martes, 6 de noviembre de 2012

Gral. Roberto Badillo Martínez - La Gloria, Municipio de Sinaloa (II)


La Gloria ha tenido también sus narcotraficantes y entre todos ellos, se distingue Sebastián González González, alias "El Sebas", que en los años 40, 50 y 60 del siglo pasado, protagonizó su insólita historia. Fue un hombre alto, fuerte, dicharachero y contador de historias; sólo estudió en el puerto (así se conoce a Mazatlán en toda la Sierra), la preparatoria; ahí lo engancharon los narcos.
De familia muy religiosa como todos los habitantes de Sinaloa, no falta al igual que su familia, a la misa dominical de las seis de la tarde, lo llevan desde niño.





En el puerto, inicialmente fue escolta con camioneta, cuerno de chivo y dinero suficiente para solucionar sus problemas económicos personales, de un grupo que operaba en la Sierra, en las cercanías de Mazatlán y los municipios cercanos al puerto. Según dicen los vecinos con información oral pasada de generación en generación, en esas zonas son en las que se trabajaban los plantíos de drogas como la mariguana y la amapola siendo coordinados desde el puerto.
Hay sembradores en la Sierra, hay rayadores de la amapola, cosechadores y secadores de mariguana, empaquetadores o portadores de la mariguana y amapola, así como transportadores de las drogas hacia los lugares cercanos al puerto donde permanecerán ocultas o bien seguirán su camino hacia el norte, Estados Unidos o hacia Guadalajara, lugar también de tráfico, comercio, ocultamiento, compra, venta, distribución y embarque hacia los Estados Unidos; Guadalajara es un gran centro de recolección y distribución para narcos de varias partes de la República.
En algunos de estos trabajos participó con entusiasmo Sebastián González González. El originario de La Gloria; también fue jefe de policía del puerto, al mando de un grupo de policías armados, transportados y pagados por sus jefes. En varias ocasiones participó en secuestros de funcionarios y policías de diferentes municipios, por oponer resistencia e incluso por intentar oponer resistencia.
En cinco años, muy joven, a los 22 años, era jefe de un grupo de 12 a 15 sicarios que actuaban en la Sierra cercana a Mazatlán. En esos años su estatus económico cambió, ya era dueño de tres o cuatro camionetas que cambiaba constantemente, ya tenía conductor para su vehículo, ya tenía varias armas, pistolas y cuernos de chivo a su servicio, operaba en algunas áreas cercanas al puerto, haciendo vigilancia y rondines con sicarios en grupos de tres o cuatro principalmente, cuando había movimientos de traslado o movimientos de jefes, a los que tenía que proteger y rendir cuentas.
El traslado de droga hacia Guadalajara y la frontera de Estados Unidos, se hacía en diferentes tipos de vehículos, desde automóviles, tráilers o camionetas. Muchas personas se dedicaban exclusivamente a este trabajo y vivían de eso los pobladores de la Sierra de Sinaloa, cercanos a Mazatlán; Hasta en el mismo puerto que en aquellos años de 1940 ya tenía como 150 mil habitantes y era también destino turístico de habitantes de Jalisco, Durango y otros estados de nuestra República.
Sebastián González González, alias "El Sebas", era ya un narco importante hacia principios de los años 50. Respetaba y le gustaba que lo respetaran. Es el respeto entre narcotraficantes importantes que siguen ciertas reglas hacia sus jefes los de arriba pero también hacia los de abajo, sus subalternos, grupos de seis a siete. Algunos de sus subalternos eran ya residentes de fraccionamientos de importancia en Mazatlán, tenían sus familias bien atendidas, con mujeres que discretamente se sabían vestir bien y lucir sus joyas compradas en el puerto o en Guadalajara; sus hijos estudiaban en Mazatlán hasta la preparatoria y luego se iban a graduar al extranjero, o a otras partes de la república. "El Sebas" participaba en las fiestas de esas familias, cumpleaños, bodas, primeras comuniones, etc. Él mismo era discreto pero al mismo tiempo implacable, no soportaba la traición entre sus miembros ni con otras bandas.
Cuentan que su grupo actuaba con responsabilidad, no le gustaba la violencia innecesaria de cantina, casual o callejera; educaba a sus lugartenientes y a sus guaruras para no iniciar reyertas y su presencia necesaria por grupos en la ciudad, debía ser discreta.
Implacable era, eso sí, con todos aquellos que no respetaban y se saltaban las trancas. Implacable con los de otras bandas que no respetaban los acuerdos verbales, contra los violentos, provocadores por la prepotencia y la soberbia que sólo el dinero del narco tiene efecto en los jóvenes.
Muchas veces empleó la violencia para poner orden, presenció cómo su banda acabó con "El Nacho" por quedarse con un pago. Lo venadearon entrando al pueblo de "El Perico", oyó sus gritos al primer disparo por la espalda: "¡no sean tan viles, terminen ya conmigo esto es insoportable!"...

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