viernes, 30 de noviembre de 2012

Raymundo Riva Palacio - Salida por atrás


Más allá de la tolvanera intramuros en el PAN por haber perdido la elección presidencial, Felipe Calderón saldrá de su gobierno por la puerta de atrás.
 No irá solo en la Historia. Vicente Fox, su antecesor, comparte los créditos del desastre y el fin de la esperanza de millones que deben ver en ellos el epítome de su frustración. Fox, un inepto advenedizo a la política, vendió ilusiones en el momento de mayor desgaste del PRI; Calderón, un guerrillero ideológico, fue incapaz para llevar a la política al mínimo deseable, que es la construcción de consenso para gobernar. Qué desastre para su partido.
Ambos presumieron que mantuvieron estable la economía, cuando la realidad es que se las dejó blindada el expresidente Ernesto Zedillo, quien cuando Fox ganó la elección en 2000 tenía un crecimiento de 7 por ciento anual. Fox prometió mantener ese nivel, pero cuando Felipe Calderón obtuvo el triunfo en 2006, la tasa era de 2.5 por ciento. Enrique Peña Nieto recibirá el país este sábado con un crecimiento promedio en el sexenio de 2.2 por ciento, la tasa más baja desde el gobierno de Miguel de la Madrid.




La economía es la metáfora de la incapacidad de los panistas para gobernar. Fue el factor principal por el cual, desde 2009, cuando Calderón no pudo revertir el rumbo económico tras los desastres naturales, la pandemia del A1H1 y la crisis financiera mundial, tiró al PAN a sus niveles electorales más bajos, de los que no se recuperó. Pero si la economía fue el motor del repudio, los déficits políticos tangibles e intangibles son su principal retroceso. En 12 años de gobiernos panistas, el trabajo que permitiera
la consolidación de la democracia, fue su mayor fracaso. En dos sexenios panistas, las instituciones que exigía la consolidación democrática dejaron de construirse. El presidente Carlos Salinas creó el IFE, la Comisión Nacional de Derechos Humanos y dio autonomía al Banco de México; Zedillo ciudadanizó al IFE, reformó el Poder Judicial y construyó órganos reguladores.
Fox
fue empujado —contra su voluntad— por medios y universidades en la búsqueda de transparencia y la creación del IFAI, y desarrolló un Servicio Civil de Carrera trunco. Calderón, no hizo nada.
El gran activo de Fox y Calderón fue el ejercicio de la libertad de expresión como ningún presidente antes, pero ello, una obligación constitucional, no ayudó nada en la fundación de un país democrático. Gran parte obedece a que no se comportaron como jefes Estado.
Calderón fue siempre un jefe de partido que orientó muchas decisiones hacia objetivos electorales y no al servicio de la nación; Fox fue un frívolo que tuvo una Presidencia bicéfala con su esposa Marta Sahagún, que le controló la agenda, la vida y el destino.
Acusaron siempre de corrupción al viejo régimen, pero a quienes acompañaron las sospechas de ilegalidades fue a ellos, cuyas denuncias públicas y oficiales quedaron impunes y generaron pesadillas permanentes a Fox y lo serán para Calderón. Deficiencias en la economía y en la consolidación democrática, en la transparencia y la rendición de cuentas se sumaron a las ineficientes políticas públicas para atajar el tema por el cual Calderón quedará marcado por casi 60 mil muertos en la guerra contra las drogas. Los dos se lo achacaron al PRI, pero la lucha comenzó paradójicamente por la queja de gobernadores de que Fox ignoró su petición de ayuda para enfrentar a los cárteles de la droga que se estaban apoderando de territorios. México no era un estado fallido, pero en crecientes regiones del país crecieron bolsas controladas por criminales. Hoy más que hace seis años; hoy, más violentas que entonces.
El juicio histórico espera a Calderón. Este miércoles tuvo la oportunidad de despedirse con dignidad, pero no pudo. Una vez más fueron lagrimeos y actitud de víctima incomprendida. El mensaje fue patético, en formato de spot. Nada nuevo, sin embargo. Ese es el método de propaganda que definirá su sexenio, tramposo, chabacano, tendencioso. Es el epílogo de una era azul que partirá, efectivamente, por la puerta de atrás.

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