sábado, 27 de octubre de 2012

Raymundo Riva Palacio - Pleitos de familia


PRIMER TIEMPO: Los compadres pierden las formas. Menuda la sorpresa que se llevó el coordinador de la fracción priista en la Cámara de Diputados, Manlio Fabio Beltrones, cuando leyó en los periódicos electrónicos que sus correligionarios en el Senado habían cambiado la posición sobre la transparencia sindical, que habían rechazado los diputados al aprobar la Reforma Laboral sin que el coordinador priista en la Cámara Alta, Emilio Gamboa, lo informara de la marcha para atrás. Gamboa, un viejo zorro de la política, aprovechó el silencio de Beltrones para que horas después de que llevó al PRI a sumarse al PAN y al PRD en eso de la transparencia, lo vendiera en los medios de comunicación como una gran victoria del Senado, en una jornada donde, rascándole un poquito, se vio que panistas y perredistas, que juntos eran más que los priistas, hincaron al PRI y lo obligaron a jugar en sus términos. No son, por cierto, los términos que tenían los diputados priistas en mente cuando enviaron la reforma al Senado, y que se las devolvieron empaquetada en una bomba de tiempo. Se enteraron como Beltrones por los periódicos y se enfurecieron. 




Gamboa no los alertó sino que se las dio como un hecho consumado. Beltrones, que es su compadre hace décadas, reaccionó. Primero, para calentar motores, dijo que la reforma laboral ya no era producto de la Iniciativa Preferente de Calderón, por lo cual le quitó al Presidente parte del lustre de la medalla que se quiere colgar con ella. Luego, ya encarrerado, les dijo a los senadores y a quien quisiera oírlo que ni se emocionen. Que la iniciativa puede salir, pero que también puede no salir. Que puede congelarla o que puede acelerarla. Al compadrito le está reclamando públicamente su comportamiento político con él y con sus colegas en San Lázaro. Por lo tanto, que sufra un poquito. Beltrones no come lumbre, pero tan zorro como Gamboa, quiere que las cosas salgan, pero no al ritmo que le marquen.


SEGUNDO TIEMPO: Los bonsai suben la presión. La reforma laboral dejó de ser hace tiempo un asunto económico —la parte sustantiva de la iniciativa—, para convertirse en un tema político. La votación en el Senado a favor de la transparencia sindical, la manzana envenenada de la iniciativa que envió el presidente Felipe Calderón, obligó al PRI a sumarse al PAN y al PRD para, como sugirió el líder tricolor en la Cámara Alta, Emilio Gamboa, no ser arrastrados. Para Gamboa, el beneficio público fue mayor que el costo, réditos a los que se subió la única senadora de Nueva Alianza, el partido fundado por la maestra Elba Esther Gordillo, Mónica Arriola, que también es su hija. Priistas, verdes y neoaliancistas aprobaron la transparencia sindical y la mandaron a la Cámara de Diputados, donde sus colegas la habían acotado. La estrategia del PAN y el PRD en el Senado cumplió su objetivo y dividió al PRI, al confrontar a Gamboa con el líder de la fracción priista en San Lázaro, Manlio Fabio Beltrones. Para él, la situación se le complicó. El jueves, el coordinador de los verdes, Arturo Escobar, dijo que sin importar qué hiciera el PRI, votarán a favor de la minuta que envió el Senado. La madrugada del viernes, Nueva Alianza hizo público su voto en el mismo sentido. Si Beltrones podía contar con ellos para hacer un frente común y mantener el 51% del voto, ya no lo tiene. Aún si en la utopía de mantener en bloque a los diputados priistas, no tiene mucho espacio de negociación. Los partidos pequeños le añadieron presión a los priistas en San Lázaro y en particular a Beltrones, que había defendido a los sindicatos cuando la reforma pasó por sus manos. Todos los tienen contra la pared. Bueno, no todos, sólo aquellos que tienen una alianza política no con el PRI, sino con el presidente electo, Enrique Peña Nieto, a cuya ola también se sumó Gamboa, que se volvió verdugo involuntario de Beltrones.

TERCER TIEMPO: El acuerdo secreto del que todos hablan. Una de las grandes realidades en la política mexicana es que las percepciones no tienen que anidarse en el imaginario colectivo para convertirse en realidad. Por eso, muy pocos tienen dudas de que la reforma laboral es resultado de un acuerdo en lo oscurito entre el presidente Felipe Calderón y el presidente electo Enrique Peña Nieto, a partir de lo inexplicable del porqué el PRI, que rechazó la iniciativa presidencial desde hace dos años en forma sistemática, ahora haya sido la cabeza de playa legislativa para que se aprobara. Más allá de la diferencia entre los senadores y diputados priistas por la transparencia sindical, la línea de flotación es si la parte económica de la reforma se mantiene, lo cual, vistos los consensos, así será. Si el acuerdo es real, sería una trama de altos vuelos: Calderón se cuelga la medalla de haber logrado una reforma laboral importante, y Peña Nieto será el benefactor político de las medidas. Uno se va con el honor y el otro obtiene herramientas que piensa son indispensables para la competitividad que necesita para detonar el crecimiento económico. Si los dos son ganadores, en la línea del acuerdo entre los dos, ¿qué hizo Peña Nieto para hacerlo posible? Que los diputados y senadores votaran la reforma, y que los senadores se plegaran ante el PAN para mantener viva la transparencia sindical. ¿Qué falta para que esto suceda? Que Manlio Fabio Beltrones, coordinador de los diputados priistas, deje de declarar que existe la posibilidad de que la reforma se congelará en San Lázaro y que alinee a los diputados del sector obrero para que respalden lo que hizo el Senado. Si lo hace, Beltrones jugará en la lógica del acuerdo secreto. Si la congela, le quitará el honor y el costo al presidente Calderón y se lo transferirá al presidente Peña Nieto después del 1 de diciembre. De lo que haga se podrá ver en qué parte de la geometría tricolor se encuentra y cómo procesa su realineamiento político para la primera parte del próximo sexenio.

rrivapalacio@ejecentral.com.mx
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