lunes, 15 de octubre de 2012

El Universal - Educación e infraestructura


El Diagnóstico Educativo de la República Mexicana que la Secretaría de Educación Pública (SEP) ha efectuado como balance de las condiciones de las escuelas de este país, revela que la situación de infraestructura de un importante porcentaje de dichas instituciones guarda un estado lamentable, no apto para que los niños de prescolar, primaria o secundaria puedan estudiar.
En un documento que ha sido entregado recientemente al equipo de el presidente electo, Enrique Peña Nieto, como parte de las labores de transición, se indica que las circunstancias en las que muchas de las escuelas de México se encuentran incluyen problemas serios como la falta de luz o drenaje, carencia de ventanas o sanitarios, incluso situaciones de carencia de equipo suficiente, falta de espacios deportivos. Algunas, en el extremo, operan en instalaciones prestadas.
Este tema enciende, sin lugar a dudas, un foco de alerta que requiere de la intervención urgente por parte de las autoridades. El Estado tiene como una de sus obligaciones primarias garantizar la educación para toda la población, pero esta función no puede ejercerse bajo las circunstancias de infraestructura descritas anteriormente. Es imposible exigir calidad educativa cuando en muchos casos se enseña sin equipo, sin luz o en contextos de falta de higiene o sanidad. Hablar de mejorar la educación en el país sin considerar estos factores materiales para el desempeño de maestros y alumnos representa un discurso hueco.




Por lo tanto, es indispensable que la administración entrante tome puntual nota de este diagnóstico y elabore diseños de políticas públicas que puedan atender no solamente programas educativos de calidad y excelencia que cuenten con maestros más capacitados para enseñar a nuestros niños, sino también la impostergable necesidad de enfrentar y resolver las graves condiciones de infraestructura en las que muchas de las escuelas de la república se encuentran.
Si la educación es verdaderamente una de las prioridades que tenemos como nación, debemos ir más allá del discurso para concretar acciones, y esas acciones comienzan por tener escuelas dignas y equipadas que puedan operar en condiciones que estén a la altura de los niveles de excelencia que esperamos —y requerimos— de niños y jóvenes.


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