German Martínez |
Primera traición. Recientemente el suelo michoacano fue testigo de una pintoresca muestra de idolatría religiosa. En el poblado “Nueva Jerusalén” -muy cercano a las tierras de Carácuaro y Nocupétaro, donde el cura Morelos ejerció el sacerdocio católico- se atacó a la educación laica. Allí la instrucción estatal perdió su lucha, como dice la Constitución, “contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios”. Todos los órdenes de gobierno claudicaron al llamado de Morelos contra la ignorancia, fuente del hurto y la violencia. ¿El Ejército y la Policía Federal sólo están en Michoacán para combatir narcotraficantes?
Segunda traición. El fanatismo religioso de la “Nueva Jerusalén” se transforma en fanatismo político en la Universidad Michoacana -donde el joven Morelos estudió y conoció al entonces rector Miguel Hidalgo y Costilla-. La versión purépecha de los revoltosos #YoSoy132 secuestraron la vida escolar y, pertrechados con el argumento baladí de que “son rechazados artificiales del sistema neoliberal”, impidieron impartir clases. Los alumnos admitidos y responsables, con el heroísmo de Morelos en Cuautla, rompieron el vergonzoso sitio estudiantil. Las amenazas, chantajes o provocaciones no cesan. Esa casa de estudios, otrora fuente de próceres y conocimiento, vive en algunas áreas en el raquitismo académico y condena a sus egresados a la precariedad, y en no pocos casos, otra vez, a la violencia. ¿No hay nada ni nadie que haga rendir cuentas a esa universidad pública? Morelos animaba a cultivar la virtud.
Tercera traición. Ésta se produjo en la Cámara de Diputados al aprobar la necesaria reforma laboral. El desfiguro de los diputados de “las izquierdas” al irrumpir en la tribuna de la Cámara de Diputados, traiciona la más cara y, quizá, desconocida lección de Morelos: el respeto por todos los diputados.
En las condiciones más frágiles y asediado por los “realistas”, Morelos redactó de su puño y letra para el Congreso de Chilpancingo, un reglamento “para la instalación, funcionamiento y atribuciones del Congreso”, donde autoriza a todos los representantes a proponer proyectos, salvaguarda la discusión y, garantiza que “la mayoría” apruebe y resuelva la materia discutida. ¿Por qué no pasa nada cada vez que la izquierda no respeta el orden jurídico del Congreso? Morelos apostó por la sumisión de los diputados a la regla, para independizar al país.
Tentativa de traición. Animados porque en 1988 Manuel Clouthier, Cuauhtémoc Cárdenas y Rosario Ibarra pactaron impugnar juntos aquel proceso electoral, los panistas desde entonces buscan alianzas electorales con la izquierda. Espejismos puros. ¿Olvidan los gobiernos “antipanistas” de Sinaloa, Puebla o Oaxaca? Esos socios electorales del PAN, mañana 2 de octubre, desfilarán al Zócalo de la Ciudad de México, con los gritos de “asesino” para el presidente Calderón, de “ladrón” al presidente electo, Peña Nieto, y de “vendepatrias” a los legisladores que aprobaron la reforma laboral. Son simples saboteadores de las instituciones imaginadas y empezadas a construir por el michoacano Morelos. Quieren, además, una economía cerrada, consumo interno sin competitividad y privilegios laborales sin productividad. ¿Con esos explora alianza el PAN en Veracruz, Quintana Roo o Baja California? Sería doble la traición a Morelos. Éste creía, sin duda o ambigüedades, en el libre flujo de mercancías, en una menor carga tributaria, en una relación privilegiada con Estados Unidos y en una política de puertos abiertos. ¿Acaso políticas entreguistas?
Quizá parte del grave dolor de Michoacán y de esa sensación de abandono y temor en todo México se deba al olvido del carácter y pensamiento de Morelos. Para decirlo con el poeta Carlos Pellicer, quizá no hemos sabido “Gritar Morelos y sentir la flama”.
Leído en: http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/traiciones-a-morelos
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