan las coyunturas para quebrar al gobierno y convertirlo en rehén de sus clamores? 

En México no estamos lejos de este punto, mucho menos cuando tan sólo falta un mes y medio para la asunción presidencial de Enrique Peña Nieto cuyo primer error, en su condición de mandatario electo, ya está cometido: aparecer como aliado del mandatario panista saliente, Felipe Calderón, en el planteo de la reforma laboral cuyos privilegios pasan de los obreros a la clase patronal, en la misma línea como reconoció Fox “lo bueno” de la administración de Ernesto Zedillo cansado de insultarle durante su campaña por la Primera Magistratura. El símil es tremendamente confuso pero basado en una realidad incontrovertible. 

Sólo hay algo superior a la ley, hemos sostenido siempre: el imperativo de hacer prevalecer la justicia. Cierto: las manifestaciones son expresiones legales, democráticas, en un entorno de libertades; pero también, y he aquí una de las controversias mayores, pueden dar origen a actos de anarquía intolerables en un contexto de igualdad y, por ende, de justicia. ¿Qué puede pensar del magistrado endeble la familia del guardia que perdió parte de la visión, agredido a mazazos capaces de romper el caso protector elaborado para resistir los peores golpes y resquebrajado por los “pacíficos” golpeadores dispuestos a romper el orden constitucional? Tal es lo que debió plantearse el magistrado español antes de dejar libres a quienes salieron a la calle levando el puño y gritando como es tradición que hacen los etarras excarcelados y listos ara volver a la lucha callejera... contra víctimas inocentes. De esto se ha comido mucho allende el mar... con ochocientas cincuenta víctimas a través de más de cuarenta años. ¿Y las ochenta mil registradas durante el sexenio de la violencia actualmente en fase de finiquito? 

La clave es simple: es menester hacer justicia, adaptando a la ley a ésta, sin caer en la demagogia ramplona que sólo sirve para exaltar, por breve lapso, a figuras obsoletas y mediocres que ganan quince minutos de fama. Así como el magistrado español Pedraz, en México tenemos a Ricardo Monreal y a otros afines a él con fama de pandilleros ayunos de controles mentales; y lo peor es que ni siquiera aceptan ir con un terapeuta para despejar sus propias telarañas, sumiéndonos a todos en un mar de incertidumbre. Figúrense: España, con ser del primer mundo, no se salva de ser señalada ya –lo hizo hace unos días Mitt Rommey, el candidato republicano que dejó cabizbajo al presidente Obama-, como una nación indeseable. ¿Qué podemos decir los mexicanos acerca de nuestro ámbito violento ante una clase política capaz de aliarse, por conveniencia pasajera y facciosa, contra la historia misma? 

Debate 

El 12 de Octubre se celebra en México el “día de la raza”; curiosamente, en España, la efeméride es la fiesta nacional por excelencia y se le nombra “el día de la hispanidad”, negando, por supuesto, todo mestizaje y aportación de los indígenas en la evolución del nuevo y también del viejo mundo, rebosante ahora de la plata y el oro extraídos durante la Colonia de las vetas de México y Perú, entre otras. Las diferencias de percepción nos hacen reflexionar sobre las intenciones actuales de los ibéricos: la reconquista, en vez de caballos a través de bancos y otras empresas estratégicas, para salvarse de la crisis recesiva del euro. Lo hicieron ya en 2008 y lo repetirán en este. Vaya final para el sexenio de la violencia y el inicio de la administración de Peña Nieto. 

Recuérdese aquella penosa intervención de Juan Carlos de Borbón, en una cumbre iberoamericana, cuando pronunció el fatídico, “¿por qué no te callas?”, cuando el venezolano Hugo Chávez denunciaba los abusos de los empresarios españoles; la insolencia, más allá del histrionismo de Chávez y su locura de perpetuidad, no midió que se pretendía silenciar a un jefe de Estado y de gobierno, por quien sólo ocupa la jefatura d Estado de su país como símbolo de una monarquía decadente y tremendamente repelente para cualquier mentalidad de vanguardia. ¿Cómo justificar moralmente el pretendido “derecho divino de los dioses” para dejar a una familia el privilegio de alzarse sobre las demás con igual cantidad de sangre roja y no azul? No existe razón válida para expresar lealtades de ningún género ante tal atrocidad ideológica. 

El hecho, concreto, es que en este día de la raza es menester recordar la grandeza indígena que dio sensibilidad y vida interior a una nueva raza; no sólo la gallardía y el belicismo españoles que marcan los derroteros de una conquista sobre los pueblos prehispánicos casi desarmados ante el potencial de los europeos. Insisto: México, como tal, tiene su origen en 1821 cuando la Nueva España deja de existir, y, por ende, pese a invasiones pasajeras odiosas y repulsivas, jamás ha sido conquistada. Y tal es lo que debieran sostener los maestros de historia contra el estereotipo que permite alzar la cara a los descendientes de Cortés como si ellos hubieran llevado los arcabuces sobre los jamelgos en tierras de los aztecas y con ayuda de los tlaxcaltecas cansados de los yugos. 

Seamos, nada más, civilizados y precavidos. 

La Anécdota 

Cuando se habla de que tal o cual gobernador tiene nexos con el narcotráfico –una creencia que se extiende per se entre los adversarios de cada uno de ellos-, dejamos de aplicar una lógica elemental. ¿Y en el nivel federal? Ya hemos dicho que a los cárteles les conviene contar en Los Pinos con un personaje menor, incapaz de cubrir los espacios, dejando vacíos de poder por doquier, para así disponer de territorios e infiltrar a los mandos. Alguien como Calderón a quien redujeron con dos o tres advertencias terribles, incluyendo las muertes de algunos cercanos colaboradores que ni siquiera se atrevió a indagar como era su deber en lugar de lloriquear por ellos. 

¿Y qué decir cuando un ex gobernador, odiado por Calderón, pierde a su hijo, José Eduardo Moreira Rodríguez, infamándolo como si fuera parte este hecho deplorable de un ajuste de cuentas?¿No es suficiente con cuanto se ha hecho contra Humberto Moreira Valdés por haberse enfrentado al “primer magistrado” más de una vez? Por aquí debieran comenzar las indagatorias antes del juicio histórico, inapelable, sobre el sexenio de la violencia. 
 


E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com.mx 

LA DEMOCRACIA, NO SÓLO EN MÉXICO, ESTÁ EN UN ÁLGIDO MOMENTO. NO QUEREMOS EL EJEMPLO ESTADOUNIDENSE CON UN MANDATARIO TIRADO HACIA ATRÁS NI UNA MONARQUÍA PARLAMENTARIA QUE PROMUEVE Y MANTIENE A UNA FAMILIA INTOCABLE. TAMPOCO EL DISFRAZ DE LA AUTOCRACIA BAJO EL PRETEXTO DE INTERPRETAR A LA SOCIEDAD. BUSCAMOS EL PRIVILEGIO DE RECUPERAR LA SOBERANÍA POPULAR COMO MANDA LA CONSTITUCIÓN.

Leído en: http://www.vanguardia.com.mx/justicialeydemagogiahispanidadoreconquistaeldolordelosmoreira-1389549-columna.html

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Por favor, sean civilizados.