Jacobo Zabluvsky |
Empleo el vocablo vía crucis con todo respeto en su acepción de “trabajo, aflicción continuada que sufre una persona”, porque eso es lo que es. Ninguna descripción más acertada de la tarea que un presidente desempeña cada seis años en México, aunque algún chocarrero que nunca faltan en los cortejos fúnebres podría decir que se va entre cuatro zopilotes y un ratón de sacristán, ocurrencia de chistoso de velorio que siempre me han caído gordos, pero que no carece de una chispa de ingenio y cierta asombrosa aproximación a la realidad.
Hora, pues, de recordar los instantes sobresalientes, los buenos y los malos de la conducta del muy próximo difunto oficial. Empecemos por los malos y sólo los más recientes, de los que hemos sido testigos en estos días, porque del balance de toda la Docena PÁNica o de sólo su segunda mitad habrán de encargarse los sesudos historiadores, analistas y tertulianos de la tele tan abundantes, para fortuna nuestra, en estos tiempos cochambrosos.
El Gobierno Federal se enfrentó a la publicación por la agencia EFE de un contrato confidencial firmado por Petróleos Mexicanos el 19 de septiembre en Santiago de Compostela para fabricar dos hoteles flotantes de mil 200 pasajeros y 14 remolcadores, inversión pagadera con el dinero que a México le sobra porque no es ninguna república bananera y reactivará astilleros abandonados en Galicia, España. El señor Juan José Suárez Coppel, director general de Pemex, ofreció el jueves una conferencia de prensa para decir que el contrato inicial por 389 millones no era de compra sino de solicitud de información, que no haber licitado es costumbre de la empresa y que las cosas se harán de otra manera. No mostró el contrato. Para avalar su dicho se hizo acompañar de algunos dueños de astilleros mexicanos, entre ellos, Horacio Zárate, quien se olvidó de lo ensayado y reveló: “En los últimos dos sexenios no habíamos sido invitados ni mucho menos recibidos por la Dirección General de Pemex; hoy se nos ha dado la oportunidad de acercarnos al director y, sobre todo, ser escuchados para que se reactive la industria naval en México”. En medio de dudas y tartamudeos, la pena ajena terminó cuando Suárez Coppel emprendió la retirada.
El otro asunto, es la ley laboral. Por primera vez desde don Porfirio Díaz, un presidente cancela o disminuye derechos a los trabajadores.
Para que la imagen de la justicia sea la de la mujer de la balanza con platillos a la misma altura, se requiere que la autoridad nivele el peso del platillo de los obreros, más ligero, lo iguale al otro y se logre el nivel exacto. Con el cuento del progreso del país se hizo retroceder un siglo la ubicación del asalariado en la distribución de los deberes de su desempeño y los beneficios de su esfuerzo. El costo del desarrollo social o de la solución de la crisis económica no debe cargársele al trabajador. El proyecto, la urgencia de su aprobación, el papel de los parlamentarios sumisos y el aplauso de los patrones jubilosos, serán los laureles de una corona al error. La historia esculpe mejor que Fidias.
Frente al ocaso también deben reconocerse los aciertos. En este sexenio se amplió la libertad de expresión. La posibilidad de opinar se ensanchó y fortaleció de una manera extraordinaria. Todavía hay trabas, amenazas y decisiones arbitrarias en contra de los periodistas libres, como lograr su despido del trabajo, negar anuncios a sus medios y amenazarlos o demandarlos, entre otras medidas, a veces contraproducentes.
Pero la realidad se refleja en la comparación: de una época de absoluto control informativo sobre todos los periodistas se ha evolucionado a la actual donde se llega a lo inconcebible: que alguien pida al Presidente comprobar que no es borracho partiendo de la base no documentada de que todo mundo cree que lo es, o que otro lo llame cobarde y su calificativo se publique en los medios más importantes sin que sufra ninguna represalia evidente.
El derecho de hablar, publicar, manifestar de cualquier manera una idea contraria al poderoso es un privilegio ganado a pulso a lo largo de años, no un donativo presidencial. No se agradece, se ejercita. Los medios independientes son herramienta que contribuye al aumento de las voces populares espontáneas y honestas. Se difunden quejas y protestas vedadas apenas ayer por los censores del gobierno. Nos falta; todavía se ocultan asuntos graves, sospechosos, turbios. Pero hemos avanzado hacia una conquista por cuya defensa deben sonar las alertas a la primera señal de peligro.
Todo hay que decirlo.
Leído en: http://www.vanguardia.com.mx/adiosdocenapanica-1386731-columna.html
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